Nosotros creemos con Henry Kissinger que: “la historia enseña por analogía”. Aunque, el ejemplo a invocar sobre Napoleón III, en este trabajo, no guarda similitud, ni con las condiciones históricas, ni mucho menos con el personaje tropical- petrolero de Venezuela, pero que no deja de llamar la atención acerca de la tragedia que éste, hace sufrir al pueblo venezolano, la cual puede extenderse. Napoleón III de quien haremos referencia largamente en este escrito, fue catalogado por Marx como una farsa, mientras Napoleón Bonaparte, su tío, fue una tragedia. Hoy, asumiendo la asertiva explicación de Kissinger, diremos que si, en efecto, el galo fue una farsa; el tropical petrolero, para abusar del retruécano el de aquí es una verdadera “comiquita”.
El caso es que el galo llegó al poder, fundamentalmente, gracias a la aureola que dejó regado en los campos franceses el gran Napoleón Bonaparte. La Asamblea Legislativa francesa adoptó en mayo de 1849 una Constitución que proponía conferir todos los poderes al Presidente de la República. Ese mismo año Luis Bonaparte fue escogido Presidente. Los ciudadanos vieron en él la reencarnación de la gloria que les brindó el anterior Bonaparte, el tío de éste. El francés medio vinculado a los pequeños propietarios de la tierra gala ponderó al sobrino, como el hombre que buscaban. Éste, en palabras de Marx, abusó de su condición de sobrino y vistió el traje imperial. Se apoyó en el “lunpemproletariado”, ese “producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la sociedad (…) en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras” (Marx, Karl, El Manifiesto Comunista, p. 120. Obras escogidas, Tomo I, Editorial Progreso).
Napoleón Bonaparte dio un golpe de Estado. Este hecho sucede, en una fecha escogida por el sobrino, el 2 de diciembre, justamente cuando se conmemoraba la emblemática Batalla de Austerlitz, obra maestra bélica del genio de su tío. Disolvió el Parlamento francés y arrestó a todos los realistas y republicanos. Todo el poder pasó a sus manos quien debía conducir los destinos de Francia durante 10 años. Luego, en 1852, se auto-tituló Napoleón III. Tras coronarse Emperador, propuso rescatar los principios de la soberanía del pueblo los grandes principios de la Revolución francesa de 1789. Modificó el poder legislativo. Él se convirtió en el generador de la legalidad, por encima de los propios elementos presentes en el cuerpo legislativo escogido mediante el voto.
Francia paulatinamente se fue convirtiendo en un factor negativo para las relaciones internacionales en Europa. Ella se transformaba en un Estado imperial. En la segunda mitad del siglo XIX, Napoleón III lanzó la aventura, junto con Inglaterra, para entablar un conflicto militar con Rusia por Crimea (1856-1857) a fin de ayudar a Turquía frente a Moscú. Este conflicto produjo incontables pérdidas humanas. Los juegos geopolíticos de la época determinaron cambios substanciales en la política exterior llevada a cabo por el galo. Hoy,enfrentado a su enemigo y mañana aliado de éste. Hay que destacar que generó odio por donde pasaba. Él, incluso, fue víctima de un atentado por un italiano.
Sus juegos geopolíticos dañaron su aparente y eficiente juego interno. La belleza parisina con sus grandes bulevares, construidos bajo su égida, hoy en día, es emblemática. La modernización de Paris, al superar su fachada medieval fue su gran obra. Pero, no comprendió que el Mundo existe y que toda su obra debe corresponderse con los límites y las proporciones internacionales. Éstas, las debe tener presente quien pretende ser un estadista. Evitar desgracias a su pueblo. Su apetencia de gloria de pretender equipararla con la de su tío fue demasiado y los costos los pagó el pueblo francés. Quien no comprenda que el Mundo se mueve en forma interdependiente fracasa en su gestión política. Por lo que es válido, sostener que en el marco de sus aventuras internacionales, de las cuales destacan el Asia, para no hablar de la mencionada aventura de Crimea; luego la imposición de Maximiliano de Habsburgo en México, en aras de frenar las apetencias de los EEUU, como representante del Mundo protestante y anglosajón sobre la América hispana y lusitana. Los enredos de su política exterior frente a los problemas de Austria, África e Italia fueron considerables.
El mal manejo de ésta lo llevó a actuar en forma zigzagueante. Por ejemplo, durante un buen tiempo mostró neutralidad frente a Prusia que acosaba a Austria. Luego, Napoleón mostró rechazo a ciertas posturas de Bismarck, el “Canciller de Hierro”. Craso error, pues había dejado de hacer muchas cosas y su política se estaba mostrando tardía frente a los acontecimientos que se avecinaban. Las relaciones de Francia estaban en plena crisis con todos los países europeos. Esa política exterior a finales de los años 60 llevó a Francia a un total aislamiento. Lo que determinó que Francia sufriese una seria crisis económica y política, pues la oposición triunfó en las elecciones legislativas. Un cuadro que mostraba una grave crisis de gobierno y un Imperio en serios aprietos.
Napoleón III, vio la guerra contra Prusia como la salida para escapar de su debacle política. No comprendía que Bismarck, buscaba fortalecer a Prusia. La unidad de Alemania era su principal objetivo para dominar a Francia y a Europa. Bismarck, evidenció ser un conocedor de la psicología de Napoleón III, hombre huérfano de olfato para comprender la complejidad de la realidad, pues no era el tío, el gran Napoleón Bonaparte y Bismarck en consecuencia brindó en bandeja de plata la ocasión para que éste le declárese la guerra a Prusia. “La política es el arte de lo posible y la ciencia de las contingencias”, dejó asentado el “Canciller de Hierro” Bismarck para la historia. En tanto que Napoleón III mostró su carácter de pusilánime, tal como lo describiesen tanto Marx como Víctor Hugo.
Tras un artilugio de comunicación: el famoso telegrama de Ems con el cual engañó a Napoleón III, la guerra se llevó a cabo. Él, atacó a Prusia, convencido que Prusia había ofendido a Francia. Una jugada magistral de Bismarck. Todo salió como éste lo tenía planificado. Y el resultado fue el conflicto, el cual se convirtió en un paseo desde Berlín a Paris con el bastón en la mano. Las tropas francesas estaban muy debilitadas, enfermas de un endiosamiento por el recuerdo de Napoleón Bonaparte, sentimiento usufrutuado por el pusilánime sobrino. Tras la derrota en Sedán, Bismarck tomó Paris y los demás es historia: vino la Comuna de Paris, como efecto de rechazo alas autoridades francesas que permitieron esa humillación. La sangre bañó las hermosas calles parisinas, gracias a la irresponsabilidad de Napoleón III y su generalato corrupto. El país galo aún recuerda dramáticamente esa humillación y afrenta a su orgullo.
Venezuela, mutatis mutandis, exhala una realidad similar, que no idéntica. Un Estado con unas fuerzas armadas debilitadas, un país enfermo y sin medicinas, la corrupción galopante, el hambre es la cotidianidad. El Mundo observa atónito, como un país petrolero y sus habitantes mueren por un pedazo de pan duro en peleas con los zamuros, con una política exterior conflictiva y arrabalera; enfrentándose a todo el Mundo, salvo el -cada vez más reducido- grupo de países “tírame algo”. Encima de ello, el país enfrenta sanciones muy duras por parte de la Comunidad Internacional, mientras el gobierno avanza en la concreción de un proyecto comunista de dominación. Éste, jura y apuesta a la solidaridad de Rusia y China. No sabe que el Mundo se mueve por interés. Nadie moverá un dedo por este gobierno. Incluso, hay que alertar a aquellos factores de la oposición, cuya visión parroquial de la política, les impide ver que el Mundo es interdependiente y no creen en la participación internacional. Según éstos, el drama venezolano es nuestro y el mundo no tiene cabida en nuestra realidad. Falso, pues lo que duele en Caracas, se siente en Bogotá, Brasilia, La Habana y más allá. Luego, las implicaciones geopolíticas presentes en la crisis nacional están sobre la mesa. La administración actual de los EEUU juega duro y el Hemisferio lo sabe. No quieren un nuevo régimen comunista en la región.
La crisis venezolana no es solamente nuestra. Ella afecta a los países vecinos. Todos los factores internacionales que proponen medidas drásticas contra este gobierno, no lo hacen solamente por defender el espíritu democrático venezolano, seriamente afectado, sino por el desastre que estremece a la región. Una crisis que muestra indicios de convertirse en una tempestad telúrica que se puede llevar por delante a la paz en el área. El régimen de Maduro, digamos, parafraseando a Marx: no es una tragedia, no es una farsa, sino una “comiquita” pero, que nos hará llorar a todos los venezolanos por lo que el Mundo vendrá con sus pañuelos a secarnos las lágrimas, pues en el país no hay. No vienen en la caja de los Claps y el carnet de la patria no da para ello.
@eloicito