Las sorpresas en política existen. Stalin tras recorrer un camino sangriento, se consolidó en el poder. La vieja guardia bolchevique había sido decapitada. Faltaba Trotsky quien residía en México, país al que logró escapar, tras varios intentos de asesinarle. El país de los “manitas” lo recibió como siempre fue: “México lindo y querido”. El tequila que no sabe al vodka, pero es tan fuerte como ella, ayudó a comprender a ese país. “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los EEUU”, decía Lázaro Cárdenas citando a Porfirio Díaz, en tanto que Trotsky se encontraba cercano a EEUU, país que en alguna ocasión disfrutó, pero, bien lejos de la URSS. Estaba a salvo. Eso creía Trotsky, el brillante intelectual, prestado a la revolución. Como buen visionario intuía una debacle histórica. No pudo ver confirmada su intuición, pues sucumbió ante un piolet en manos de Ramón Mercader, el hombre al servicio de Stalin que amaba los perros.

La guerra ya sonaba sus tambores. Hitler en el poder, completó el binomio con Mussolini, en Italia y Alemania; luego, Stalin en la URSS y ese grupo de militares japoneses forzaron al Emperador del país del sol naciente a ingresar en el torbellino bélico que arrastró al mundo a la Segunda Guerra Mundial. 1938, año del gran acuerdo de Múnich. Hitler realizó ese acuerdo con las poderosas democracias de Europa. Chamberlain al frente, mientras Churchill en la oposición, protestó y esperó el desenlace para actuar contra ese “suicidio” que había cometido Chamberlain. El líder histórico inglés esperó que la URSS, para él Rusia, actuase. Ella, era un enigma decía el bulldog inglés, pues el año siguiente, 1939, Stalin firmó un Pacto con Hitler, bautizado como el pacto de no agresión Ribbentrop –Molotov a fin de repartirse una buena parte de Europa.

Para Jrushov era natural esa expansión iniciada por Stalin, pues gracias a ese acuerdo con el Führer, la URSS se garantizaría un espacio para resistir cualquier ataque. Repetimos, las sorpresas en política existen. Lo que todo el Mundo veía, Stalin lo había previsto, mas no pensó, según indican los especialistas, que Hitler se podría lanzar a la aventura y atacar a la URSS, mientras se enfrentaba a Europa. Stalin calculó mal. La URSS fue atacada en verano de 1941.  Jrushov se encontraba en Kiev al momento de producirse el ataque y observó con lágrimas en sus ojos como el Ejército Rojo se batía desordenadamente en retirada. Estaba en shock, como toda la dirigencia comunista. Ésta, recuperó la calma cuando el Ejército Rojo -o, lo que quedaba de él, tras las absurdas purgas estalinistas, en las cuales Jrushov, jugase un papel destacado, siguiendo las órdenes de Stalin- inició el tortuoso camino de recuperar espacios y comenzar a voltear la tortilla, como quien dice, e ir a la victoria final. Jrushov fue un comisario político en el frente de guerra. Participó como un hombre valiente. Stalingrado fue la ciudad donde él construyó su liderazgo. Conoció las vicisitudes de la guerra e incluso a nivel personal. Su hijo mayor murió en el frente al defender a Moscú en los primeros momentos de los ataques alemanes sobre esa ciudad.

Al finalizar la guerra él volvió a Ucrania para reforzar el comunismo el cual afectó seriamente su realidad en esas tierras, gracias a las políticas de Stalin: hambre y terror. Ya en 1945, Stalin daba señales de debilitamiento psíquico. La senilidad lo arropaba. Jrushov lo comprendió. Era cuestión de tiempo. Mientras el tiempo transcurría, Jrushov “protegió” a los ucranianos de la furia de Stalin, quien se mostraba disgustado con la poca participación de Ucrania en la defensa de la URSS frente a Alemania. Cuestión de interpretación. Stalin buscaba castigar al pueblo ucraniano, tal como lo hizo con los tártaros, chechenos, ingusetios y calmucos. Jrushov asumió un gran riesgo, pues ha podido ser víctima de la paranoia de Stalin. El hombre regordete cuya sonrisa era bañada por una cobertura plateada, fue llamado a Moscú a integrar la más alta posición del Partido, junto con Stalin. El Kremlin era un escenario tenebroso; una pesadilla. Stalin enfermó de paranoia y todo un círculo de alacranes que se picaban entre sí para recibir la bendición del “Padrecito” Stalin. Una locura total, hasta que éste, cerró los ojos tras batallar, íngrimo y sólo con un ACV que le afectó mientras descansaba en su casa de descaso en las afueras de Moscú. Stalin murió y el Mundo respiró; sobre todo Jrushov quien le amaba, respetaba y temía.

Fue el heredero de Stalin. Ello era una gran responsabilidad. Especialmente cuando no hubo testamento y éste murió ab intestato, como dicen los abogados, pero Jrushov se impuso sobre el resto. Comenzó el deshielo interno y externo.

En febrero de 1956, se celebra el XX congreso del PCUS; al cual, como escribiésemos anteriormente, asistió el venezolano Pompeyo Márquez -quien acaba de fallecer y a quien rindo más que honores. Jrushov, valientemente, hizo público un informe que según indican los especialistas, fue devastador para la cultura comunista. Este informe condenaba a Stalin por crímenes cometidos contra miles de seres humanos, abuso de poder, sentar las bases para la inseguridad en la URSS y entorpecer el libre desenvolvimiento del ciudadano soviético, sometiéndolo a un régimen de terror. En el informe se detalla como, por órdenes de Stalin, se obtenían confesiones y se instauraban mecanismos para obligar a ciertas personas a acusar a otros de crímenes abominables contra el socialismo. Eran acusados de ser de la derecha apátrida y traidora al país.  Según dicen, el propio Jrushov enfermó ante sus propias palabras. El silencio fue escandaloso. El informe fue una condena abierta a la criminal forma de cómo Stalin llegó a construir la “sociedad más justa del Mundo”. Ese informe abrió las perspectivas para replantearse la adhesión de muchos comunistas en el Mundo al “Vaticano moscovita”. Comenzó, como dijimos el deshielo. Éste introdujo un aire refrescante al ambiente sombrío y sangriento que exhalaba el Kremlin bajo Stalin. El comunismo obtuvo una nueva oportunidad bajo Jrushov.

Jrushov inició el proceso de desestanilización de la URSS gradualmente. Elogió la economía de mercado, mirando hacia atrás, al destacar el papel clave de Lenin y su Nueva política económica. Desde el punto de vista internacional para la URSS, ese informe replanteó una nueva arquitectura del poder desde la perspectiva de la coexistencia pacífica, su caballo de Troya. Para el Kremlin, como el elemento que conducía a esta nación todopoderosa, significó una gran contradicción. Ella controlaba territorios que se iniciaban en Vladivostok y culminaban en Berlín. ¿Cómo compaginar el comunismo con la democracia? Para Jrushov y para el resto de la dirigencia soviética, esa contradicción, fue relevante, pues marcó a la política  exterior soviética a lo largo de su existencia, hasta que la dirigencia soviética hiciere suya la frase de Mano e ‘Piedra: “ya no más” y se derrumbó en 1991.

@eloicito

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *