Ahora que nos encontramos de nuevo frente a los inicios de una irracional guerra comercial, promovida por el Presidente Donald Trump, todo pareciera indicar, desde una perspectiva crítica, que uno de los defectos del Presidente tiene que ver con su arrogancia, sinónimo del pecado capital de la soberbia; empero, para sus seguidores, que no son pocos, la explicación es firmeza de carácter, con un hábil olfato político; es decir, un gran oportunismo.

Con pocas excepciones, entre las que podría destacar el caso venezolano, la conducta presidencial tiende a ser impulsiva, desconcertante y arrogante lo que progresivamente está minando la credibilidad y la confianza en los Estados Unidos. En estos temas éticos, el proceso bolivariano hace silencio, pues precisamente por arrogancia se opone la ayuda humanitaria e incluso pudiera ser capaz de permitir la muerte de los pacientes con enfermedades crónicas, con tal de no ceder y, además, manipular las muertes bajo su libreto cubano contra el imperio.

La aplicación de sanciones arancelarias en el acero y el aluminio, contra la Unión Europea, Canadá y México, en pleno proceso de revisión del Tratado de Libre Comercio (TLC), con el pretexto de salvaguardar la seguridad nacional, constituye una clara expresión de proteccionismo radical, que sobrepone el autoritarismo nacional y la versión más rígida de la soberanía, sobre las reglas del comercio internacional y el multilateralismo, afectando sensiblemente a la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Desde la campaña electoral estaba bien definido el carácter arrogante del candidato, que prometía la supremacía nacional, sin reconocer las debilidades y limitaciones. En el mundo global la competitividad es muy dinámica y compleja y las viejas potencias pueden resultar lentas y, en algunos casos obsoletas. Las nuevas tecnologías, la electrónica y la robótica en los procesos productivos, puede desplazar viejos y gigantes complejos industriales que no logran adaptarse a los nuevos cambios. Al pueblo norteamericano y a su economía les hace falta un poco de humildad para reconocer debilidades.

Con este irracional comportamiento en materia comercial, entre otras, el Presidente Trump evidencia su rechazo a las reglas del sistema internacional, lo que exacerba la desconfianza y estimula potenciales conflictos. La normativa internacional del comercio permite la protección temporal en casos de competencia desleal, o por problemas internos y de competitividad de las economías, de sectores productivos o de empresas específicas y para estos casos se cuenta con las salvaguardias comerciales. En todos estos casos la protección puede adoptarse luego de procesos de investigación que están bien definidos y regulados.

El Presidente Trump de forma autoritaria aplica medidas unilaterales y menosprecia las normativas internacionales, lo que genera diversas reacciones, entre otras, los países afectados ya están recurriendo a los procedimientos tanto en la OMC, como en el vigente TLC; no sería extraño que el Presidente aproveche la oportunidad para expresar su total rechazo a tales instrumentos y apruebe su retiro formal, decisión que cuenta con un importante rechazo en su propio país.

Ahora bien, no podemos dejar de reconocer el carácter estratégico y oportunista del agresivo comportamiento del Presidente, pues está preocupado con su pobres resultados en el gobierno y busca desesperadamente algunos éxitos, más aun teniendo cerca las elecciones para la renovación del Congreso, donde su partido republicano puede perder la actual mayoría, lo que pude tornar más cierto el avance del juicio político en su contra. Buscando resultados exitosos el Presidente exacerba su agresividad, que también seduce a sus seguidores; empero, con el tiempo los resultados pueden complicar la situación de los Estados Unidos, que se está aislando y perdiendo oportunidades, con adversarios bien dispuestos a ocupar los espacios

Desde una lectura crítica decimos: “malas acciones, que presagian tiempos difíciles”; pero, sus fanáticos asumen otra lectura, y asumen el reposicionamiento de la gran potencia, no quieren aceptar que, en términos económicos, ya no es posible una hegemonía absoluta y que es con el sistema de reglas y acuerdos que se pueden mantener beneficios equilibrados. El permanente ataque contra México es el preludio de negativas consecuencias para ambas partes, pero la arrogancia solo aprecia lo que le conviene. Pareciera que es momento para que la voz de alerta y la prudencia de muchas instituciones y personalidades en los Estados Unidos se hagan presente, exigiendo los cambios necesarios, recordemos que un resfriado en su economía, se puede transformar en grave crisis para la economía mundial.

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