El Mundo se globaliza profundamente, al extremo que cuando se define la 4ta Revolución Industrial, se destaca la progresiva presencia del internet en lo cotidiano; es decir, nuestra vida diaria cada día más interconectada en redes globales. Es un hecho que a la globalización le debemos muchos beneficios, pero estos días nos ha mostrado una de sus facetas negativas, con el impactante ciberataque global, que según algunos medios estiman ha afectado aproximadamente 150 países. Pero también se ha informado de un nuevo brote del virus del ébola en África. Para los radicales la solución se orienta a romper los vínculos con la globalización, construir muros, fortalecer la soberanía nacional; falsos discursos, que no resuelven los problemas, crean nuevos y evaden las soluciones efectivas que tiene que ver con: diálogo, negociación y cooperación que nos permitan un Mundo global basado en reglas.
Este nuevo ciberataque ha impactado por su extensión y profundidad, según expertos se trata de un secuestro exprés informático a escala mundial. Un virus que penetra un equipo y rápidamente se propaga a todos los equipos que estén interconectados en red y no permite ver la información, denominado como “WannaCry”. Quienes controlan el virus y el ataque exigen un rescate para que el usuario pueda recuperar la información, pagadero preferiblemente en la moneda en red llamada bitcoin, que facilita la impunidad, pues dificulta el rastreo de los infractores. Todo esto ocurriendo en el Mundo de la electrónica, lo que ayer parecía ficción y la capacidad humana lo hace realidad.
Los daños de este ciberataque global, resulta prematuro precisarlos, pero algunos medios contabilizan más de 75 mil afectados, cifra que incrementará en la medida que se pueda conocer la cantidad de computadoras personales afectadas. Por lo pronto, se registran consecuencias en el sistema de salud del Reino Unido y de Colombia; universidades chinas, instituciones públicas y banca privada en Rusia; el sistema de trenes y el Deutsche Bank en Alemania y empresas poderosas como Renault, Telefónica en España, Nissan, BBVA, KPMG, entre otras.
Pero la globalización nos ha dejado ver otras diversas facetas negativas; al respecto, cabe destacar los llamados ilícitos internacionales, entre los que destacan: el comercio mundial e ilegal de personas, órganos, estupefacientes y armas; también se globalizan los virus como el VIH o el H1N1. Igualmente enfrentamos el carácter global de muchos problemas ecológicos, como el efecto invernadero, el debilitamiento de la capa de ozono o el agotamiento del agua dulce, por mencionar algunos.
Frente a estos problemas, los grupos radicales promueven las tesis de la soberanía absoluta y, desde esa perspectiva, rechazan, entre otros, la diplomacia multilateral, las organizaciones internacionales, la integración económica e incluso el comercio internacional. Con la excusa de enfrentar las perversidades de la globalización, tratan de eliminar cualquier obstáculo o limitación a su actuación autoritaria y evitar que sean enfrentados por sus atropellos a los derechos humanos.
Ahora bien, toda la compleja problemática que está generando la globalización, no se resuelve cerrando las fronteras, pues los problemas globales trascienden las fronteras, las soluciones efectivas pasan por el diálogo, la negociación y la cooperación a escala mundial. La dinámica negociadora sobre el Cambio Climático, que concluye con los acuerdos de Paris en diciembre del 2015, es un buen ejemplo del camino que se debería seguir para enfrentar los problemas globales; empero, los radicales minimizan el problema, menospreciando la influencia humana en el incremento del Cambio Climático o lo ridiculizan calificándole como “un cuento chino”.
Los problemas que plantea la globalización exigen de un gran esfuerzo de negociación y cooperación a escala mundial; por tanto, se debería fortalecer la diplomacia multilateral y el papel de las Naciones Unidas; empero, por el contrario, observamos con sorpresa como se incrementan en el Mundo las propuestas nacionalistas que promueven pasiones y votos, pero no resuelven los problemas. Urge una mayor reflexión desde la familia, la academia, los medios de comunicación y la sociedad civil en general sobre los nuevos retos y desafíos que nos plantea la globalización y las soluciones negociadas que debemos construir.