Desde 1945, Europa comenzó a cambiar su rostro. Esta vez fueron los tanques soviéticos los que hicieron los trazos de esa nueva realidad. Fue un martillazo lo que cayó en la cabeza de los ciudadanos de estos países. Todos fueron “colonizados” de hecho por Moscú y a la rusa. El fantasma de despotismo asiático se hizo presente en esa realidad tan variada culturalmente que, de alguna manera, el comunismo impuso a Europa del Este. Estaba Polonia  y Rumania, maltratados por la geopolítica; Bulgaria que se identificaba con Rusia por el eslavismo natural y por la religión que pesaba en su manera de comprender la vida. Pero, también Checoeslovaquia, incluso distinta ella, entre sí, los checos y los eslovacos; la Hungría cercana a Austria desde 1867 y la misma Alemania, dividida ella en dos repúblicas: una Federal y la otra Democrática (comunista). Se trataba de contener una energía natural de todas estas naciones que no se identificaban con el comunismo y mucho menos con su versión rusa.

Desde un principio, la oposición al comunismo en estos pueblos se montó en el portaaviones occidental para construir un espacio de la llamada “Europa libre”. Axiológicamente hablando, ella estaba bien lejos del despotismo asiático. Pero, fue un sistema político impuesto por Moscú con sus tanques T-34. En cada uno de ellos había un procónsul que expresaba los valores de la ciudad de las torres de rubí. Desde Gomulka en Polonia, pasando Georges Dej en Rumania, o Dimitrov en Bulgaria, entre otros. Mientras, sus ciudadanos, buscaban silenciosamente romper ese cordón umbilical que emanaba desde Moscú y los estrangulaba. Jrushov, al salir airoso del XX Congreso del PCUS procuró el mantenimiento del statu quo, pero sin los sangrientos métodos impuestos por Stalin. Buscó legitimarse con su simpatía personal, mostrando su dentadura bañada en plata. Se observaba un deshielo a nivel internacional.

El así llamado bloque soviético de países se movía y buscaba respuestas. Polonia, albergaba un resentimiento ancestral que nada tiene que ver con el comunismo sino con Moscú. Cientos de años de enfrentamiento entre ambas naciones. Una, la rusa, cristiana ortodoxa y la otra, Polonia, católica convertida. Ambas, eslavas y compartían un escenario cultural inicialmente parecido, por la similitud lingüística pero, justamente eso es lo que les hacía tan distintos, junto con el dato religioso, luego el geopolítico. Unas veces fue Polonia sobre Rusia y otras veces fue Rusia sobre Polonia. En los últimos años fue Rusia, pero la bolchevique con el traje geopolítico de la URSS la que, al emerger de la Segunda Guerra Mundial victoriosa, se impuso sobre Varsovia con el beneplácito y bendición de Europa Occidental. Churchill movió sus piezas de ajedrez al ritmo impuesto por Stalin y viceversa.

Jrushov estaba atrapado por el dilema de la indecisión política y sus contradicciones internas. Éstas, lo acosaron. Él procuró romper con la metodología estalinista, mas la realidad lo invitaba a intervenir con sus tropas en ese espacio europeo que se rebelaba contra el Kremlin. Los polacos llegaron forzados a un modus vivendi, quedar en el bloque amistoso con Moscú y permitir ciertas ligerezas y sin intervenciones. En tanto que Hungría era más difícil. El país de los magiares y del tocay, de Budapest, ciudad imperial enmarcada en una tradicional relación austro-húngara, no aceptaba fácilmente la presencia del comunismo en su suelo. Éstos, aprovecharon las veleidades de Jrushov, al denunciar los crímenes de Stalin y su inclinación a buscar la “coexistencia pacífica” con Occidente, para afirmarse autónomos y soberanos políticamente.

La revuelta húngara se hizo presente. Exigía su independencia. Moscú estaba contra la pared.  Repetimos, la realidad hizo a Jrushov descender al terreno tradicional y a lo ruso; resolvieron ese impasse. Jrushov ordenó al ejército soviético intervenir en Hungría. Ella fue sido invadida en noviembre de 1956. El saldo de muertos y heridos fue inmenso. Tanques motorizados se pasearon por los bulevares de Budapest e impusieron un toque de queda. Moscú no toleraría “veleidades” independentistas. Curioso, el hombre que sugirió la intervención fue el entonces Embajador soviético en Budapest: Yuri Andropov. Éste fue Secretario General del PCUS y facilitó el ingreso a la escena, pues actuó en calidad de padrino político de Gorbachov. Él, fue quien sugirió el desmantelamiento de toda la estructura soviética sobre Europa que se encontraba bajo las botas de Moscú.

Jrushov se movió hábilmente en los límites del comunismo soviético. Internacionalmente fue más difícil. Había que salvar el imperio rojo. Una evidente contradicción. ¿Se trataba de imperio o del comunismo como idea? El tratamiento a Polonia y a Hungría abrió las venas cerradas del comunismo. Muchos políticos proclives al comunismo, observaron que el proclamado “deshielo” sufrió un retroceso significativo. Jrushov asumió el traje de Stalin con métodos más suaves, pero represivos al fin. En la propia URSS, fueron muchos los arrestados, entre ellos viejos rivales en la nomenclatura comunista que recibieron colateralmente, su dosis de castigo por enfrentar al regordete líder cuya dentadura mostraba, repito, una sonrisa, bañada en plata, pero que mordía duro.

Jrushov se reinventó. Propuso una nueva visión para las relaciones internacionales. Superar la economía capitalista, competir con el enemigo de clase, sin la amenaza de acabar con el por la vía bélica. No había que recurrir a la guerra o a la tensión internacional. Esto fue de la boca para fuera, o quizá era su desiderátum. Las cosas en política no responden a los deseos ni buenas intenciones. Jrushov pretendió superar a EEUU en la producción de mantequilla, por ejemplo, mientras se movía en el terreno internacional para desplazar a éstos de sus zonas de confort. El comunismo se convirtió en una agencia de turismo. Éste fue un intento, enmarcado en el idealismo político, por revitalizar la creencia enla maltrecha utopía comunista. La guerra contra Hitler la ayudó, pero las realidades le generaron cansancio y como dice un periodista inglés: “Las interpretaciones son libres, mas los hechos son sagrados”. La economía soviética era muy atrasada y lo único que la fortalecía era la actividad vinculada al gasto militar; ello le perjudicó a Jrushov más adelante.

A diferencia de Stalin, quien sacrificó a numerosos cuadros militares, para evitar el bonapartismo político, Jrushov encontró en estos su tabla de salvación. Hubo intentos por sacarlo del poder. No obstante, los militares, cuyo prestigio, bien ganado, estaba intacto, inclinaron la balanza a favor del estrambótico líder del Kremlin.

Jrushov fue audaz en política exterior. Viajó mucho y por todas partes sonreía con su dentadura plateada. Él, dueño, por herencia y formación ideológica, fue un cultor de esa visión maniquea de las relaciones internacionales. Ella, respondía a una concepción errada e ideologizada del mundo exterior, especialmente con los EEUU. Jrushov, fue un seguidor de Stalin en esa materia. El mundo exterior era el enemigo principal de la URSS; no obstante, su mérito, consiste en que observó el enfrentamiento con ese Mundo desde una perspectiva distinta e impuso la urgencia de aplicar la “coexistencia pacífica”. Se podía escoger un escenario distinto para ganarle la batalla al capitalismo. No necesariamente tenía que ser con la guerra. Competir, competir y competir, para ganar, pero sin necesidad de la guerra. El determinismo histórico que tanto le ha hecho daño a las ciencias sociales encontró en Jrushov un elemento justificativo de esas tesis voluntaristas. Al final el comunismo triunfaría sobre el “podrido” capitalismo. Para ello, según Jrushov, había que ser duro e insistente, de otro modo serás un debilucho en las relaciones internacionales.

Jrushov fue ridiculizado por todos, inicialmente por Stalin por su escaso contacto con la cultura diplomática. Él logró sobreponerse de sus limitaciones. Las comprendía. Aprendió mucho y rápido. Siempre con su sonrisa al frente. Rompía el rígido y tradicional estilo del Kremlin; tocaba el hombro de sus interlocutores y mostraba simpatía en el trato. Sin embargo, para un comunista era difícil “tragar” esa metodología. Para éstos, la alianza con Moscú no se podía lograr, paradójicamente, sino con la fuerza. El movimiento comunista internacional, alimentado por la ubre moscovita bajo la creencia de la inefabilidad de Stalin con su prestigio de hombre de hierro y victorioso en la Segunda Guerra Mundial, no observaba a Jrushov como el gran líder del Kremlin. Era visto como un obstáculo para el movimiento comunista mundial. China, aprovechó esa percepción que había acerca de Jrushov, como excusa, para explotar las grandes contradicciones presentes a lo largo de la historia entre Moscú y Beijing. Mao Zedong, Zhou Enlai y otros dirigentes del todavía gigante dormido fueron muy hábiles y se distanciaron de Moscú, previo acusar a los soviéticos de ser unos tigres de papel.

El anti-stalinismo de Jrushov fue usado como excusa para que muchos rompieran el cordón umbilical que Moscú pretendía imponer al movimiento comunista internacional. Comenzando con Beijín. Los vietnamitas igual, aunque desde otra perspectiva. Luego, Albania se cerró y fortaleció la creencia de que Stalin había sido traicionado por Jrushov. El líder albanés Enver Hoxha construyó una autarquía de corte medieval en plena Europa adriática. Para todos éstos, Jrushov, era un revisionista peligroso. Con China las diferencias florecían como la primavera. Éstas se profundizaban. Para Jrushov, Mao Zedong era una especie de malagradecido y luego, un peligro para la paz mundial. En tanto que para Mao, Jrushov era un revisionista, derrotista y un hombre sin principios comunistas firmes. Lo comparaban con Tito, líder de Yugoslavia, quien profundizó la división del movimiento comunista internacional al rechazar integrarse a un esquema supranacional que limitara las posibilidades de su país, particularmente si ese esquema estaba al servicio de Moscú.

Para Jrushov lo importante era EEUU. Hacia ese país se volcaron todas sus energías diplomáticas. Era normal. Ambos países compartía una rivalidad geopolítica y por la cual podían hacer saltar al Mundo en pedazos, pues disponían de un considerable número de armas nucleares como para que la tierra desapareciera en varias ocasiones. La URSS, bajó el mandato de Jrushov alcanzó considerables espacios en el terreno espacial. El primer satélite, de nombre Sputnik, la perra Laika; Yuri Gagarin el primer cosmonauta que dio vueltas a la tierra, por primera vez; igualmente Valentina Tereshkova, la primera mujer que viajó al espacio; otros individuos también lo hicieron; la cohetería soviética avanzaba hacia una dirección que puso a pensar a EEUU. El Mundo pendía de un hilo. Jrushov, con su voluntarismo estaba decidido a superar a EEUU; no sólo en la producción de mantequilla, como él dijese en una ocasión, sino en el plano espacial, con el objetivo fundamentalmente militar. Su desiderátum derrotar y enterrar al capitalismo con la “coexistencia pacífica”, como política exterior, cuya diplomacia fue emblemática. Jrushov visitó varios países, a diferencia de Stalin quien lo hizo, sólo a Potsdam y Teherán.

El líder regordete del Kremlin promovió el armamentismo a gran escala, colocando el acento en el convencional. Si bien es cierto que él buscaba hacer valer las ventajas del comunismo sobre el capitalismo, no menos cierto es que él reconocía que la URSS estaba en desventaja en el plano económico, tecnológico y militar. Al mismo tiempo promovió su política de coexistencia pacífica a nivel planetario. Incursionó en espacios del Mundo subdesarrollado o como les llamaron del Tercer Mundo. Todo a fin de anexarlo en el plano ideológico a favor de la URSS. En estos la URSS realizó grandes inversiones financieras y militares. El comunismo se proyectaba globalmente. América Latina fue objetivo y encontró en Cuba un nicho de oportunidades que puso al Mundo en peligro de desaparecer por esa osada intromisión suya en esta zona de natural esfera de influencia norteamericana.

@eloicito

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *