Uno de los líderes más polémicos durante los últimos tiempos, Donald Trump, ha sido nuevamente noticia tras la firma de una Orden Ejecutiva el 22 de marzo de 2018 imponiendo aranceles de entre 10% y 25% sobre productos provenientes de China por un monto de 50 millardos de dólares. Además, anunció que demandaría a China ante la Organización Mundial de Comercio (OMC). Al respecto, cabe señalar, que no es primera vez que el Presidente Trump hace anuncios proteccionistas de este tipo, pues ya lo hizo con México y Canadá al anunciar su retiro del TLCAN en 2016 si no se negociaban mejores condiciones; o con la firma de otra Orden Ejecutiva el 8 de marzo de 2018 imponiendo aranceles de 25% a las importaciones globales de acero y 10% a las importaciones globales de aluminio –con las solas excepciones de México y Canadá-, aunque debido a la preocupación que generó inmediatamente en sus aliados, matizó que estudiaría eximir a la Unión Europea, Australia, Argentina, Brasil, y Corea del Sur. China es el décimo exportador de acero y el cuarto exportador de aluminio a EEUU.
Empero, sus recientes anuncios respecto a China generaron una rápida respuesta, ya que Beijing impuso aranceles a 128 productos estadounidenses por un monto de 3 millardos de dólares; generando una gran inquietud a nivel global al tratarse de las dos economías más grandes del Mundo, que además guardan una relación comercial bastante estrecha entre sí. El 5 de abril de 2018, el Presidente Trump intensificó la retórica comercial contra China, señalando que estaba decidido a reducir el “injusto” déficit comercial bilateral que se estima en 327 millardos de dólares; y anunció que había dado instrucciones al Representante Comercial de EEUU, Robert Lighthizer, para que considere aranceles adicionales por 100 millardos de dólares. Por su parte, China denunció formalmente a EEUU ante la OMC.
Luego de los anuncios, la bolsa de valores estadounidense se vio afectada, pues las acciones de las principales industrias consumidoras de acero y aluminio como Boeing, General Motors y Ford cayeron entre 3 y 4%. Asimismo, se encendieron las alarmas en la Unión Europea, que recientemente manifestó su ofrecimiento al Presidente Trump de una iniciativa para reducir los aranceles sobre los automóviles exportados de EEUU a Europa, como una medida de apaciguamiento para evitar definitivamente los aranceles a las importaciones de acero y aluminio que entrarían en vigencia a partir del 1 de mayo; pero también como una estrategia para aprovechar las tensiones entre Washington y Beijing, con la finalidad de asegurar su acceso al mercado estadounidense.
La situación fue distinta con la retirada de EEUU de las negociaciones del TPP (hoy Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, por sus siglas en inglés CPTPP), pues esto fue anunciado por Donald Trump en campaña presidencial y efectivamente se concretó en enero del 2017 por considerarlo un “desastre potencial” para su país. Además, Trump manifestó en días recientes su intención de incorporarse al nuevo CPTPP si “renegociaban condiciones sustancialmente más beneficiosas” para EEUU que las hasta ahora pactadas. Esto podría considerarse como una medida para contrarrestar las consecuencias de las medidas comerciales retaliatorias anunciadas por Beijing sobre las principales exportaciones de alimentos provenientes de EEUU, más que un cambio de posición hacia el libre comercio.
Ante todo esto, cabe preguntarse: ¿Serán estos anuncios sobre China más de su scare tactic o el Presidente Trump busca llegar más lejos e iniciar una guerra comercial? La importancia de la pregunta radica en los impactos en el resto de los actores del sistema internacional. En este sentido, desde que se conoció la noticia de la imposición de aranceles, algunos analistas han considerado que esto podría traerle beneficios a las economías latinoamericanas, pues abriría una oportunidad para que las exportaciones de estos se incrementaran, favoreciendo así el crecimiento y fortalecimiento de sus industrias nacionales. Sin embargo, hay expertos como Alejandro Werner, Director para América Latina del FMI, que sostienen que por el contrario, una guerra comercial entre EEUU y China “deprimiría la economía mundial”, y esto afectaría negativamente a América Latina más allá de alguna ganancia puntual de un país en particular. Esto, por no hablar del impacto que generaría el aumento de los aranceles en países que no quedarían exentos como Venezuela que es el décimo segundo exportador de aluminio a EEUU (159 millones de dólares en 2017).
Aunque el Presidente Trump sostiene que son medidas tomadas para “proteger” a la industria estadounidense en general, y la industria siderúrgica en particular, dicho sector tienen problemas de competitividad que podrían atenderse con otras medidas. Además, parece no tenerse en cuenta los impactos que generará el aumento de los costos de la materia prima de otros sectores industriales de EEUU, desde el automotriz hasta la construcción, que ya hablan de una potencial pérdida de miles de empleos.
Por lo tanto, resulta a priori una contradicción querer un comercio justo, libre e inteligente, tal como señaló por twitter al hacer público dicho anuncio, y a la vez optar por medidas proteccionistas que históricamente han demostrado no ser los mecanismos más eficientes para lograr el desarrollo de un sector económico, recayendo en última instancia los impactos negativos directamente sobre los ciudadanos.
En líneas generales, aunque en una guerra comercial, hay quienes pierden más que otros, como podría ser el caso de China debido a su mayor flujo de exportaciones con respecto a EEUU, así como a la ralentización en el crecimiento de su PIB durante los últimos años, todos tienen algo que perder. En este sentido, las desventajas para EEUU son también elevadas, al no contar con el músculo para hacer frente a su demanda interna de acero y aluminio, y al ser las exportaciones provenientes de otros países como México insuficientes.
Asimismo, y contrario a las expectativas políticas de jugar con el “nacionalismo económico” como parece estar haciendo el Presidente Trump para ganarse a la clase obrera blanca de antiguos estados manufactureros -que aún no se recuperan del todo de la crisis financiera de 2008- en un año donde tendrán lugar elecciones legislativas de medio término en EEUU, el impacto económico en la población estadounidense de las medidas proteccionistas y las retaliaciones de China, podrían terminar generando un efecto boomerang a largo plazo. Incluso podrían provocar mayores costos políticos en la democracia estadounidense, mientras que estos serían absorbidos más fácilmente por un régimen chino que cuenta ahora con Xi Jinping como líder vitalicio.
Por lo tanto, iniciar una guerra arancelaria parece no ser la medida más razonable, pero anunciarlo podría generar alertas y lograr la renegociación de acuerdos comerciales tanto multilaterales como bilaterales, desde el TLCAN hasta nuevos acuerdos comerciales con China. De hecho, la Casa Blanca ha anunciado un próximo viaje del Secretrario del Tesoro, Steve Mnuchin, a China en los próximos días para tratar abordar las tensiones comerciales.
Por tal razón, la estrategia de Trump parece más bien estar inscrita en esta línea de acción, que radica en hacer anuncios comerciales con tono amenazante para generar impacto y obligar a negociar a las contrapartes mejores condiciones comerciales para EEUU. Una peligrosa táctica de negociación que busca empujar a otros actores al borde del abismo, y así poder extraerles concesiones que en otras circunstancias no estarían dispuestas a otorgar: brinkmanship comercial.
@Carolain_ko