En estos tiempos adversos en los que Venezuela padece el trance de la dictadura y sus ciudadanos enfocamos nuestras luchas en el rescate de la libertad, la democracia, el respeto por la dignidad, los derechos humanos y la soberanía, se cumplen treinta años de una experiencia histórica que incluye, en el caso venezolano, la reacción unánime de los componentes del hacer y del sentir nacional a favor del liderazgo político de aquellos tiempos, que parecen remotos a la luz de las comparaciones, cuando en agosto de 1987 un buque de la Armada Colombiana, el ARC Caldas, irrumpió sin más en áreas marítimas territoriales venezolanas.
Se creaba así un escenario de conflicto que de no haber sido por los elementos antes apuntados de coherencia institucional y compromiso democrático, fortalezas todas administradas bajo la gerencia prudente y asertiva de la diplomacia que supo con muy bajo perfil, como corresponde, sumar y evitar, habría generado hechos de consecuencias irreparables para la relación bilateral colombo-venezolana de equilibrio histórico inestable, es verdad, pero hasta hoy sin rupturas trascendentales que lamentar.
El fantasma de la guerra aparecía, como nunca antes en esos días de agosto de 1987, hace 30 años, de la manera más cruda, repentina y sin tapujos. Tan solo la firmeza política de Venezuela y el cálculo de las consecuencias de sus actos por parte de aquellos otros promotores de la trama que dieron marcha atrás a regañadientes pero en todo caso a tiempo, acompañados ambos y bien aconsejados por la Comunidad Internacional, hicieron desactivar el absurdo escenario de una confrontación bélica entre dos vecinos tan hermanos.
No es fecha pues digna la de hoy, por esas dos razones apuntadas, para celebraciones u onomásticos, al contrario, aunque sí para aprovechar y sugerir enseñanzas, precauciones y prevenciones sobre contextos de posible ocurrencia en el futuro, que manejados con turbia intención e irresponsabilidad de unos o de otros, o de ambos, o de tercerías, pudieran repetirse y provocar un tumulto o una guerra en un mundo distinto.
El escenario internacional de hoy es el de intereses geoestratégicos desalineados y el de las ambiciones de ideologías políticas fracasadas pero vigentes que corren desbordadas, sin dirigencias políticas mundiales o regionales de contrapeso real y disuasivo o preventivo, siquiera conciliatorio, ni frenos institucionales, ni paradigmas morales o teorías creíbles para definir salidas exitosas y ponerlas en práctica.
En tal sentido, para ampliar la comprensión de estos eventos tan puntuales, valdría la pena recordar en ejercicio de prudencia académica y memoria selectiva, aunque sea somera e indicativamente, los hitos más relevantes, los escalones de esa larga y escabrosa escalera que explicarían las razones elementales de aquél desaguisado que significó la provocación de Colombia a través de la ya mencionada Corbeta Caldas en áreas sobre las que Venezuela ha ejercido y ejerce soberanía plena por tratarse de áreas marinas y submarinas en las que sin discusión se ejercen derechos reales, históricos, vitales y simbólicos de trascendencia soberana.
Y habría que subrayar a favor de lo expuesto que un ejercicio intelectual en la perspectiva que otorgan los treinta años cumplidos y transcurridos sobre esta materia y su recordatorio ciudadano, quiere poner al tanto a la juventud venezolana y a otras gentes de estos tiempos, absorbidas por distintas prioridades, intereses, necesidades y luchas, de lo ocurrido en esta fundamental materia de nuestra vida republicana, sobre todo en Democracia. Ello a objeto quizás de sensibilizarlas de la manera más sensata y cabal sobre aspectos que sobrepasan lo coyuntural de ese agosto de 1987 y que constituyen temas, políticas de Estado vitales de nuestro pasado, presente y futuro como nación y continente, a saber: su soberanía, su dignidad y su capacidad para elaborar respuestas inteligentes ante problemas y conflictos futuros. En suma, observancia de nuestra razón de ser como entidades políticas e independientes y amantes de la integración, frente a torvos intereses mezquinos.
Proteger las fronteras es conservar la paz hasta que estas al fin desaparezcan.
@leandroarea