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Era comprensible la actitud de Ceausescu. Sus ojos no podían creer lo que se movía en el ambiente. Dos palabras que no estaban en las 400 que siempre usaba en sus encendidos discursos. El lenguaje de madera del totalitarismo ceausista comenzó a sentir los comejenes que minaban su consistencia discursiva. Éstas, comandaban un ejército renovador en el lenguaje osificado del comunismo, a saber: la perestroika y la glasnost. Ceausescu no comprendía ese idioma.

Durante la visita de Gorbi a Bucarest, la prensa extrajera fue discriminada por los órganos oficiales rumanos. A muchos, no permitieron, su entrada a Rumania durante la visita. Ello fue protestado; incluso, algunos gobiernos extranjeros mostraron su inconformidad con el régimen rumano. Por lo que las discusiones planteadas entre ambos mandatarios fue poco reflejada por una prensa “independiente” de los factores oficiales implícitos en esta ecuación protocolar. Apenas unas menciones a los discursos protocolares, las visitas, las consignas pintadas en las pancartas y uno que otro comentario banal. Todo esto lo reflejaba la prensa oficial rumana. La soviética, esperaba, la disposición oficial para escribir; la escasa prensa occidental que estaba, con anterioridad, acreditada en Bucarest, igual. Ella esperaba recibir las síntesis oficiales de lo ocurrido durante la visita de Gorbi.

Ésta, transcurrió de conformidad con la habitual filosofía del protocolo. Aunque trajo implícitos elementos no previstos en los discursos. Los problemas económicos, propios del socialismo  y las implicaciones internacionales. Gorbachov planteó en su discurso la importancia de la urgencia de transformar a la URSS, mediante la reforma y la transparencia. Como quiera que las cosas confirman que “no hay puntada sin dedal” Gorbachov, en un acto dedicado a exaltar las bondades de la “amistad soviético- rumana”; éste, criticó las formas que han adquirido determinadas realidades en el socialismo. Se refería a la corrupción y la manera “dinástica y nepótica” de ver el poder. Mâs claro imposible.

Ceausescu fue retratado y criticado delante de su pueblo. El enfrentamiento era evidente. Luego, la lección de “democracia” que un representante de Moscú estaba dando al mundo, fue visto como algo inaudito para quien tenía todos los años escuchando que en el socialismo no hay problemas. El protocolo simulaba que todo estaba bien. La televisión soviética, que no la rumana, mostraba los intentos de Gorbachov para hablar con los ciudadanos rumanos. Las fuerzas de seguridad muy sutilmente lo impedían, al obligar que éstos, no hablaran nada. Pero, los rostros hablaban sin traducciones. El silencio era ensordecedor. En un momento dado, Gorbi, expresó, palabras más palabras menos: “Aunque ustedes me digan que todo está bien, en casa y en el trabajo, yo no les creo. Aquí hay problemas. Lo sé.”

Ciertamente, Gorbachov en su viaje, buscó las luces necesarias para comprobar tardíamente que estaba ante un fracaso, en su país y en el mundo: el socialismo. En el caso particular, Rumania y su líder que fueron hechuras de su ideología exportada con sus tanques T-34.  El sistema comunista llegó a ese país de marcado origen latino en medio de un encierro, ruso, ucraniano, búlgaro y húngaro y Moscú lo pretendió eslavizar con esa idea fracasada del internacionalismo proletario.

Es verdad, Stalin, había logrado el sueño geopolítico ruso de extender sus fronteras más allá de sus líneas naturales. La ideología fue el vínculo. El comunismo se plantó con pólvora y soldados soviéticos, en los países que quedaron bajo el puño de hierro de este georgiano, mezcla de un tenebroso diablo y un inteligente dictador y zamarro comunista. Rumanía, como región, se convirtió en una pieza clave del ajedrez soviético: Fue convertida en un satélite al servicio de la órbita soviética. Había un problema, que no pasó como cuando Roma la hubo de invadir para latinizar a los dacios. Rumania bajo el comunismo vistió ese traje, pero se negó, con soberbia, a vestir el traje comunista “made in Moscow”. Ellos pretendieron hacer su traje con sus hilos y con sus propias manos. Zamarros al fin, esperaron que los soviéticos en 1962, salieran con sus últimos soldados del  territorio dacio, para mostrar, con una sonrisa, forzada por la geopolítica, que ellos harían lo conducente, pero en términos e idioma rumano y no en ruso.

La realidad política era una realidad. La fatalidad cubría a ese país. Era la geopolítica. Rumania  no escapaba a ella. Ceausescu ofreció resistencia pues no se sentía a gusto con la perestroika y la glasnost. Quería el poder para sí. Gorbachov promovía la teoría de Frank Sinatra del “My Way”. Éste, le exigió al líder rumano se acoplase a las exigencias de la realidad. No vino a derrocarle. Las cosas deberían suceder de conformidad con el escenario rumano. Sus tropas no eran necesarias para producir los cambios que se requerían, además, el traslado de tropas requeríade sacrificios y la URSS no estaba para esos juegos. La guerra fría finalizaba y el Kremlin no se podía seguir comportándose como un caporal en las relaciones internacionales. Este juego Ceausescu no lo vio y observó muy equivocadamente las señales. No introdujo los cambios. Mostró elación y soberbia. Se imaginó el agosto de 1968, cuando él rechazó y condenó la intervención del Pacto de Varsovia en Checoeslovaquia. La perestroika y la glasnost eran perjudiciales para el socialismo.

Repetimos, Gorbachov no vino a derrocarle con sus tropas; pero, sí a sugerir medidas políticas a fin de modificar la realidad rumana. Ésta, plena de elementos viciosos que exudaban hambre, miserias, frio, corrupción, nepotismo e intentos de construir una monarquía comunista, así como la indetenible fuga masiva de ciudadanos que huían de su país para encontrar vida en otros escenarios. Era una catástrofe que había que detener. Gorbachov dejó por sentado con su visita que seguiría adelante con su plan de reformas. Quien no lo acepte cargaría con su derrota. Esa derrota se inició en términos diplomáticos. La visita fue un fracaso para Ceausescu quien no pudo evitar que alguien le dijese en su propio patio y delante de millones de ciudadanos que estaba equivocado. El discurso independentista de Ceausescu no convenció a los rumanos quienes vieron con esperanza las palabras de un Gorbachov dinámico y para nada repetitivo en sus palabras. La perestroika y la glasnost en rumano sonaban muy discretamente, pero sonaban y la sonrisa del rumano mostraba esperanza, aunque clandestinamente. Faltarían 30 meses para comprobarlo.

@eloicito

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