En el Mundo encontramos experiencias que están profundizando la IV Revolución Industrial definida, para algunos, como el proceso de la informática y la robótica ocupando el mayor espacio posible, incluyendo nuestra vida cotidiana. En este contexto, se van tornando reales procesos que parecían de ciencia ficción, es la generación de nuevos materiales, la impresora 3D o el concepto que va avanzando del internet cuántico. Ahora bien, la dinámica global es compleja y profundamente contradictoria y no pareciéramos muy interesados en enfrentar sus consecuencias adversas, que también están creciendo significativamente y tienen que ver, entre otros, con exclusión, desasosiego, rechazo.

En este ambiente de cuestionamientos desproporcionados a la globalización se van cultivando sentimientos irracionales de nacionalismo, religión, xenofobia o personalismo obsesivos. Para enfrentar el problema urge un abordaje creativo y multidisciplinario, privilegiando la educación, la formación de valores y la comprensión de los sentimientos.

Una de las limitaciones que podemos apreciar sobre el tema de la globalización es que tiende a identificarse como un fenómeno eminentemente económico y, desde esa perspectiva, el abordaje se presenta limitado y, en alguna medida, cargado de radicalismos. Para los liberales radicales el proceso global es automático, lineal e inexorable. Tiene que ver con la enorme potencialidad creativa del ser humano que no tiene límites y se impone ante cualquier barrera. Por el contrario, para los críticos, con alta carga de marxismo, es un proceso perverso, destructivo y de carácter hegemónico. Los dos extremos no comprenden que el proceso tiene un poco de todo eso y mucho más, pues es un fenómeno social, marcado por la impronta dinámica, diversa y contradictoria de lo humano.

En estos últimos meses se ha tornado muy evidente el carácter contradictorio de la globalización, entre otros, con el incremento de los egos obsesivos, mesiánicos y autoritarios a lo largo del planeta; pero también, los movimientos nacionalistas y religiosos de carácter, conservador, xenofóbico, excluyentes. En este contexto, las diversas manifestaciones de radicalismos, como la ultraderecha o los populismos radicales, van encontrando puntos de coincidencias en su rechazo la dinámica global. También en esta perspectiva crítica encontramos un irracionalismo oportunista; mucha manipulación, que ahora algunos definen como “postverdad”.

Claro que la dinámica contradictoria del proceso global genera exclusiones, en particular de los más débiles; pero también genera importantes beneficios, particularmente en la promoción de bienestar social. Lo que significa que para lograr equilibrios en el proceso global se requiere de una clara y concertada intervención humana local y mundial. Las soluciones giran en torno al multilateralismo, la integración, la cooperación y la negociación para el establecimiento de límites y controles al proceso global. No es la mano invisible, ni la fuerza revolucionaria y destructiva, lo que pueden resolver la compleja realidad que estamos viviendo; por el contrario, es el trabajo multidisciplinario, la promoción de la educación y de los valores éticos, la conciencia ciudadana y la conformación de una gobernanza mundial negociada lo que podría ir calmando las fuerzas negativas de la globalización.

Con la denuncia de los acuerdos y organismos internacionales, la promoción de las hegemonías unilaterales, el rechazo a lo diverso y a los contrarios, sólo estaremos cultivando mayor violencia social. Enfrentar de forma efectiva temas como el terrorismo, las migraciones, el incremento de la pobreza y la violencia; nos exige de mayor negociación y cooperación. Ni la creación de nuevos Estados nacionales, la eliminación de los acuerdos que abren y consolidan mercados o de acuerdos que ponen límites supervisados a la carrera armamentista, se pueden resolver las contradicciones de la globalización; todo lo contrario, con integración, cooperación y negociaciones es que se pueden crear condiciones más favorables para identificar los problemas y construir soluciones.

Una de las opciones tiene que ver con una mayor democratización de las relaciones internacionales, que permita la activa participación de la sociedad civil tanto en la construcción como en la administración y revisión de los regímenes internacionales que definen reglas claras y equilibradas. Pero como bien sabemos el funcionamiento estable y eficiente de tales regímenes se fundamenta en la conciencia ciudadana. No es el uso de la fuerza lo que determina el éxito de estos esquemas, es la voluntad de participación y la responsabilidad en el cumplimiento de los compromisos pactados.

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