Las presidencias rotativas y presidencias pro tempore han estado en el tapete de algunas coberturas informativas, en particular por las alianzas y agrupamientos generados respecto a la contundencia o estridencia en las demandas y posiciones que se tienen sobre la agenda internacional. En nuestro contexto regional, esto ha adquirido otros matices cuando tomamos en cuenta escenarios del multilateralismo regional como la Asociación de Estados del Caribe (AEC) que celebró recientemente su reunión ordinaria de Consejo Ministerial, teniendo como sede Venezuela, en la isla de Margarita. Y dado que las coberturas informativas son abrumadoras queremos destacar la rotación de las últimas presidencias de esta organización y la que va en curso, debido al vínculo ideológico que les acompaña en otros espacios regionales como la ALBA.

Quien asume la presidencia de la AEC, dado su estructura orgánica del Consejo de Ministros, es la Cancillería (Ministerio de Relaciones Exteriores) del país y en su defecto los Ministerios sectoriales según los comités permanentes, especiales y ad hoc de este organismo regional.

Cronológicamente tenemos lo siguiente: Cuba ejerció en 2016-2017, le pasó el testigo a Venezuela para el ejercicio 2017-2018, y recientemente la Presidencia recae en Nicaragua. Es pertinente señalar que en la AEC la rotación en la presidencia de las directivas de instancia políticas así como para cargos técnicos como el de la secretaría general, obedece a un criterio acordado desde los orígenes de esta organización que se refiere a la representación subregional de países; los fundamentales: CARICOM, Centroamérica, Continental (G-3) . Sin embargo dada la dinámica en la composición y categoría de la membresía, ésta ha tenido que incorporar algunos matices en la práctica que seguramente se reflejarán en modificaciones a los reglamentos y normas de la organización.

La práctica diplomática, en este caso constituida en norma interna, ha generado una  troika en la mesa directiva del organismo, en las que el país o funcionario en cargos del anterior, el concurrente y el próximo Consejo de Ministros, constituyen junto al órgano técnico (secretaría) la instancia que articula y debe garantizar el cumplimiento/ seguimiento de los mandatos y decisiones del mecanismo multilateral.

Es pertinente destacar que además de la dinámica de este multilateralismo caribeño que emana de su estructura formal hay una instancia ‘informal’, la Diplomacia de Cumbres, a la que esta trilogía de países mencionados le asigna cierta prioridad. Durante la Presidencia de Cuba se organizó la VII Cumbre de Mandatarios. Aunque no estaba dentro de las prácticas cronológicas, Venezuela (en su contexto de crisis) lanzó una convocatoria que no tuvo acogida. Le queda a Nicaragua ahora el compromiso de organizar la IX Cumbre de Mandatarios que ha sido anunciada para el primer trimestre de 2019.

Un conclusión preliminar: la AEC presenta una particular coyuntura, con la composición actual de la Troika de la presidencia, debido a que está representada por el  “núcleo duro” del ALBA: Cuba-Nicaragua-Venezuela. Esto invita a reflexionar/analizar cuáles son los hilos y prioridad de intereses en las negociaciones diplomáticas dentro de un escenario como el del Gran Caribe, en tres dimensiones. Primero, las que han llevado esta troika de países en sus candidaturas para la presidencia de la organización que concluyen en 2019; en segundo lugar, los temas, redes y espacios que se han generado en estas presidencias; y finalmente, las futuras candidaturas de México o Colombia, la de Rep. Dominicana o Panamá, y la del grupo CARICOM.

Aunque no hayamos mencionado los aspectos domésticos de los países miembros y de quienes están en la troika ya referida, en particular lo que corresponde a la crisis en Venezuela, son elementos condicionantes de las acciones de estos gobiernos en sus relaciones exteriores. El perfil de cambios parece una crónica anunciada en el regionalismo caribeño.

@mirnayonis

 

 

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