Con esa historia nacional que Colombia carga en sus espaldas cómo no entender que Iván Duque y Gustavo Petro sean los candidatos con mayor popularidad y posibilidades de triunfo en el compromiso electoral del 27 de mayo en el que se escogerá el próximo Presidente de la República para el período 2018-2022.
Que quién va a resultar ganador es harina de otro costal, pudiera que ninguno de los dos, materia de quiromantes o encuestadoras que manejan las cartas con las que se adivina el futuro a favor del negocio y a gusto del cliente.
Porque para mí no está clara hasta ahora la victoria irreversible de uno o de otro, a pesar de que en lo personal tenga un favorito que no escondo, porque es que para Venezuela y para los venezolanos no puede ser indiferente, ahora menos que nunca, tamaña decisión que para los colombianos será crucial y para nosotros no menos histórica y trascendental como nunca antes jamás. Es existencial, dramática, sin vuelta atrás. Más que madre y padre comunes se trata de destino democrático, o algo suficiente o parecido, promisor y compartido o calle ciega dictatorial y socialista.
De ganar Duque o de ganar Petro las circunstancias vitales para largo rato serán unas o serán otras y casi que lo mismo para toda la región y con implicaciones mundiales de suma importancia y peligrosidad. Porque no es lo mismo en el papel al menos, con las estigmatizaciones impuestas o ganadas con que carga cada uno, que gane el uno a que gane el otro. El Socialismo del Siglo XXI anda de capa raída pero aún vivo y buscando oxígeno a cualquier precio y riesgo y por ello es hoy por hoy el más populista de los populistas. Por su parte Doña Democracia y los que dicen representarla tampoco es que goce de muy buena salud y respetabilidad. Se les nota cuando se les oye ofrecer y poco se le cree.
En el pasado si triunfaba el Partido Liberal o el Conservador era bastante similar para Venezuela lo que para Colombia representaba que venciera Acción Democrática o Copei. Cambio de gobierno, caras nuevas, algún ajuste aquí o allá y nada más.
Pero no hoy en día en un mundo híper globalizado en el que simultáneamente se ejecuta un proyecto dictatorial en Venezuela, se ataca a Siria por fuerzas conjuntas conformadas por los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, se secuestra y asesina a tres trabajadores de la prensa ecuatoriana en la frontera colombo ecuatoriana por parte de un supuesto grupo disidente de las Farc, quien sabe si influenciado por la detención de alias “Jesús Santrich”, uno de los altos jerarcas de esa guerrilla en las negociaciones de paz de La Habana, acusado ahora por asuntos de tráfico de droga, conspiración para exportar 10 toneladas de cocaína y con solicitud de extradición a los Estados Unidos, papa caliente con la que el gobierno de Santos deberá lidiar -mientras escribo me informan que la decisión se la han dejado al próximo presidente- ahora que quiere dejar imagen de hombre fuerte, aliado del imperio, enemigo de Maduro, defensor de los derechos humanos y de la democracia, y al mismo tiempo protector de los acuerdos de paz que son su obra política consentida y con la que quiere pasar a la Historia y esculpir su estatua. ¿Pero cómo? No, hoy en día no. Hoy todo tiene relación con todo.
A esto que no es poco agregue usted dos tramas no de menor cuantía como son la denuncia que recae sobre sobrinos, otros tíos más, de jerarcas de las Farc, ¿la de antes, los de ahora?, en el manejo de estos asuntos del narcotráfico, administración que parece trasvasarse al Cartel de Sinaloa; y en segundo lugar, la gerencia corrupta que se ha dado en Colombia a los recursos multimillonarios en moneda extranjera que distintos gobiernos han aportado a los fondos con los que se manejan los programas de reinserción social de los guerrilleros a la vida ciudadana.
A la luz de las circunstancias, todas juntas complejas que se hilvanan, algunas preguntas se me antojan: ¿Quién cree usted que será el candidato de los Chávez, de los Castros, de los Marulanda, de los Maduros, de los Timochenkos, de los Lulas, de los Kirchner, de los Ortegas, de los Morales, de las Piedad Córdoba y todos los demás? Respuesta fácil ¿Cuál cree usted será a la hora de escoger entre uno y otro la decisión del presidente Santos, siendo que Duque es el hijo que él fue de Uribe, enemigo éste de los acuerdos de paz? ¿Se convertirá a última hora Uribe en el nuevo mejor amigo de Santos? Respuesta menos fácil ¿Y por quién cree usted que se decidirá Humberto de la Calle, candidato electoral del liberalismo de Gaviria, si él fue el jefe negociador del gobierno en los acuerdos de paz? Fácil. ¿Y quién cree usted será el candidato de los que se saltaron a la torera los resultados del plebiscito en el que la ciudadanía dijo que “no” a los pactos firmados en La Habana? ¿Todos contra Duque? ¿Quién le dice a usted que los resultados de las encuestas que hasta ahora dan una diferencia de nueve por ciento a favor de Duque sean creíbles, exactos, constantes hasta el final? Respuestas complicadas a preguntas que quién asegura que bien elaboradas.
En conclusión provisional, a mes y medio de las elecciones presidenciales, ojo a los triunfalismos, no está definitivamente claro el resultado electoral, ni siquiera con los números y tendencias arrojadas en la elección del 11 de marzo pasado en las que, con un cincuenta por ciento de abstención ciudadana, se eligieron las nuevas autoridades del Congreso de la República y entre otras cosas se desinfló el mito de las Farc-Ep como entidad política y alternativa de poder, ahora alias “FARC”.
En mi opinión muy particular y discutible, miope y desde lejos, desde el vecino interior que somos cada día de Colombia, se han restablecido, reinventado, producto de urgencias políticas muy propias, a través de dos marcadas opciones personales que representan dos proyectos distintos de país y de vida, con dos enfoques divergentes sobre lo primordial, reflejo de una sociedad dividida y polarizada, el esquema tradicional y bipolar de política a la colombiana representada en caudillos políticos fuertes, sean éstos a caballo o de corbata, ahora revestidos de liderazgo moderno y con tecnología de punta, pero que son lo más parecido, en el fondo, en la forma y en la sombra, a los liberales y conservadores rurales de antaño. Poder, corrupción, caudillismo, desigualdad social, polarización, frustración e indiferencia, son los rasgos de fondo más distintivos del proceso electoral que se vive en Colombia, que persigue la paz que le es esquiva y que es aún tarea pendiente.
@leandroarea