Ha culminado la VIII Cumbre de las Américas, evidenciando claramente las complejas contradicciones que vivimos en el hemisferio y con unos resultados que eran previsibles. Al abordar desde Venezuela tales resultados podemos apreciar varias lecturas, desde una visión radical se podría asumir como un fracaso; pero, desde mirada cautelosa, se pueden apreciar avances. El proceso bolivariano, desde su arrogancia, solo quiere leer unos supuestos éxitos y desconoce la magnitud del golpe que ha recibido con esta Cumbre.

Un primer elemento que debemos destacar tiene que ver con el limitado alcance que tiende a caracterizar a las Cumbres y, en general, a la diplomacia de Jefes de Estado. La Cumbre de las Américas incluye los 34 países miembros de nuestro hemisferio, en tal diversidad, lograr consenso exige de esfuerzos de negociación muy detallados y, por lo general, los resultados, para ser equilibrados, resultan muy generales. Ahora bien, entre los aportes de las Cumbres destaca la generación de confianza entre los gobiernos que participan y, en particular, entre los Jefes de Estado. Representan una oportunidad para el diálogo, y para abordar las diferencias que puedan existir de manera informal, en un ambiente más distendido. Las posiciones duras por lo general no logran los consensos necesarios en el marco de tal diversidad de miembros.

Desde la expectativa radical, que en algunos casos tiende a prevalecer en la impulsividad de nuestras redes sociales, era posible esperar resultados más contundentes sobre el tema venezolano. Pero asumir tal expectativa, chocaba con la realidad. Por una parte, la situación venezolana no formaba parte de la agenda; en consecuencia, no se ha debido trabajar en el plano formal durante la fase técnico diplomática previa, proceso en el cual se redacta y negocia el proyecto de declaración que se eleva a Ministros y finalmente a los Jefes de Estado.

Por otra parte, debemos tener presente que no ha sido posible en la Organización de Estados Americanos (OEA), alcanzar el número de votos necesarios para asumir posiciones más contundentes frente al gobierno bolivariano. Recordemos que al momento de la votación aún prevalecen las dudas de Uruguay y Ecuador y un importante número de países del Caribe se mantienen cautelosos en el tema venezolano. Precisamente por esta situación se ha creado el Grupo de Lima, que conforman varios países miembros de la OEA, con el objetivo de defender los derechos humanos y la institucionalidad democrática en nuestro país.

En este contexto, era previsible que no existiera consenso en la Cumbre de 34 países para lograr un texto sobre la grave crisis venezolana y, menos aún, contundente. Esto lo pude celebrar el proceso bolivariano, pero la otra realidad que el proceso menosprecia, tiene que ver con el hecho que la crisis venezolana ha sido el tema central en pasillos, en las declaraciones de los Jefes de Estados, en los diálogos bilaterales; es decir, ha sido el tema central de facto de la Cumbre, lo que evidencia la significativa preocupación del hemisferio sobre la gravedad del problema. Debemos reconocer que constituye un gran avance que la comunidad internacional profundice, tanto en la situación venezolana, como en las medidas de sanción contra el gobierno bolivariano.

En términos generales el hemisferio está consciente de la magnitud del problema y de las graves consecuencias para la región. Un buen número de Jefes Estado expresó la profunda preocupación por la situación y, varios de ellos, insistieron en la necesidad de profundizar las sanciones, a los fines de incrementar la presión para lograr los cambios democráticos necesarios. El proceso bolivariano no quiere reconocer esta situación, ni aceptar que los apoyos se han reducido, tanto en el número de países, como en la intensidad de los argumentos y pareciera que se limita a Cuba y Bolivia.

Por otra parte, debemos apreciar el profundo apoyo a la lucha democrática venezolana, entre otros, del nuevo Presidente del Perú Martin Vizcarra, del Congreso y del pueblo peruano en general. Pero también conviene destacar la activa labor de apoyo de los Presidentes de Argentina Mauricio Macri y de Chile Sebastián Piñera. Especial referencia merece el gobierno de Panamá que ha asumido una posición más contundente en la lucha por la democracia venezolana, que se presenta como el nuevo horizonte del Grupo de Lima.

También conviene resaltar la declaración adoptada por el Grupo de Lima en el marco de la Cumbre, que en esta oportunidad contó con la participación de los Estados Unidos, que no es miembro del Grupo. La declaración ratifica la firme posición del Grupo en su lucha por la defensa de la democracia y los derechos humanos en Venezuela. Pareciera que estratégicamente el Grupo decidió no presentar su plan de acción inmediato, y no conocemos las coordinaciones informales realizadas, pero si tenemos presente el interés de varios Presidentes por incrementar las acciones y, además, tenemos el importante ejemplo de Panamá que ha avanzado en aplicación de sanciones, marcando una nueva pauta de acción para el Grupo.

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