Del 18 al 24 de este mes se ha realizado el XIX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino y sus resultados son trascendentes para China y para el Mundo; pues, entre otros, proyectan un partido, un gobierno y un país totalmente fortalecidos, al punto que el Presidente chino Xi Jinping, renovado, como es la costumbre, por cinco años, ha sido calificado, de forma inédita, con el más alto honor que se pueda otorgar el “Mao del siglo XXI”. También se ha renovado el Comité Permanente del Partido, su máxima autoridad integrado por siete miembros, todos fieles aliados del Presidente. Detrás del inmenso y faustuoso oropel los desafíos son enormes y muchos parecieran desdeñados.
De los resultados del Congreso y, en particular de la disertación central del Presidente Xi Jinping de más de tres horas, se puede apreciar que, si con Deng Xiaoping se inició el crecimiento económico chino, con Xi Jinping se inicia su transformación en potencia mundial, situación que en nuestra región resulta muy evidente. El Congreso fortaleció los proyectos de expansión económica a escala global en comercio e inversiones. Entre las iniciativas privilegiadas destacan: el ambicioso megaproyecto de inversiones, fundamentalmente en infraestructura, definido como “la nueva ruta de la seda”; pero también el Banco Asiático de Inversiones, que compite para promover una nueva arquitectura financiera mundial.
Otra señal importante y peligrosa tiene que ver con el fortalecimiento de sus fuerzas militares. China reproduce la clásica visión del realismo político en las relaciones internacionales, según la cual la potencia se fundamenta en el poder militar. Preocupa que con esta visión militarista y autoritaria se vaya diluyendo una de las virtudes de la actual actuación internacional china, que tiene que ver con la prudencia y, en alguna medida, el diálogo. Un primer potencial de peligro lo representa su vecindario. Recordemos China enfrenta y promueve varios conflictos territoriales con sus vecinos, como es el caso en el mar de China meridional o la India, por mencionar algunos. El fortalecimiento militar se podría acompañar, como tiende a ser usual en las potencias, con soberbia y autoritarismo, ingredientes nefastos para la paz y la seguridad internacional.
El Congreso ha privilegiado la agenda internacional, que avanza exitosamente y avizora mejores resultados, de los graves problemas internos la atención se ha concentrado básicamente en la creciente corrupción del partido y del gobierno, un tema especial para Xi Jinping, quien ha desarrollado una estrategia brutal de enfrentamiento, que reporta cifras tales como: 170 funcionarios, entre ministros y viceministros, despedidos y algunos en la cárcel; también en el sector militar se registran más de 60 generales investigados y despedidos (según BBC Mundo).
La lucha contra la corrupción es una de las banderas fundamentales del Presidente; empero, los críticos estiman que le ha permitido realizar una de las mayores purgas de la historia, comparable con la revolución cultural de Mao y, con ella, ha despegado su camino al poder absoluto en el partido y en el país.
Ahora bien, la agenda de problemas es amplia y, en su mayoría resultaron ausentes en el Congreso, entre otros, destacan: el incremento de la pobreza particularmente en las zonas rurales; el radical rechazo a la diversidad en particular en aspectos políticos, filosóficos y religiosos. Un tema tabú para el partido comunista y de gran sensibilidad para la Comunidad Internacional, tiene que ver con el genocidio cultural del Tíbet. También la agenda económica registra problemas, pues se va agotando la capacidad de crecer y atraer inversiones, lo que puede generar mayores problemas sociales y, parte de los cuellos de botella, tiene que ver con los resabios de intervencionismo y control que conserva el partido comunista; es decir, la falta de libertad para la iniciativa individual.
Al abordar el tema chino desde la perspectiva regional, lo primero que resalta es la enorme presencia china en comercio e inversiones, buena parte del crecimiento regional, por el incremento en los precios de las materias primas, principales productos de exportación en la región, ha sido producto del enorme incremento de la demanda china. El pueblo chino moría de hambrunas en la era de Mao, pero con Deng Xiaoping y su capitalismo comunista, empezó a producir, ganar y consumir. Actualmente, en la lista mundial de multimillonarios, incluye varios chinos. Pero esta tendencia no es ilimitada y se está agotando. Por otra parte, reprodujo la reprimarización de nuestra región, aquello del “centro y periferia”, que la izquierda latinoamericana cuestionó al capitalismo de EEUU, pero hace silencio frente al capitalismo comunista chino.
Otro desafío importante, tiene que ver con el caso venezolano, complejo y difícil. La presencia de China en el proceso bolivariano económicamente es muy importante, pero el gobierno chino siempre ha aclarado que no tiene que ver con una relación político-militar, como lo sugiere el falso discurso bolivariano, promoviendo un conflicto mundial. China quiere una relación económica estable y eficiente, por eso en sus inversiones trata de mantener una modalidad de enclaves, para evitar entrar en la terrible corrupción e ineficiencia revolucionaria.
En la grave crisis que estamos enfrentando que se agudiza cada día, el gobierno bolivariano está tratando de involucrar activamente a China, la proyecta como un mecenas que resuelva su peligrosa crisis financiera. Pero China ya enfrenta la complicada experiencia del mecenazgo de Corea del Norte y seguramente no aspira otro nuevo. El respaldo chino será indiscutible, si el tema venezolano entra en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; ahora bien, servir de mecenas incondicional no parece muy dispuesta, por eso últimamente el proceso bolivariano se está inclinando al aliado ruso, más complejo e irresponsable y seguramente dispuesto a ganar espacios en la región sin mayores costos.