La Primera Sesión de la 29° Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA se inauguró en Washington el pasado 31 de mayo, con el propósito de hallar una respuesta a la crisis venezolana como el desafío regional más urgente del presente. Se presentaron sendos proyectos de resolución: uno de parte del G-14 –los Estados miembros más críticos hacia el régimen de Maduro– encabezado por Perú, quienes pedían retirar la iniciativa de Asamblea Nacional Constituyente en los términos en que está planteada, ofrecían ayuda humanitaria, y llamaban a la creación de un grupo de contacto; el otro más tibio, sólo llamaba al diálogo entre el régimen de Maduro y la oposición venezolana, siendo presentado por Guyana en nombre de la CARICOM –al detentar la Presidencia Pro-Témpore. Desde entonces, la estrategia diplomática del régimen de Maduro ha sido presionar a CARICOM para obtener una minoría de bloqueo, a través de Estados afines como Surinam y Haití, y de los microestados de la Organización de Estados del Caribe Oriental (la cual agrupa la mitad de los Estados miembros de la CARICOM), a sabiendas de que estas pequeñas islas son las más vulnerables respecto al suministro petrolero y las deudas acumuladas, siendo por la misma razón menos gravoso mantenerlas –apenas 10 mil barriles diarios. Debido a la falta de acuerdo, se decidió dar un compás de negociación, apuntando a la Asamblea General de la OEA que tendría lugar en Cancún entre el 19 y el 21 de junio.
La tarea fue encomendada a una Comisión de Embajadores: EEUU, Brasil, y Perú, por el G-14; y Antigua y Barbuda, Barbados, y Guyana, por CARICOM. Se reunieron al menos en 4 ocasiones hasta que hallaron un texto de consenso, que si bien suavizaba el lenguaje, mantenía los aspectos esenciales del proyecto de resolución del G-14. En los márgenes, la diplomacia mexicana tendía puentes y llegaba a compromisos para apuntarse una victoria diplomática en Cancún; así por ejemplo, lograba cristalizar una Reunión de Alto Nivel entre EEUU, México y el Triángulo del Norte para asuntos económicos y de seguridad en Miami el 15 y 16 de junio, por lo cual El Salvador se habría comprometido a apoyar la resolución.
Al iniciar la Segunda Sesión de la 29° Reunión de Consulta en Cancún, el 19 de junio, todo transcurría según lo previsto. Primero, Delcy Rodríguez se dedicó a negar la crisis humanitaria en Venezuela que consideró una “falsaria”, señaló que había un supuesto “diálogo masivo” y presentó la Asamblea Constituyente como “solución”, además de atacar al Secretario General de la OEA, Dr. Luis Almagro, y rematar señalando que desconocería cualquier resultado de la reunión, para acto seguido, retirarse. Nicaragua y Bolivia le respaldaron. Empero, al solicitar la palabra el Canciller de San Vicente y Las Granadinas, Camillo Gonsalves, el consenso empezó a resquebrajarse. Señaló que no había sido consultado por el resto de CARICOM, lo cual tuvo que ser desmentido por los Cancilleres de Guyana y Barbados, y reintrodujo el proyecto presentado por CARICOM el 31 de mayo. El Canciller de Haití intervino alegando desconocer la propuesta y se quejó por no haber sido circulada en su idioma; mientras la Canciller de Dominica señaló que no se podía pedir a Venezuela retirar la Constituyente. El Canciller de El Salvador, Hugo Martínez, solicitó un receso, el cual terminó siendo aceptado por el resto de sus homólogos, quienes se mostraban perplejos por la división de una CARICOM que parecía no haber negociado de buena fe. Desde tempranas horas, Delcy Rodríguez acompañada de su grande y costosa delegación –un total de 28 funcionarios, lo cual no dejaba de ser paradójico considerando la crisis de Venezuela y el anuncio de su retiro de la OEA en abril pasado–, se dedicó a presionar a los países caribeños. Tras el receso, se decidió votar ambos proyectos. El proyecto “de consenso” obtuvo 20 votos a favor, 5 en contra, 8 abstenciones y 1 ausente (Venezuela), y por tanto, a pesar de recabar gran respaldo, no alcanzó la mayoría de dos tercios (23 votos). El proyecto presentado por San Vicente apenas obtuvo 8 votos a favor, 14 en contra, 11 abstenciones, 1 ausente. El Canciller de Guatemala, Carlos Raúl Morales, quien detenta la Presidencia de la Reunión, la dejó abierta al no haber tampoco votos para cerrarla.
Ya en rueda de prensa, el Canciller de México, Luis Videgaray, aclaró que algunos Estados caribeños que se habían comprometido a votar a favor del proyecto mayoritario, cambiaron de posición en último minuto. Por otra parte, trascendió que la abstención salvadoreña le había desagradado. Esta versión de los hechos, también fue confirmada en un relato que a modo de descargo público de responsabilidades, publicó el Representante de Antigua y Barbuda, Ronald Sanders, en el diario Kaieteur News, donde dejó claro la aviesa defección “pública y sin previo aviso” de parte de Surinam; dando a entender que le secundaron San Cristóbal y Nevis, Dominica y Haití. Según Sanders, Antigua y Barbuda, Granada y Trinidad y Tobago, se habrían abstenido debido a la división que dejó “una CARICOM gravemente herida” y con una credibilidad mermada; agregando que San Vicente nunca se habría sumado al consenso. En cualquier caso, abstenerse después de ser parte de la comisión negociadora no parece una postura seria.
De esta forma, culminó una nueva sesión de la 29° Reunión de Consulta sin resultados prácticos –a pesar de aumentar el número de países críticos con el régimen–, mientras la crisis venezolana se continúa agravando. Tras el sinsabor, 10 países del G-14 emitieron una Declaración que venía a reiterar los puntos del proyecto mayoritario. En resumen, una decepción que puede atribuirse tanto a un reminiscencia del considerable poder e influencia que detentó Venezuela en la región en la última década; a la falta de liderazgo de EEUU que no presionó ni incentivó suficiente a la CARICOM –sin olvidar que el Secretario de Estado, Rex Tillerson, no asistió a Cancún; mientras el Subsecretario de Estado, John Sullivan, que si estaba presente, no acudió a la Reunión de Consulta-; al parroquialismo de algunos países caribeños; así como a solidaridades ideológicas (Nicaragua, Bolivia, y en menor medida el Ecuador de Lenín Moreno que se abstuvo).
Pasada la página, y abierta la Asamblea General de la OEA, el G-14 encabezado por México, no pudo incluir el proyecto de resolución sobre Venezuela, ya que al estar fuera de plazo por confiar que se aprobaría en la Reunión de Consulta, requerían mayoría de dos tercios para hacerlo –¿estrategia poco asertiva del G-14 o estratagema exitosa del régimen de Maduro?–, aunque sólo 18 votos para aprobarlo. Sólo podían entonces incluir un párrafo en una resolución general de Derechos Humanos, pero concluyeron que eso sería una acción simbólica carente de la contundencia necesaria. Por otra parte, tampoco la delegación del régimen de Maduro logró que se aprobase ninguno de sus polémicos proyectos de resolución presentados a última hora, y que buscaran atacar a México, EEUU y el Dr. Almagro. La retórica incendiaria y la falta de majestad con que se condujo Delcy Rodríguez apenas logró entorpecer la Asamblea. Ya casi al final, la delegación parlamentaria encabezada por el Diputado Luis Florido como Presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, la cual hizo grandes esfuerzos para transmitir la voz del pueblo venezolano en los pasillos y salones contiguos, realizó un acto de protesta pacífica.
Todo lo acaecido en Cancún, fue buen reflejo del momento apolar que atraviesa el Hemisferio; donde no hay un liderazgo claro de una, dos o varias potencias globales y/o regionales, sino que existe desorden, deriva e incertidumbre dado que el poder e influencia están muy distribuidos tras el quiebre de la hegemonía de la izquierda foropaulista, y la crisis que ha desdibujado a Brasil como potencia emergente. Incluso EEUU con sus grandes capacidades, bien sea por tener una Administración en sus primeros meses o tener otras prioridades, parece carecer al menos por ahora del liderazgo requerido. La existencia de tantos potenciales encargados de tomar decisiones dificulta su adopción. Esto genera dificultad para construir respuestas colectivas a desafíos apremiantes como la crisis venezolana, y para proporcionar bienes públicos regionales necesarios.
En contextos geopolíticos de apolaridad como el observado en Cancún, lo peor es asumir la inercia que sólo aumenta la gravedad de los retos y las crisis ante la falta de soluciones. Debe modelarse un orden a través de un multilateralismo flexible y pragmático, que más allá del formalismo institucional, coordine efectivamente a los actores más capaces. Ergo, más allá del marco institucional de la OEA, debe explorarse una respuesta a la crisis venezolana. El hecho de que los 20 países que representan más del 90% del PIB y la población del Hemisferio entiendan que la “crisis de Venezuela, no es sólo de Venezuela, sino de toda la región” como subrayó el Canciller de Costa Rica, Manuel González Sanz; y tienen claro qué debe hacerse para resolverla, implica un valioso punto de partida. Bien saben que ya no sólo se trata de las implicaciones normativas en materia de respeto a la democracia y los Derechos Humanos, sino de su potencial impacto estratégico: Venezuela va rumbo a convertirse en un Estado fallido debido al inútil intento de Maduro y su camarilla de aferrase al poder; y las ondas expansivas se sentirán en todo el Hemisferio vía flujo masivo de refugiados, violencia, epidemias y mafias.
A partir de aquí, debemos celebrar al menos que haya quedado abierta la Reunión de Consulta como espacio de presión y discusión; donde se requiere trabajo diplomático de parte del G-14 y la oposición venezolana para consolidar y aumentar apoyos en El Caribe. Empero, la política debe trascender los límites institucionales. Consideramos que ha llegado la hora de impulsar la “fórmula Trudeau” esbozada por el Canciller de Perú, Ricardo Luna, en Madrid el 12 de junio, donde señaló que “no hay que obsesionarse con la idea de que sea la OEA quien la resuelva la crisis venezolana”, agregando que se debe crear un “grupo de contacto” integrado por 3 países cercanos al régimen de Maduro y 3 países cercanos a la oposición, del que salga un mediador, sugiriendo al Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau. Creemos que dicha fórmula debe seguir el ejemplo del “Grupo de Contadora”, el cual fue creado al margen de cualquier organización regional. En esta línea, puede crearse un “Grupo de Ottawa” en apoyo a la mediación del Primer Ministro Trudeau, el cual estaría compuesto por Canadá, México, y Argentina (que ocupa la Presidencia Pro-Témpore de UNASUR y MERCOSUR, y tiene un diplomático de carrera como Canciller, Jorge Faurie), los cuales a través de Uruguay –país crítico con el régimen de Maduro, pero que a la vez ha sido invitado como acompañante de un hipotético diálogo– deben contactar a dos países que se abstuvieron en la votación del 19 de junio, y que también el régimen de Maduro ha invitado como acompañantes, República Dominicana y El Salvador (que ocupa la Presidencia Pro-Témpore de la CELAC). Estos últimos países, no pueden quedarse de brazos cruzados a menos que estén dispuestos a ser señalados como co-responsables de lo que ocurra en Venezuela. Más aún, al explicar su voto, ambos manifestaron apoyar la creación de un grupo de contacto.
Más adelante la “fórmula Trudeau” puede ser avalada en la Reunión de Consulta; y sus miembros deben coordinarse con otros actores clave como la Administración Trump, Colombia, Brasil, El Vaticano y la Unión Europea, para lograr incentivos apropiados que impulsen la negociación (desde préstamos, donaciones, asistencia técnica, salvoconductos y ofertas de asilo; hasta la apertura de investigaciones por crímenes de lesa Humanidad en la Corte Penal Internacional y sanciones).
Cabe destacar, que el Primer Ministro Trudeau goza de relaciones que lo convierten en una figura indicada para una tarea de mediación: por un lado, cuenta con el apoyo de la oposición venezolana –incluso recibió a Lilian Tintori en Ottawa–; por otro, tiene capacidad de interacción con Cuba, cuestión capital tomando en cuenta la considerable influencia de Raúl Castro sobre Maduro. La familia Trudeau tiene excelentes relaciones con la familia Castro, las cuales se remontan a 1976 cuando su padre, el entonces Primer Ministro, Pierre Trudeau, se convirtió en el primer líder de un país de la OTAN en visitar a la Cuba de Fidel, haciendo lo propio en 2016. A pesar de sus críticas al régimen de Maduro, Trudeau ha mantenido abierto el canal diplomático; invitando incluso a Rafael Ramírez –recibiendo críticas por esto– junto a otros Embajadores en la ONU, al musical canadiense Come from Away en Broadway que trata sobre la hospitalidad hacia los inmigrantes, donde llevó simbólicamente a Ivanka Trump en marzo.
Respecto a los intereses de Canadá, debemos señalar que el martes 6 de junio, la Canciller Chrystia Freeland, dirigió un importante mensaje a su Parlamento, donde subrayó que el Mundo está ingresando a una fase post-estadounidense y deben adaptarse rápidamente a las nuevas circunstancias. Esto reflejó el malestar que ha causado en Ottawa el cuestionamiento de la Administración Trump a la OTAN y el NAFTA –dirige a EEUU el 70% de sus exportaciones–, así como con su polémico bromance con Putin, más allá de la habilidad que ha tenido Trudeau en lidiar con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Para Freeland, la seguridad y prosperidad de Canadá descansan en el orden internacional liberal, el cual se ha estremecido con un Trump que cuestiona el rol de EEUU como garante del mismo. Ergo, Canadá debe tomar medidas para proteger su soberanía y fortalecer el orden internacional. En este contexto, la crisis venezolana representa para Trudeau una oportunidad de apuntalar el liderazgo canadiense en un nuevo orden hemisférico, y para Freeland la ocasión de llevar su visión a la práctica.
El Primer Ministro Trudeau, junto al “Grupo de Ottawa”, debe impulsar una negociación de envergadura tendiente a una salida democrática para la crisis venezolana, mediante la retirada de la fraudulenta iniciativa de Asamblea Constituyente, la liberación de los presos políticos y cese de inhabilitaciones, la fijación de un cronograma electoral con observación internacional, el respeto a las competencias de la Asamblea Nacional y la Fiscalía General de la República, y el inmediato suministro de alimentos y medicinas con garantías de que no serán distribuidas de manera clientelar. Venezuela promete ser una faena complicada, pero Trudeau ha demostrado dotes para la tauromaquia. ¿Y usted qué opina?
@kenopina