La elación con la que Ceausescu se mantuvo al frente de los destinos de Rumanía, hizo creer que no había posibilidad de su salida. Todo se veía muy difícil y su poder, parecía granítico. El XIV Congreso del Partido Comunista rumano lo ratificó en noviembre de 1989.Todo el mundo pensó: “el hombre se salió con la suya, fue reelecto abrumadoramente”. Los estruendosos aplausos, aparentemente, opacaron la sonrisa de algunos que conocían el desenlace final. En el fondo, era una conjura orquestada al mejor estilo de Graham Green o John Le Carré. Fue una farsa, convertida en “Revolución”. Disparos, tumultos, gritos, heridos, manifestaciones y muertos. Todo orquestado según un libreto hollywoodense. Fue una hirviente revolución escenificada en pleno invierno. Una “revolución que nadie soñó”, como señala en el título de uno de sus excelentes libros el Profesor Fernando Mires. La caída de Ceausescu, todos la esperaban, mas muchos creían que era imposible.
Exactamente un mes después, que fuese aclamado y reelecto, sus discursos se cayeron a pedazos y mostraron sangre y dolor humano.Los mismos que lo vitorearon, lo fusilaron junto a Elena, su esposa. La astucia de la razón intervino.Él, como “hombre histórico” que fue, mostró que sus pasiones y debilidades humanas, expresadas en su interés particular, fueron coincidentes con los de los intereses universales, de conformidad a lo planteado por Hegel. Éstos desaparecieron y él, en consecuencia, también, debía hacerlo. Fue fusilado. El factor internacional motorizó ese hecho histórico. El comunismo rumano, por muy nacionalista que fuere, era comunismo y estaba derrotado. Esa parte de la historia había eclipsado y él con ella también. Era cuestión de tiempo. Todo gracias al factor internacional. Algo, que muchos en la oposición venezolana no están ponderando. Es decir, la historia mostró su curso hacia una determinada racionalidad y en este caso, repetimos, Ceausescu fue el ejemplo de que su interés particular, su pasión totalitaria, como la de todo comunista o socialista leninista, chocaba con lo que imponían las relaciones internacionales al tocar las puertas del siglo XXI.
El frío acogotaba al rumano, sin embargo, éste, aplaudía al líder. El elemento internacional determinó el fin de Ceausescu. No lo vio, como tampoco lo vieron algunos de su entorno. La multitud aplaudía, mientras, en silencio, se orquestaba su salida, mediante un “falso épico proceso revolucionario”. Tal como hemos descrito en anteriores trabajos el final fue definitivo. Él murió con su mujer y con él, la barbarie comunista, aunque no fuera el único “emprendedor” de ese desastre. Fueron muchos, pero que con una velocidad extraordinaria se mostraron raudos para cambiar de abrigo y vestir uno democrático y capitalista. Siempre pasa. Los camaleones aparecen por doquier. Mas, hay que decirlo, también, eso fue al inicio, pues no sabían lo que querían. Su objetivo era salir de Ceausescu. No había plan ni acuerdo de gobernabilidad.
Pero, algo estaba en el ambiente. Ello fue precisado en la presión internacional cuya dimensión se impuso para el fusilamiento del dictador. La política en Rumania, tras su fusilamiento pretendió vestir el traje de la democracia; como si ello fuera suficiente. Algunos la compararon como un negocio, donde la gente cambia el traje rojo y viste uno de marca extranjera. Se cambió la palabra “camarada” por la de partenership. La realidad cambió, es verdad, pero los esfuerzos democratizadores aun brillan por su ausencia. La adhesión de Rumanía a la Unión europea sin cumplir todas las instancias requeridas para el ingreso en esa instancia, ayudó considerablemente, pero faltaba mucho por hacer.
Voy a tratar el tema, a pesar de no ser un “transitólogo”. Me considero un fiel seguidor de las excelentes opiniones de quienes han estudiado el tema y esbozado un abanico de escenarios a partir de los estudios de J. Linz & Stepan acerca de las sociedades que acogen un proceso de transición hacia la democracia. Creemos que la Rumanía post-Ceausescu se ha constituido en una democracia fracasada (failed democracy). Por lo menos por ahora. El discurso que Rumanía abrazó al principio era que experimentaba un proceso de transición. Creemos que ese discurso, a pesar de lo acertado, tanto metodológica, como conceptualmente no aborda un elemento clave. Vamos a ver, Rumanía, como dice el viejo dicho español: “por sus obras lo conoceréis”; no es una realidad inserta en una transición, pues no presenta visos de una democracia que busca consolidación. Ella depende de los vaivenes circunstanciales del factor internacional y de los acuerdos a los que llegue una élite política que sufre mutaciones con muy rápida frecuencia.
Ello nos lleva a creer que muchos de los ensayos, hasta ahora llevados a cabo en ese país, no necesariamente conducen a una democracia estable. Los ensayos referidos: liberación del mercado, economía de mercado, desarrollo económico y elecciones, sobre todo si ellas son “manipuladas”, no necesariamente nos conducen a una democracia consolidada. Eso apenas es un elemento de transición y que me perdonen los expertos. La pregunta que surge: ¿acaso hubo un acuerdo de gobernabilidad en ese país para enfrentar los retos de consolidar una democracia? No. El factor internacional resolvió el tema del gobierno. Apresaron a Ceausescu y lo fusilaron. Luego vino la inestabilidad que se movió en los márgenes de una relativa estabilidad. La realidad llevó “nariceada” a una naciente élite política (ésta, hija del comunismo ceausista, preocupada más por el enriquecimiento súbito, que por fomentar instituciones sólidas, basadas en el derecho constitucional) a convertir el ejercicio de la política en un show mediático. Tenemos democracia y punto. No obstante, ésta, fue el resultado de consensos entre las partes para aprovechar el poder. Hoy tú, mañana yo. Mientras el país es consumido por la revancha. La institucionalidad se percibe débil.
El pasado acosa a un presente en cual el rumano se desvive por conocer las intrigas palaciegas de Ceausescu en lugar de sentar las bases para un verdadero estado de derecho. Lo que domina es la intriga, el chisme barato, la persecución por aquellos momentos de debilidad de algunos; hubo gente que tenía que comer, por lo que hoy son linchados mediáticamente. Ello se observa en el abusivo mal manejo de la “libertad de prensa” con la cual han creado una especie de linchamiento mediático. Rumanía, se ha convertido a una especie de centro comercial, un mall, donde quien vende, ya no es un comerciante que ha surgido de una larga actividad de acumulación de capital, sino por haber sido miembro de la antigua nomenclatura del partido, hoy, convertido en un “prospero” hombre de negocios. La proximidad con el poder le permitió apoderarse de recursos y éstos, muestran finas corbatas para decir que están en el circuito de los negocios capitalistas. Evidentemente, no hubo respeto a las formas para enriquecerse. Todo ha sido producto de la corrupción. No hubo esfuerzo para ello. Eso es observado internacionalmente y el rumano de a pie hace lo propio.Éste, se pregunta: “¿para esto se derrocó a Ceausescu?
El circunstancial punto de desacuerdo con los “transitólogos” es que la realidad política que emana de la crisis rumana y que nos fue vendida como resultado de un esquema de “transición”, gracias al quiebre de los factores dominantes del comunismo y sustituidos por otros, supuestamente democráticos, por el cual Ceausescu ya no existe más; fue justamente por esa jugada. No. Fue la geopolítica y los acuerdos internacionales los que decidieron el asunto. Luego, su ingreso a la Unión europea, ayudó considerablemente; pero, la disfuncionalidad y la manera como Rumanía hace política, se mantiene. Ella ha heredado, no solo la terminología, sino el estilo, propio de un régimen asfixiante de la libertad individual. Cada vez menos, es verdad. Pero, hay destellos que dañan al intento democratizador; pues, la preeminencia de la suspicacia y poca confianza entre ellos, como factores presentes en esa sociedad, marcan o indican el debilitamiento de su funcionalidad democrática. No hay democracia real en los términos que se conoce en los libros y en la tradición axiológica europea.
El proceso, dicho en inglés “Democracy-building” debe ser elevado a preocupación, antes de iniciar la toma del poder. La construcción debe ser elaborada con tiempo; la antelación que no sea considerada un ejercicio “intelectual” Luego, una vez en el poder habría que considerar que la mentalidad del poder no puede ser una extensión del anterior, pues la dinámica real nos indica que a veces las practicas, disfrazadas de populismo, conllevan un germen anti democrático y por extensión totalitario. Pues, a veces, o casi siempre, se utiliza el poder y la fuerza de los medios de comunicación para destruir al adversario, en términos de degradación de su condición humana. Rumania post–Ceausescu ha sido emblemáticamente rauda para exudar esa cualidad. Ha sido la expresión del linchamiento mediático y “la verdad” que emana del torrente periodístico es más verdad que ella misma. No hay respeto por el derecho. Es un elemento a construir y Rumanía, aun es reiteradamente “aplazada” en esa materia; razón por la cual podemos decir que la experiencia rumana no responde a un proceso de transición a la democracia.
Todavía no han creado las condiciones para recomponer a un cuerpo social pasivo y transformarlo en uno activo. La ciudadanía brilla por su ausencia. El populismo comunista ejerce aún sus funciones. Todos prometen y no cumplen. Los residentes en las casas construidas por Ceausescu son el centro de atención de los políticos para obtener votos y no para desarrollar su capacidad ciudadana. Es una especie de “lumpen proletariado”, primero comunista y luego capitalista. Más allá del contexto socio-político donde estos actúan, siempre son la misma masa de individuos, pendientes de lo que le darán y no de lo que ellos pueden construir en sociedad en calidad de ciudadanos activos.
No existe, porqué no fue construida, una sociedad civil que ejerza un rol de ponderación del poder. La democracia real, tal como se entiende en los textos de politología, en Rumanía no existe; en consecuencia, el proceso de transición a la democracia no se ha producido, por lo menos, hasta ahora. Por el contrario, se observa una postura, por parte de los factores del poder post-Ceausescu de mantener la misma práctica: buscan, cual Mesías, edificar la democracia desde arriba. En realidad, ésta, no es sino el resultado de un acuerdo entre esos factores, mientras que los de abajo se conforman con migajas de libertad, democracia, economía de mercado y otros elementos del capitalismo. Lo que hay, de verdad, es, por un lado, una minoría que se enriquece y por otro, toda una masa de individuos enfermos de anomia, gracias a juegos falsos impuestos por una insuficiente democracia. Ésta, lo que hace es perseguir al pasado, pues se reduce a perseguir a quien vivió durante el comunismo y especialmente en tiempos del dictador Ceausescu. Esa democracia, exhala un tufo a quimera y no a transición. No la hemos visto… por ahora.
@eloicito