El pasado martes 10 de octubre el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI) y la Academia de la Historia, gracias a la colaboración de la Alcaldía de Chacao, realizaron un foro acerca de los 30 años de la incursión de una nave de guerra colombiana en nuestras aguas soberanas. Esa acción que llevó a cabo el gobierno colombiano puso en peligro la paz entre ambos países y la tranquilidad regional; pero, también puso a prueba la seriedad de la política exterior de la democracia.
Partimos de la concepción, según la cual la política exterior es la “…conducta de un Estado frente al mundo exterior” (Leu, Hans-Joaquin, Estructuras internacionales, UCV FCJP, Caracas, 1976, p.18) Ella resume los valores de toda una sociedad y no de un individuo o una parcialidad ideológica-política en particular que detente el poder circunstancialmente. La actitud de Venezuela durante esa crisis observó dominio y racionalidad frente a la realidad internacional, particularmente ante Colombia y su “jueguito”, peligroso por demás, de incursionar con una nave de guerra en nuestras aguas territoriales.
Este foro, tuvo como ponentes -quienes expusieron en este orden- a: el Embajador Leandro Area, Vice-Almirante Jesús Enrique Briceño García y el Dr. Edgar C. Otalvora. Todos concluyeron desde perspectivas metodológicas distintas, pero coincidentes en algo fundamental: Erase una vez cuando hubo política exterior y lamentaron su desaparición. Pero, también destacaron la urgencia de su reinstitucionalización. Tenemos 18 años con una política exterior errática, incoherente que raya en un desequilibrio de objetivos, donde fundamentalmente el interés nacional ha sido borrado, no sólo de los textos oficiales, sino de nuestra mentalidad. 18 años de entrega a factores exógenos conjuntamente con las riquezas nacionales. No hay objetivos ni se sabe cuál es el rumbo a tomar.
El Foro destacó, y así lo entendimos: ojalá nunca lleguemos a una situación similar en la proximidad de los tiempos, pues la realidad interna e internacional del país es muy frágil. En las relaciones exteriores no hay hermandad ni amistad permanente, sino intereses permanentes, parafraseando a Lord Palmerston. Los actores juegan y Colombia lo sabe hacer duro.
La política exterior de la democracia fue consecuente con el país. Ese incidente puso a prueba al país democrático, a sus entonces FFAA y al Presidente Jaime Lusinchi quien navegó por ese proceloso mar de contradicciones para evitar hundirnos en un conflicto cuyas consecuencias todavía las estuviéramos contando. No hubo desplantes ni arrebatos lanzando “10 batallones de tanques a la frontera” sin planificación alguna; por el contrario, todo fue de conformidad al principio de la política: minimizar los sacrificios y maximizar la posibilidad de ganar; y Venezuela ganó, pues Colombia retrocedió de esas aguas territoriales sin disparar un tiro. Fue siempre una política exterior al servicio de toda la nación y no del arrebato de algún iluminado. Hay que re-institucionalizarla como a toda Venezuela tras 18 años de socialismo bolivariano.
@eloicito