El historiador Manuel Caballero escribió sobre la Revolución de Octubre que ella: “…entraba así arrastrada por la dialéctica misma de la historia, pues no hacía sino repetir el 93. Apenas triunfó la revolución leninista, una de las primeras decisiones del nuevo gobierno fue erigir en Moscú una estatua a Robespierre. Pero no sólo en la toma del poder los bolcheviques querían imitar a los jacobinos. Por encima de la Convención estaba el poder de los clubes populares, y así por encima de la Asamblea Constituyente e incluso del Soviet estaba el poder del partido” (Manuel Caballero, La Pasión de comprender, Alfadil Ediciones 2005, p.37)

Sirva esta cita de Caballero, pues la Revolución rusa, al ser émula de la francesa; sin embargo, se vio obligada a encontrar mecanismos, muy propios, para imponerse en el tiempo. Son 100 años con muchos elementos importantes. Entre ellos, su política exterior, cuya visión inició -al romper los paradigmas clásicos de las relaciones internacionales, como dijéramos en otros ensayos- una época que permitió, al principio y como fundamento, observar al Mundo desde una perspectiva ideológica.

Los bolcheviques ya en el poder se toparon con una nueva realidad. Salieron de las catacumbas zaristas, apertrechadas con una valentía a raudales luego, dueños de una cultura extraordinaria. Sus conocimientos, anclados, es verdad, en una visión decimonónica, pero que calzaban perfectamente en su realidad: los primeros años del siglo XX. Ellos, los rusos, llegaron a éste y al Palacio de Invierno en Petrogrado, con cierto atraso ontológico, si les comparamos con muchos países europeos. Ellos asumieron la diplomacia con características ideológicas. No obstante, Lenin, marcó su inicio con realismo político. Frente a las posturas de la mayoría de sus camaradas, procuró, incluso frente a Trotsky, quien fuere nombrado Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores de la Rusia Bolchevique, desarrollar una visión paradigmáticamente realista, la cual se imponía sobre la inclinación ideológica; por supuesto, sin desdeñar su tesis de destruir al capitalismo, su enemigo principal.

Tras los cañonazos del Aurora sobre el Palacio de Invierno; luego, tomar el poder en toda Rusia y arrestar a quienes debía arrestar, Lenin formó un gobierno que cabalgó, repito, sobre el deseo de toda Rusia por acabar con la guerra y lograr la paz. Él, fue aclamado por una nación deseosa de paz y él, consciente de su papel, no se dejó embriagar por el alto nivel de popularidad que había alcanzado. Fijó su mirada mongoloide sobre los acontecimientos. Para él, el poder era el elemento que vitalizaba su existencia; por lo estaba muy consciente de sus pasos.

Entre los primeros pasos que realizó en materia de política exterior, destaca fundamentalmente “El decreto de la paz”. Vale decir, una decisión que se alejó de la diplomacia tradicional: acabar con su carácter secreto y sellar la paz sin anexiones y sin reparaciones de guerra. Tal como lo señalara Lenin: “ El gobierno considera la paz inmediata, sin anexiones (es decir, sin conquistas de territorios ajenos por la fuerza) ni contribuciones, como una paz justa o democrática, como la que ansía la aplastante mayoría de los obreros y de las clases trabajadoras de todos los países beligerantes, agotados, atormentados y martirizados por la guerra, la paz que los obreros y campesinos rusos han reclamado del modo más categórico y tenaz después del derrocamiento de la monarquía zarista” (V.I. Lenin, Obras escogidas, Editorial Progreso, p. 485).

Esta postura del hombre fuerte de la Rusia soviética, fue rechazada por los gobernantes de los países implicados en el conflicto sangriento que se desarrolló durante la I Guerra Mundial. Rusia, inició un complejo proceso de negociación, para lo cual hubo de desarrollar diálogos necesarios, para procurar la paz. Tal como lo destaca Renouvin: “El Consejo de Comisarios del Pueblo (así se comenzó a llamar al organismo oficial bolchevique que dirigiría la diplomacia bolchevique) declara enseguida que pretende una paz general. El 21 de noviembre pide a los representantes diplomáticos de la Entente que se asocien a las negociaciones de armisticio, pero no recibe respuesta. Francia, Gran Bretaña e Italia se dirigen al comandante en jefe, el general Dukhonin, y le piden ‘mantener al ejército ruso cara al enemigo común’. En suma, oponen al nuevo gobierno, del que no reconocen el poder, el Gran Cuartel General. Dukhonin responde a esta llamada y lanza una proclama a sus topas en ‘nombre de la fidelidad a las alianzas’, pidiéndoles que apoyen la formación de un gobierno que representara la ‘verdadera democracia rusa’…. El 26 de noviembre  se envía la oferta de armisticio a los Imperios centrales, siendo en seguida aceptada por Alemania y Austro-Hungría” (Pierre Renouvin, Historia de las Relaciones Internacionales, Orbis, p. 94).

Esta realidad hizo que en marzo de 1918, se firmara la Paz Brest-Litovsk con Alemania, tal como Lenin había prometido antes de llegar al poder en octubre-noviembre de 1917. No sin antes encontrar algunos problemas vinculados a la personalidad de Trotsky quien era el Comisario del Pueblo Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores de la URSS. Él, en diciembre de 1917, molesto con los infinitos petitorios de los alemanes para lograr cada vez más territorios, decidió levantarse de las negociaciones y proclamó unilateralmente una política caracterizada por falta de guerra y de paz.

Lenin, procuró a otro personaje para ocupar la función de jefe de la nueva diplomacia bolchevique: Gueorgui Vasílievich Chicherin, quien era el adjunto de Trotsky. Éste, a su vez, se ocuparía de la formación del Ejército Rojo, semilla del hoy, todavía, poderoso Ejército ruso. El sustituto en cuestión fue un extraordinario diplomático. Condujo las negociaciones con gran tino, jamás fue grosero ni insultó a los miembros de las delegaciones que fueron su contraparte. Conocedor a profundidad de la historia; era su pasión, hablaba varios idiomas y moldeó la diplomacia soviética con su estilo aprendido en el seno familiar. Era un aristócrata e inexplicablemente al servicio de un gobierno obrero y campesino; jamás se comportó como algunos diplomáticos que ha hecho carrera a lo largo de toda una vida y de la noche a la mañana se despiertan cuales, comisarios demócratas cristianos al servicio de la obscenidad bolivariana. Chicherin exhalaba una postura típica de un hombre decente, por encima de su condición de un hombre al servicio del bolchevismo. Era un “stiliaga”, al igual que Lenin. Es considerado el padre de la diplomacia soviética e incluso la Rusia de hoy, le considera su fundador.

Hay una anécdota que ilustra su personalidad. Aparentemente tuvo una conversación con el entonces Primer Ministro McDonald de inclinación laborista. El político inglés, todo maravillado con la finura de este diplomático soviético, le espetó una provocación: “Qué cosas tiene la vida Sir, Ud. es un aristócrata de origen y representa a un gobierno de obreros y campesinos; en tanto que yo, provengo de las filas de laborismo inglés y aquí Ud. me ve, represento un gobierno burgués”. Chicherin, le contesto: “Sir, el problema es que ambos somos traidores a nuestras clases, brindemos por ello”. Como dicen en  italiano: “Se non é vero, e ben trovato”.

Para Lenin era urgente la paz. Para él, ella era vital, pues la misma marcaría un respiro para la revolución rusa. Hubo tesis que se enfrentaron a las de Lenin. Bujarin, por ejemplo, hablaba de una “guerra revolucionaria”. Lenin, derrotó todas las tesis que adversaban la suya acerca de la paz. Él, zamarro y ladino se ubicó en el sitio exacto y propuso: es mejor perder, con los poderes centrales, cerca de 800.000 km2, es decir, ceder espacios para ganar tiempo. Cuestión que se logró. La revolución se mantuvo 74 años, hasta que ocurrió la catástrofe geopolítica más grande del siglo XX, en palabras de Vladimir Putin.

El poder bolchevique enfrentó a una guerra civil sangrienta. En la Rusia soviética, luego, convertida en 1921 en URSS, diversas tropas de distintos países, la combatieron. Estadounidenses, ingleses, franceses, canadienses, checos y eslovacos. Todos ellos participaron para combatir el naciente poder soviético. Los bolcheviques derrotaron a los ejércitos blancos. Todos fueron derrotados por el Ejército Rojo, conducido por Trotsky.

Los jefes militares enfrentados al bolchevismo, entre ellos, Denikin, Kolcheak, Wrangel y Kornilov, todos mordieron el polvo de la derrota. Lo que significó un enorme prestigio para el  bolchevismo al triunfar en esa guerra civil. Ella marcó  el futuro de esa sociedad y la manera como ella se relacionaría con el Mundo. Tras ese triunfo, Rusia, sin embargo, no fue reconocida bajo la égida del bolchevismo. Se firmaron acuerdos de paz a sus espaldas. Por ejemplo en Paris, sus diplomáticos no fueron invitados. Alemania y la Rusia bolchevique no estuvieron en los cálculos de los países occidentales. El Tratado de Paris no acordó a la Rusia de Lenin, por ejemplo, la importancia que tuvo la Rusia de los Romanov al principio de la guerra. Ese elemento marcó una tendencia que se haría patética en 1939.

Las realidades son las realidades. Ya en 1921, Lenin y los bolcheviques, reconocieron la importancia de conducirse “tradicionalmente” en materia internacional. La revolución mundial fue una quimera. Por lo que expresaron una tesis, en boca de Gueorgui Chicherin, su jefe de la diplomacia, que nos permitimos parafrasear: “Actualmente el sistema capitalista existe, así que hay que encontrar un modus vivendi con esa realidad. Para la URSS, como naciente Estado, era vital la aplicación de la táctica de la “coexistencia” con el capitalismo.”. Ese fue el objetivo en los años comprendidos entre 1918 y 1930.

Aunque la revolución mundial fue ligeramente aplazada, para los bolcheviques no estaba en sus planes renunciar a sus viejos sueños de destruir el capitalismo. Lenin desde el principio, concretamente desde 1920, propuso aplicar ciertas políticas que produjeran escisiones en el seno de los países occidentales. La alianza entre Alemania y el joven Estado soviético marcaría la pauta en las relaciones internacionales, tras el final de la guerra. Lenin interpretó a Bismarck, quien decía con insistencia: ¿quieres saber el secreto de la fuerza de Alemania?: La alianza con Rusia. Para Lenin estaba claro: Alemania podía odiar a los bolcheviques, pero los intereses fueron determinantes para la paz. Una postura que iba contra la voluntad alemana. Interés y voluntad, dos elementos que hay que ponderar en política.

Esa alianza brindó a ambos la denominación de “Estados proscritos”, pues no tenían apoyo internacional. La Conferencia de Ginebra alimentó con creces esa alianza, al no ser aceptados Alemania, Turquía ni la URSS. Ello se vería más adelante como uno de los errores más grandes de la diplomacia. La URSS y Alemania se aliaron al firmar en Italia, el Acuerdo de Rapallo. Esa alianza se vio acrecentada con acuerdo secretos en materia económica y militar. Éstos, pasaron por encima de las diferencias ideológicas y beneficiaron a Alemania. Sus tropas pudieron entrenarse en secreto en los vastos territorios soviéticos. Ella tenía prohibido, gracias a una decisión de los aliados en Versalles, que tuviese un ejército.

La URSS estaba aislada internacionalmente, por lo que su único aliado era Alemania. Con ésta, en 1926, la URSS firmó un acuerdo más: la neutralidad entre ambos. Una especie de extensión de los acuerdos de Rapallo de 1922. Ambos se comprometían a permanecer neutrales ante el ataque de un tercero y a no agredir a la otra parte en alianzas militares con otros.

La URSS durante sus primeros años mostró una vitalidad al cambiar su percepción sobre las relaciones internacionales. Al principio promovió la revolución mundial, mas la realidad les obligó a repensar la suya y optó por un manejo diplomático serio, no grosero ni vulgar, más bien respetuoso de las formas, pero y fundamentalmente de los límites y las proporciones. Algo que se debe aprender en política. En una próxima entrega hablaremos de Stalin y su política exterior en el marco de estos ensayos acerca de los 100 años de la Revolución rusa.

@eloicito

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *