El 16 de mayo de 2010, en ocasión de las elecciones presidenciales que finalmente ganara Juan Manuel Santos frente a sus oponentes para la época, Mockus, Noemí Sanín, Petro y otros, decía quien esto escribe: “Que yo recuerde, que no fuese una propia, nunca había causado en Venezuela tanto vuelo y revuelo una elección presidencial como la que ahora se desarrolla en Colombia”
A horas de realizada la consulta electoral para definir la conformación de las fuerzas política en el órgano legislativo, escribo que: si mi memoria no me engaña, nunca antes había tenido tanta importancia y peso el tema de Venezuela en una elección colombiana.
Mis primeras observaciones: se mantiene la tendencia histórica que puntea en el continente de la abstención que rodea el 50%. De un potencial de votantes calculado en 36.493.318 sólo se presentaron a votar 17.818.185, número equivalente al 48,8%, con diferencias mínimas entre el Senado y la Cámara de Representantes. Agréguese a ello el millonario número de votos nulos y votos no marcados que son distintos al voto en blanco que es opción legítima dentro de los tarjetones diseñados. En el exterior la abstención fue del 90,38% y particularmente en Venezuela rondó el 91,12%
Los mecanismos de administración electoral, el Consejo Nacional Electoral y la Registraduría Nacional del Estado Civil, funcionaron con eficiencia y, a pesar de los problemas que se presentaron y subsanaron, conserva un alto nivel de credibilidad. Visto desde Venezuela, ¡la distancia entre los dos es cada día más grande!
En un país hasta no hace tanto marcadamente bipartidista (liberales y conservadores), existe ahora una multiplicación de actorías políticas legales de diverso peso y connotación donde se incluye hasta las viejas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) ahora trasmutadas en Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
Este último aspecto da por supuesto para varias lecturas que resumo aquí a través de muy escuetas interrogantes: ¿Esa multiplicidad de actores y factores políticos será expresión de madurez, de cansancio, de reacomodos y transformaciones naturales, de vitalidad? ¿Fuerza, debilidad? Temas para pensar.
Otro aspecto. La elección parlamentaria reciente y ni se diga la primera y más aún la segunda presidenciales que les siguen en los próximos meses, han estado, están y estarán marcadas por la polarización, ya no por el asunto de los alzados en arma que ya bajaron de la montaña, quedando pendiente el ELN que parece también querer negociar y bajar, sino por el tema del modelo político instaurado en Venezuela por venezolanos, con el apoyo directo de Cuba y el cómplice silencio de tantos: el fracasado Socialismo del siglo XXI.
Esa es la columna vertebral de la decisión que más allá de lo electoral es histórica para Colombia, para la región y en la definición de la geo- estrategia mundial.
Exageremos que la época no da para menos: el mundo, no de diga la región, el vecindario y qué decir de Colombia, no serán los mismo si gana Duque o Petro o Vargas Lleras. Así de simple como una hojilla a ras del cuello que así de peliagudo es el asunto. No por casualidad el ex Presidente Uribe a la hora de depositar su voto afirmó que: “vengo a votar para que Colombia no se convierta en una segunda Venezuela”, no por prurito el candidato Gustavo Petro le vive sacando el cuerpo al tema del socialismo y evadiéndose por las ramas con temas como el cambio climático o la minería ilegal, no por casualidad tampoco ni por su amor por el ajiaco viaja Trump a Bogotá en estos días.
Observamos pues dos apariencias: choque ideológico y fragmentación partidista. Terror a la plaga del vecino que es la Venezuela de hoy, y pluralidad y modernización del espectro político colombiano.
Estas dos circunstancias anotadas y otras que por supuesto emergerán, definirán las conversaciones y negociaciones entre los factores de poder, no solo en Colombia, de aquí al 27 de mayo fecha de la primera vuelta que pudiera ser, nunca se sabe, definitiva o en todo caso el 27 de junio si hace falta una segunda vuelta. Hay una verdad que quisiera recordar y es que todo hombre tiene su precio y la búsqueda de poder suele corromper. Las negociaciones, todas, incluyen ese elemento.
Ocho son los aspirantes a la presidencia de la república: Iván Duque (41), Germán Vargas Lleras (56), Juan Carlos Pinzón (46), Gustavo Petro (58), Piedad Córdoba (63), Humberto De la Calle (71), Sergio Fajardo (61), Vivian Morales (56). Edad promedio 56,5 años.
La licuadora electoral sacó a flote que el fantasma de las FARC-EP, ¿se escribirán todavía con mayúscula esas desinfladas siglas?, ya no recorre el continente. Su candidato Alias Timochenco, ahora Rodrigo Londoño, renunció por supuestos problemas cardiovasculares. El electorado los ubicó en el rincón del 0,34% de la votación para el Senado, sin obtener curules por las vías electorales, y otro tanto, el 0,21 % en la votación de la Cámara. De los 34 millones de votantes habilitados para ejercer su derecho, 85 mil votaron por las FARC. Dicho en palabras sabias del poeta Luis Cernuda: “Oh tierra de la muerte, ¿dónde está tu victoria?”
El fenómeno Petro. Veamos la película y no la foto. Gustavo Petro, candidato presidenciable, ¿de dónde habrá sacado tantos votos?, es el resultado, he leído en los libros, de la desmovilización del M-19 que era una guerrilla con arraigo urbano, sobre todo en Bogotá, actor del asalto al Palacio de Justicia el miércoles 6 de noviembre de 1985, miembro de grupo terrorista y perpetrador de secuestros, el ejemplo de Gloria Lara me viene a la memoria. No es pues un paracaidista político.
Luego ingresó a la política legal, se mimetizó, se transformó, se convirtió en un político controversial a la colombiana y fue congresista, alcalde de Bogotá, en donde estuvo involucrado en temas de corrupción, candidato a Presidente de la República en 2010, apoyó el proceso de paz, sostuvo vínculos de admiración hacia y con Chávez. Es un tipo de izquierda. Recuerdo ahora que se inventó antes que en Venezuela los CLAPs. Es el típico resentido disfrazado de Ferragamo, pero no es de las FARC y ahora mucho menos y convenientemente distante frente a los derrotados. Se mimetiza he dicho pero me viene otra vez a la memoria aquella vieja frase del existencialista Jean Paul Sartre en su novela La Náusea: “Todo pasado es prólogo”.
Final y por ahora. Santos y Venezuela. Santos hilvana su testamento dejando una hendija abierta, animal de galaxia, por la cual regresar si las circunstancias lo permiten o lo exigen. Se despide con una carta al elegido que vendrá. Romántico él se vende, Premio Nobel de la Paz, desmovilizador de la guerrilla más vieja del mundo, el ELN en trance de lo mismo. Derrotado por cuestión de límites con Nicaragua, posicionó en el exterior a Colombia y abrió las puertas a la inversión extranjera. Se va con la popularidad por los suelos pero, como cuando nadie nos ve, aparenta desaparecer.
Con mayor reconocimiento externo que interno deja una gestión que para los venezolanos queda marcada por aquél epitafio en el que escribió ser el mejor amigo de Chávez y después de Maduro sin decirlo, dejando hacer y dejando pasar, Uribe incluido, en desperdicio de la democracia para que los de aquí le hicieran el mandado de poner en las buenas a los hermanos Castro para lograr la paz en Colombia allá en La Habana, bajo palmeras borrachas de sol, y lo logró. Desbarató un castillo de naipes, ahora se ve, y ayudó a arrasar con la democracia venezolana. Ahora lo lamenta o lo escurre o se cambian la máscara e inventa ser defensor de derechos humanos.
@leandroarea