Recordamos haber escuchado; luego, leído unas ideas del Dr. Simón Alberto Consalvi, entonces, y en dos ocasiones, jefe de la política exterior venezolana. Hombre fino y culto esbozó unas líneas maestras para responder a la gran interrogante acerca de la política exterior de los EEUU. Evidentemente, el humo de su habano exhalaba su pasión: hacer realidad su sueño por una política exterior para Venezuela en términos de su querencia conceptual: el realismo político. Su espíritu florentino mostraba una cadencia espiritual, acompañada de una angustia reflexiva. Nos referiremos al artículo que escribiese S.A.C para El Nacional el día domingo, 1 de julio de 2001, cuyo título “El siglo XXI, según Henry K.” que apuntaba a implicarse en la pregunta que éste, hiciere con el título de su libro acerca de la política exterior de los EEUU: ¿Does America need a Foreing Policy?

Tanto Kissinger como Consalvi han observado el problema del orden mundial. Cada uno ha buscado responder a la dimensión internacional desde lo que han representado. Los EEUU, una superpotencia y Venezuela, un país modesto que necesitaba, no la fuerza, como tampoco la  monserga ideológica pero sí, mucha inteligencia y astucia para imponerse ante los límites que le imponía la realidad.

Kissinger fue jefe de la diplomacia americana y su tótem, durante dos presidencias: Nixon y Ford. Ambos fueron momentos para el manejo de la complejidad de la realidad internacional.

Consalvi, como jefe de la diplomacia venezolana, también manejó momentos dinámicos y difíciles. Su astucia, acompañada de su enorme cultura, le permitieron sobrevivir a las tensiones internas del sistema político venezolano y de las esporádicas, por conflictivas, aunque nada fáciles, situaciones internacionales. Especialmente cuando el caso de la incursión en aguas territoriales venezolanas de la fragata colombiana Caldas, durante el mandato del Dr. Lusinchi.

Vamos a centrar el análisis en el hombre que le ofreció al mundo respuestas: Kissinger. En primer lugar, él lanzó una provocación conceptual que promovió la sensibilización de aquellos que observan con ojos abiertos lo que pasa en el mundo. Éste, se desmorona y es poco lo que se hace para recomponerlo. Hoy, Trump, aparece como el generador de esa energía necesaria para ello. Mientras el fundamentalismo islámico hace de las suyas, Corea del Norte se convierte, no en una amenaza, pero sí en una molestia que genera ejemplo; la relación con Occidente está divido en promesas de colaboración y acusaciones. Deseos de cumplir con la filosofía del libre mercado y las tendencias proteccionistas en pleno siglo XXI.

Rusia trata de restablecer, como ya se ha dicho hasta el cansancio, su influencia sobre el anterior espacio soviético. El ejemplo es Ucrania. Ella y Rusia son la misma cosa, como dijera un dictador heredero, no sólo por razones fraternales, sino por seguir una misma línea: fortalecer el interés cubano desde la perspectiva castrista-comunista. Rusia, no abandonará su meta, sus objetivos son permanentes. Aquello que pensó Fukuyama, acerca del triunfo del liberalismo, incluso el político, fue resultado de una circunstancial y delirante euforia. Rusia va por sus fueros y no son nada democráticos, por lo menos al estilo occidental, lo que está sobre el tapete. Por su parte, China, dice Kissinger, se amolda al siglo XXI desde una perspectiva de gran potencia. Ella no construye un imperio; lo que hace es actualizarlo a las condiciones de la globalización e ingresó a esta centuria con una sonrisa típica china, pero cuya dentadura muerde cual dragón con fuego en su boca. Es un problema para los EEUU.

La idea de orden mundial, según Kissinger, es producto de una cosmovisión axiológica occidental. Ella se conceptualizó a partir de la Segunda Guerra Mundial. Aunque, siempre se buscó instaurar un orden; fue apenas desde 1945, que se sentaron las bases para ello. Hoy, el fundamento ontológico de éste, se ha deformado. Urge un replanteamiento en la estructura del orden mundial. La idea es muy edificante, mas, hay que ser comprensivo y en esto Kissinger es muy sabio, cuando habla de que el origen del orden mundial, que no la globalización, pues ésta, no lo es, se desarrolló sobre valores occidentales, con unas reglas de juego meramente enmarcadas en el libre mercado y los derechos humanos.

Fueron los esfuerzos de los europeos y norteamericanos para establecer un juego universal. No tomaron en consideración que los otros actores, que no miembros de la comunidad atlántica, también cantan, bailan, lloran y tiene objetivos. La profusión de la democracia y de gobiernos descentralizados, aspiración limitadamente universal, se topa con determinados obstáculos. Entre ellos, hay países, cuyas dimensiones geográficas y poblacionales son las mayores del mundo.

Para Kissinger, desde 1948 hasta el principio del siglo XXI se pretendió instaurar un “Nuevo orden mundial”. Éste, basado en una amalgama: idealismo político norteamericano, sumado a los valores tradicionales europeos, inspirados en la idea del Estado, como único actor internacional y el balance del poder. Pero, son muchos los problemas que este “Nuevo Orden”, no alcanza a resolver. Tenemos en nuestras narices la desintegración del mundo islámico, empeñados en una estructuración no estatal, sino tribal, pero con petróleo. Estos países, si es que se pueden llamar de esa forma, entran en conflicto con otros, con una gran facilidad. Los motivos religiosos, políticos y geopolíticos hacen que estos países, débilmente estructuradas cual Estado, se vean amenazados por la disolución. De esto no escapan otros países. Entre ellos el nuestro.

El gran problema: el choque entre las instituciones políticas nacionales y las que se imponen con fuerza monetaria, las instituciones económicas y comerciales. Es evidente que se busca una urgente solución a estos problemas„ El “Nuevo orden mundial” lo exige. No es fácil, el éxito de la instauración de un orden interno estable en los países y su relación con otros. Es aquí donde nos topamos con la angustia de S.A.C. a partir de su interpretación de lo escrito por Kissinger. El desafío del régimen bolivariano desnaturalizó la política exterior de los EEUU. Hoy, el título es más que evidente en la idea de que los EEUU deben tener una política exterior acorde con esta realidad que en el contexto global los desafía en su propio “patio trasero”

El triunfo de este movimiento radical en 1998, “dislocó” de alguna manera, la presencia de los EEUU en America latina. Hoy se hace perentorio el accionar político de los EEUU. Trump, parece jugar esa carta. Aunque a veces lo hace con poca mesura, pues su peor enemigo es su juguete preferido: el “pajarito azul”, el twitter. El orden mundial se impondrá cuando los diversos elementos asuman, a plenitud, los valores y las reglas acordadas.

Simón Alberto Consalvi, al escribir su citado artículo apuntó cual carambola por la urgencia de crear una política exterior que reinserte a Venezuela, con sus armas limitadas, pero potenciadas con audacia, finura e inteligencia en  el contexto global. La realidad internacional requiere un manejo que  descanse en los hombros de quienes asumen con tenacidad y valentía para asentar las bases de una diplomacia verdadera, que no versallesca ni acomodaticia. Ella se debe mover en torno al sacrificio, abnegación, honestidad y fundamentalmente en la idea de que podemos ser parte de ese nuevo “Nuevo orden mundial”, con decoro y humildad, pero siempre venezolanos y no “hermanados ideológicamente” en fatuos ejercicios de solidaridad o, como apuntan los del gobierno bolivariano, en “venecubanos”. Bravo Dr. Consalvi y gracias, donde quiera que Ud. se encuentre, por su preocupación y angustia.

@eloicito

 

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