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La reciente polémica en torno a la propuesta del economista venezolano Ricardo Hausmann, acerca de la posibilidad de una intervención militar extranjera “por invitación” en Venezuela marca una discusión, nacional e internacionalmente.  Inicialmente planteada por Juan Carlos Sosa Azpurua, asoma una cruda realidad.

No creo conveniente deslizarnos por la autopista que justifique o rechace esa tesis en términos moralistas. No se trata de que ésta sea mala o buena. Veamos, hay un evidente desmoronamiento de la democracia en el país y éste, se ve acompañado por unas tenebrosas condiciones económicas; luego, políticas que deben ser superadas, pues alimentan un estallido cuyas consecuencias amenazan la región. El economista Hausmann realizó un diagnóstico. Él, actúa cual médico, al señalar y advertir unos síntomas para los cuales se requiere tal o cual tratamiento.

El liderazgo que conduce Miraflores, culpable de esta desastrosa realidad, observa al Mundo con la lente del siglo XIX y buena parte del XX, específicamente enfocándose en la Guerra Fría. No ve que la geopolítica ha cambiado, mientras vive aferrado a viejos esquemas ideológicos con lo que estimulan la desastrosa situación a la que se refiere la exposición de Hausmann. El desmoronamiento de la URSS aún no ha cerrado su ciclo. Lo tenemos abierto en el país. Miraflores, pretende inscribir al país en una lógica usada, con relativo éxito, en los años sesenta del siglo XX. Lo que permite que surjan otros factores geopolíticos globales para jugar solapadamente y beneficiarse de esos intentos de repetir viejas experiencias, con lo que aceleran la crisis y generan inestabilidad. La geopolítica hace acto de presencia en Venezuela.

Está sobre la mesa el planteamiento. Hay reacomodo de los factores geopolíticos en el Mundo. Venezuela, está en el centro de los acontecimientos. El Mundo percibe que la realidad venezolana es tan grave que no suena extraña esa propuesta de promover una intervención militar extranjera para substituir el actual liderazgo político del país. La gravedad que exuda la realidad lo exige. El problema es cómo hacer para minimizar los costos. No se trata de algo al “voleo”, sino de evitar el aumento de las complicaciones. Por lo que el “Día D” para Venezuela debe ser bien analizado.

El Mundo observa una polémica intención de adecuar el poder de EEUU a la realidad del siglo XXI. Trump lo hace mediante un alejamiento del multilateralismo. Su filosofía genera confusión y aumenta la incertidumbre general. Él busca engrandecer el liderazgo de EEUU en este siglo XXI. Sabe que no hay un liderazgo que se compenetre ontológicamente con esta centuria. Todavía EEUU, es el país que moldea los valores del Mundo. Según Martin Jaques, el historiador inglés, China se convertirá en el gran poder que hoy disfrutan los EEUU. Pero, por ahora, están en pleno desarrollo.

Es por ello que el Dr. Kenneth Ramírez, Presidente del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI) lo hubo de señalar en el evento Escenarios Datanálisis 2017 celebrado el pasado 16 de noviembre de 2017 en el Hotel Eurobuilding -mucho antes que Hausmann-, que la Administración Trump considera distintas opciones para resolver la crisis venezolana, no siendo descartable en absoluto, escenarios de intervención armada en su versión humanitaria o tipo Panamá. Tómese en cuenta, entre otras cosas, la impredictibilidad de Trump y el duro discurso de la Embajadora Nikki Haley en la reunión celebrada en la ONU bajo la “Fórmula Arria” el 13 de noviembre de 2017. Hablamos de análisis de probabilidades, otro debate es si esto es conveniente o no, y a quien podría resultarle beneficioso.

Trump, está entrampado por dos realidades: interna y externa. La primera: las próximas elecciones para renovar el Congreso de EEUU. De perder su mayoría, Trump, se las verá muy negras. Él, aparentemente, no sabe manejar, con habilidad, el cabildeo político; lo que dificultaría su mandato. El requerirá de un golpe efectista que revitalice su actual realidad. Con el Twitter no lo puede hacer. Por lo que le queda el frente internacional para lograr ese proceso. Trump tiene frente a sí la posibilidad de utilizar la política exterior como medio de lograr la cohesión interna que le permita salir bien parado en la próxima confrontación  electoral legislativa. Para ello, sopesa un espectro de temas: China, Rusia, terrorismo islámico, Irán, Corea del Norte, narcotráfico y el régimen venezolano. Con los dos primeros mantiene una relación estable en el marco de una gran complejidad. Luego, el terrorismo islámico es un nudo en la garganta de EEUU y del Mundo. La globalización no encuentra la forma para minimizar los costos de ese inusitado elemento, muy peligroso para la paz y seguridad internacionales. Está el caso de Irán que  trae consigo diversos elementos que complican su relación: petróleo, el Medio Oriente, el arma nuclear y particularmente Israel. Bastante difícil una aventura en este frente.

Está el narcotráfico. Hay que destacar que en varias ocasiones el régimen venezolano ha sido acusado de ser cómplice de esta actividad y las sanciones de EEUU al Vicepresidente de Venezuela por supuestos vínculos con este flagelo. Falta llegar hasta la medula central. Lamentablemente el régimen no hace nada para desdecirse de su supuesta incursión en esta actividad y cuya actitud implica al país en un gravísimo peligro.

Queda Corea del Norte y su régimen cuya naturaleza no se inscribe en la racionalidad occidental. Este régimen amenaza cada vez más sobrepasar los límites y las proporciones de la política. Trump mantiene la tesis de una agenda bélica. El Mundo observa con preocupación la eventual apertura de un conflicto cuyas proporciones aún no se han sopesado claramente. Posiblemente Trump, tenga  la clave. Pero, es muy riesgoso por los factores geopolíticos que se incorporan automáticamente: China y Rusia.

Por tanto, Venezuela luce como lo más manejable. Es, en este sentido, que encontramos pertinente evaluar la propuesta del economista Hausmann, que parece no tratarse de algo escrito irresponsablemente o “al voleo”, sino un intento de trasladar a la opinión pública un debate que ya se está teniendo lugar soterradamente en círculos de Washington. Dice Kissinger: “No todo aquello que suena como algo plausible es correcto, y muchas cosas que son correctas no parecen plausibles la primera vez que se las presenta” (Kissinger, Henry. Política exterior americana, Plaza & Janés, Barcelona, 1971, p.22)

Creemos, están presentes dos posibilidades. Una, la más creíble, en ciertos círculos de Washington se está hablando soterradamente de una intervención en Venezuela y el articulista se hizo eco de ello para generar debate en la opinión pública y observar reacciones; la otra perspectiva, también posible: el articulista fue “sugerido” por altas instancias de Washington, en el sentido de enviar un “Mensaje a García”, como quien dice.

Hay que tener claro que se trata de la seguridad de EEUU, entendida ésta, como la extensión de sus compromisos globales y América Latina como una de sus áreas de influencia. Basta evocar la propuesta de James Monroe y la respuesta de Bolívar. Por cierto, mi compromiso con la historia, me obliga a aclarar un error dentro del artículo de Hausmann: Simón Bolívar invadió Venezuela desde Nueva Granada en el marco de la “Campaña Admirable” el 14 de mayo de 1813, y el título de “Libertador” le es conferido en Caracas el 14 de octubre de 1813, nada de esto ocurre en el “fatídico” año 1814. Hay que respetar la historia en los análisis, pues en 1814, Bolívar estaba huyendo hacia Oriente, pues había sido derrotado por una “rebelión popular” comandada por el “Taita” Boves, como lo desarrolla magistralmente Juan Uslar Pietri. Luego, de este inciso, hay que destacar e insistir que desde ese entonces, América Latina ha sido de interés estratégico para EEUU. No se trata de si es bueno o es malo, justo o injusto. Es la realidad. Para EEUU se trata de su seguridad. Para los latinoamericanos es su dignidad. Venezuela, siempre se movió con habilidad para escapar de esa fatalidad.  Pero, hoy, y desde 1999, el gobierno es responsable de la desgracia que se cierne sobre el país. Miraflores, por su ceguera e ignorancia ha puesto sobre la mesa la fatal sentencia de Tucídides: “los poderosos hacen lo que pueden; mientras que los débiles sufren lo que deben”.

Venezuela, hoy, es un mal ejemplo; no porque signifique militarmente un peligro. El caso es que geopolíticamente su crisis genera zozobra en la región, luego, la crisis humanitaria (nunca vista en Venezuela) por la falta de alimentos y medicinas representa un desafío para EEUU. Es verdad, Venezuela, como peligro, es menor frente a Corea del Norte, pero justamente, por ser menor, es que puede ser utilizado como mecanismo para señalar al Mundo de lo que Trump es capaz de hacer para revitalizar el poderío de EEUU en el Mundo. Hay que ser realistas y no vestirse con el traje de la moralidad. Ello en política es muy dañino. El régimen no lo sabe, pero la oposición tampoco.

Nadie, ni siquiera China moverán un dedo para defender a un régimen corrupto, insolvente y militarista de Maduro. Venezuela es mostrada, internacionalmente, en fotografías, donde la gente se pelea con los zamuros y los niños se pelean entre sí por un pedazo de basura. Tétrico y jamás visto en esta “Tierra de Gracia”.

EEUU está geopolíticamente obligado a tomar sus medidas. Es una grave realidad. El costo para Trump será muy elevado si no toma el “toro por los cuernos”. Ese parece ser la direccionalidad que apunta el escrito de Hausmann. Es injusto, pues viola nuestra soberanía. El propio Miraflores lo ha hecho al hipotecarlo frente a otros factores geopolíticos. Ello ha creado una anarquía y para superarla hay vías “injustas”. Así no nos guste, la mesa está servida. Como diría Hegel: es preferible la injusticia a la anarquía. Venezuela está en la picota. Lo más barato para el país sería que el régimen de Maduro hiciera concesiones en República Dominicana y facilitar un cambio democrático que a su vez le garantice una estrategia de salida. Todos lo sabemos, menos en Miraflores.

@eloicito

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