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Para quien vivió esos días que duró la visita de Gorbachov a Bucarest, no le resultarán extrañas estas palabras. Esa accidentada ciudad nunca terminaba de salir de los atropellos arquitectónicos que realizaba el comunismo; luego los efectos de un terrible terremoto que estremeció a esa ciudad en 1977 que la marcó como una ciudad con el sello de una creciente ruina. Su metamorfosis era que su nombre significa “alegría” y ella sufrió los estragos señalados.  Tras la visita de Gorbachov, ésta se vio envuelta en un color gris obscuro. No importaba cual estación se vivía: primavera, otoño, verano o invierno. Todas ellas que partieron desde mayo de 1987, fueron marcadas por ese color y la tendencia a obscurecer fue patética. El invierno, se sentía muy helado (la calefacción brillaba por su ausencia, gracias a los recortes de energía) y la nieve  tornaba más negro el panorama.Bucarest, exudaba tristeza y se observaba encogida en sus dimensiones espirituales.

Los largos meses que siguieron a esa visita marcaron,profundamente la desesperanza. El rumano había apostado por una salida rauda. La visita de Gorbachov, imprimió un exagerado optimismo, pero, la realidad que al rumano le tocó experimentar, tras esa vista, tradujo un    mayor pesimismo, pues, la asfixia se apoderaba de su condición humana. E incluso muchos diplomáticos que observaban la realidad no veían salida. El control era total. No obstante, soplaban vientos que estremecían las estatuas del régimen. Pocos lo advertían. Recuerdo al profesor Demetrio Boersner, quien, como Embajador y conocedor de los intríngulis de las fuerzas profundas de la historia que mostraban los actores internacionales, coincidía con este escribidor, acerca del inminente desplome de la dictadura de Ceausescu. Era cuestión de tiempo.

Observábamos que todo estaba en manos del Partido. El Estado, era apenas un instrumento en sus manos. La policía, las fuerzas armadas, los tribunales, el parlamento, la prensa, la comida, gasolina, todo lo controlaba Ceausescu. El partido comunista era el garrote que castigaba a los disidentes y a aquellos que hablaban de reformas. Este escribidor observó, por casualidad, una manifestación en 1988 en una de las calles cercanas al edificio de la Universidad de Bucarest, un grupo de corajudos jóvenes, gritar y mostrar en unos improvisados carteles, la frase ”Queremos reformas”. La brutalidad policial no se hizo esperar. Fueron disueltos y algunos arrestados. Su destino fue incierto.

Sin embargo, apareció en marzo de 1989 una carta que fulminaba los delirios de megalomanía de Ceausescu. Un grupo de seis (6) connotados y experimentados dirigentes del Partido Comunista dirigieron una extensa misiva al líder rumano. La misma circuló, clandestinamente por las corajudas manos, congeladas ellas, por el invierno rumano, de los ciudadanos rumanos. Luego, leída por el puesto de radio Europa Libre.Mientras el gobierno rumano se empeñaba en frenar el ingreso de esas ondas hertzianas, con mayor ahínco, el gobierno americano las fortalecía para que los ciudadanos rumanos escuchasen opiniones distintas a lo que se escuchaba por la radio normalmente. Uno de los miembros de ese grupo fueron miembros del Buró Político e incluso fundadores del Partido Comunista rumano; otro, Ministro de Relaciones Exteriores y luego, otro, el ideólogo de la tendencia “autonomista” del PCR, frente a Moscú y su postura intervencionista en los asuntos internos de otros países. Este último fue Embajador rumano en los EEUU y académico y escritor de temas relevantes en materia de las relaciones internacionales.

La carta como tal no pedía mayores cosas. El sentido común se imponía en esta misiva. Eran peticiones enmarcadas en la adscripción al comunismo. Exigían cambiar el modelo económico y en consecuencia el político. Pedían reformas y no abjuraban del comunismo. Simplemente pedían una reconsideración de las formas asumidas, por éste, en los últimos años e impulsados por Ceausescu y su mujer, junto a un grupo de que rodeaba a la pareja fastidiosamente monárquica.Ellos no querían la instauración de un comunismo dinástico, en primer lugar; luego, repetimos, los tiempos habían cambiado y se requería de una libertad para emprender formas modernizantes de la economía y la política. Finalizaba el siglo XX y era necesario una mentalidad más abierta a los cambios. Ellos asumieron un riesgo muy grande. Entre las tantas cosas que plasmaron en esa misiva, destaca el señalamiento al irrespeto a lo acordado en Helsinki; también se destaca la violación a la Constitución. Igualmente, sobresale en la epístola, que se destruía la geografía de la ciudad con el plan urbanístico que llevaba al cabo el gobierno de Ceausescu. Todo estaba hecho sin control administrativo e irrespetando el rostro arquitectónico de la ciudad.

Los firmantes de esa epístola mostraban una seria preocupación por el aislamiento generalizado en el que se encontraba Rumania y se esforzaron por mostrar que la entonces Comunidad Económica europea aplicaba sanciones que estrangulaban al régimen; luego, los EEUU aplicaban una enérgica y agresiva diplomacia; podríamos decir que similar, pero al revés, de la que practicada,con Rumanía, años atrás, durante la década de los años 70 del siglo XX. Se mostraron muy críticos del régimen personalista y dictatorial de Ceausescu. Los firmantes exigieron restituir las libertades consagradas en la letra de su Constitución y volver al camino emprendido, justamente cuando se produjo la intervención del Pacto de Varsovia en 1968, sobre la indefensa Checoeslovaquia. De igual forma exigieron respetar lo firmado en la Conferencia de Viena a propósito de los derechos del hombre. Cabe destacar la exigencia para aceptar la ayuda internacional en materia de alimentos y medicinas para el ciudadano rumano cuya existencia estaba en peligro por las reiteradas amenazas de hambruna generalizada a las que estaba sometida su población.

Finalmente los firmantes hablaron de un esfuerzo político para dialogar con Ceausescu a fin establecer vías expeditas para solucionar la crisis. Ceausescu mostró elación y un ejercicio represivo frente a esta epístola. Sus firmantes, venerables hombres de avanzada edad, fueron recluidos en sus casas y no les permitieron contacto con la comunidad, especialmente con los diplomáticos extranjeros en ese país, mucho menos con los periodistas extranjeros. Su respuesta fue una mayor represión y los seis firmantes las víctimas, junto a todo el pueblo rumano.

Ceausescu, insensible a estas citicas, acusó a estos venerables hombres de “chismosos” al servicio de intereses extraños a Rumanía. Para él, todo aquel que criticare su gestión, era acusado de traición a la patria; era amenazado de un juicio y provisionalmente víctima de un arresto domiciliario forzado. En Bucarest, los rumores corrían a una velocidad dentro de una angustia estimulada por la desesperación.  El principal rumor, se dice fue elaborado por los servicios secretos rumanos: esa carta fue escrita en Moscú. Los enemigos de Rumania, fundamentalmente provenían del Kremlin en plena concordancia con los intereses “imperialistas” de Washington y aquellos elementos nostálgicos del fascismo y nazismo presentes en Europa Occidental.

Esta carta, en esencia, no buscaba poner en duda la existencia del socialismo, sino que apuntaba a una mejora del régimen, al estilo de la perestroika, propuesto por Gorbachov. La actitud de Ceausescu confirmó que él “…era cualquier cosa, menos reformista (Hobsbawam, Erick, Historia del siglo XX, pág. 398. Edit. Critica, Grijalbo Mondadori, Barcelona).

Lo demás, la historia lo mostró tal como fue señalado en los medios. Un dato interesante es que estos seis personajes, luego del derrocamiento del líder rumano, ocuparon funciones en la instauración de un nuevo régimen. No obstante, la realidad los devoró y hoy, son piezas de museo, perfumado con naftalina comunista. Su gran mérito: contribuir con el derrocamiento del dictador. Pero, Rumanía, hoy es otro país. Díscola e inestable, pues no construyeron un pacto de gobernabilidad antes de derrocar al régimen. Los acontecimientos los atropellaron, especialmente porque fue elaborado desde del extranjero. No había sociedad civil organizada y los partidos políticos no existían. Fue la presión internacional y la participación de los servicios de espionaje de los EEUU, Moscú, Paris, Tel-Aviv, Budapest, los cuales jugaron un papel significativamente importante y decisivo para imponer una sangrienta revolución rumana en diciembre de 1989.

@eloicito

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