No se termina de entender. ¿Aquí no pasa nada?
Venezuela colapsa. Su economía está arruinada por los falsos profetas y por los mercaderes que hacen su agosto en el templo de la república. La desidia, la incompetencia, la corrupción y, habrá que considerarlo también a la luz de los hechos, la más supina ignorancia económica y crasa falta de decencia política, campean libremente en el manejo de la cosa pública. El cinismo desplegado por un “gobierno” que se niega a reconocer sus responsabilidades en esta tragedia es de tomar palco. Áulicos y cómplices no faltan. El atrevimiento de pretender continuar como si nada pasara suma las de éste régimen a la larga lista de aspiraciones continuistas que ya tantas veces han dado al traste con el barniz de democracia y con la paz social en Venezuela. Candela para el pajonal.
Y no es cosa de poca monta arruinar una economía petrolera en una economía global en la cual lo único que no puede faltar es petróleo. La Venezuela socialista tiene la rara distinción de haber destruido su sustento a fuerza de quimeras y vagabunderias. Gracias a ello y a la creencia en que la justicia social sólo es posible en el arrabal de la pobreza, la miseria cunde como plaga medieval. La última encuesta seria sobre el tema, la ENCOVI de autoría universitaria lo confirma y proclama: “pobreza” define la condición de vida del 87 % de los venezolanos!
No es poca cosa pero no es lo más espeluznante. Lo que más espanta en esta feria de espantos es que tantos de los que no debieran hacerlo prefieran evadir la realidad, dar pábulo y alargar esta especie de esquizofrenia colectiva en que vivimos. Que arrée el que venga! Vamos a elecciones! Que aquí todo tiene remedio! Tirios y troyanos entierran la cabeza en el lodazal confiando en que esto se acomoda dentro de la normalidad de la alternabilidad republicana… Lo importante es que el pozo en el que conviven tantos caimanes no deje de dar cabida a todos. La desconexión entre el país político y la realidad es de tal dimensión que el venezolano, con o sin medios, ha optado llana y sencillamente por el éxodo. Huir de este tremedal sin sentido ni ley es la urgencia, para sobrevivir. Demasiado tarde, ante sistemáticas violaciones de la constitución y las leyes, se quiere remendar el capote llamado una vez más a la unidad de los sectores democráticos. El escepticismo y la desilusión no son ajenos a la decisión de abandonar el terruño.
No es la primera vez en nuestra historia en que la emigración por causas políticas ha sido necesaria. La económica, novedad de estos tiempos de demagogia, nunca la vivimos hacia el exterior: ni en estas magnitudes ni en esta diversidad de estratos socioeconómicos. Venezuela se desangra interna y externamente. Por la inseguridad, que ha llevado a la tumba a cientos de miles en estos años rojos, y por la mengua criminal de alimentos y medicinas; por el exilio y por la emigración, que se lleva ya a millones. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en un llamado de alerta, califíca eufemísticamente de “flujos significativos” la huida en desbandada que se siente por toda América, al punto de temer por los derechos humanos fundamentales del migrante venezolano.
Nunca en nuestra agitada historia hemos estado como hoy en los sensores de alarma de la Comunidad Internacional ni más desvalidos ante los intereses ajenos. Nunca más humillados en nuestro gentilicio, nunca más carentes de fé, esperanza o caridad con nosotros mismos.
@cbivero