La reunión entre Xi y Donald el pasado abril no fue puro “aire caliente”, como llama Henry Kissinger al formalismo diplomático desprovisto de contenido. La Cumbre de Mar-a-Lago sostenido entre los líderes de los dos gigantes del tablero mundial, trajo como resultado el cierre de un acuerdo comercial bilateral que ha sorprendido a muchos. Existen varias opiniones sobre el alcance y cumplimiento de este acuerdo, pero no deja de ser relevante lo rápido de las negociaciones que han permitido su logro. La sorpresa también viene dada luego que el mismo Donald Trump tildara a China como su principal “enemigo económico” durante su campaña electoral y lo acusara de aprovecharse de EEUU “como nadie lo ha hecho en la historia”; ahora lo presente –al menos de momento– como su nuevo socio comercial, lo que sin duda muestra un viraje retórico frente al gigante asiático.
El acuerdo comercial incluye varios puntos, entre ellos el levantamiento del veto impuesto por parte de China a las importaciones de carne de res provenientes de EEUU, en vigencia desde que en 2003 se detectaran los primeros brotes de la “enfermedad de las vacas locas” a causa de este producto, por lo cual se permitirá nuevamente estas importaciones para satisfacer el creciente aumento de la demanda de carne en el país asiático. Asimismo, existe el compromiso de aumentar el acceso al mercado chino para exportaciones de biotecnología de EEUU. Por su parte, EEUU permitirá la entrada de pollo cocido proveniente de China. Ambos se comprometieron a agilizar la comercialización de estas mercancías antes del 16 de julio del año en curso. En materia energética, Washington permitirá al país asiático importar gas licuado y así aminorar su dependencia del carbón y mitigar la grave contaminación que sufre actualmente. En materia financiera, Beijing dará mayor apertura a las entidades financieras cuyo capital sea 100% estadounidense y puedan operar en este país en yuanes, mientras en EEUU se comprometen a no discriminar a las entidades chinas y aplicarles las mismas regulaciones que al resto de entidades extranjeras.
Mientras funcionarios del gobierno de Trump lo califican como un avance significativo y una reducción en la brecha comercial con la segunda economía mundial, otros expertos comerciales mantienen una opinión moderada y consideran que sólo representa el cumplimiento de promesas hechas por el gigante asiático en el pasado, añadiendo cierto escepticismo a la ecuación. Por otra parte, señalan que las ganancias obtenidas por Trump en materia financiera y de biotecnología, dependerán en última instancia de los reguladores chinos. Las posturas encontradas sobre el tema dejan mucho que pensar, y será el tiempo lo que permitirá juzgar el resultado final de esta nueva fase de la complicada relación entre ambos países.
Wilbur Ross, Secretario de Comercio, habló de un “hercúleo logro” al referirse a este nuevo trato comercial, agregando que era el mayor avance en la materia entre ambos países de los últimos años; sin embargo, el Viceministro de Finanzas de China, Zhu Guangyao, ha sido más cauto y sólo afirmó que la colaboración económica bilateral “no podría estar más cerca”.
El déficit comercial de EEUU con China es de aproximadamente 347 millardos de dólares, cifra por la cual Trump mostró un discurso agresivo en el pasado contra China acusándola de prácticas comerciales desleales con el país del norte; pero ahora como Presidente pareciera que ha entendido la importancia y beneficio de estos acuerdos bilaterales trascendiendo el discurso proteccionista característico que pretende imponer barreras al libre comercio.
La Cumbre de Mar-a-Lago no estaba centrada únicamente en materia comercial, sino en obtener apoyo de parte de Beijing en la creciente escalada de tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte, y aunque las partes tienen un profundo entendimiento en la no politización de los temas comerciales, gran parte del logro de estas negociaciones buscan alcanzar un mayor acercamiento con el principal aliado del país peninsular que ahora mantiene una postura ofensiva en contra del gigante del norte.
Lo cierto es que se ha generado una gran expectativa en torno a este acuerdo y sólo resta esperar los avances que se obtengan en los venideros 100 días, tiempo estipulado para poner en práctica el “Plan de Acción” prometido por el líder estadounidense para reforzar la cooperación entre China y EEUU, y si se cumplirán los objetivos comerciales trazados.
Finalmente, cabe destacar, que Xi Jinping recibió en Beijing a 29 líderes mundiales y 110 delegaciones el pasado domingo 14 de mayo, para inaugurar el foro diplomático sobre la Nueva Ruta de la Seda (por sus siglas en inglés, OBOR), y se mostró complacido por el envío de una delegación estadounidense liderada por Matthew Pottinger –Director de Asia del Consejo de Seguridad Nacional. Así, Trump hizo dar un viraje a la política exterior estadounidense y reconoció la importancia de este foro; lo que parece una apuesta creativa –algo arriesgada– para tratar de comprometer a la ascendente China con un orden regional más estable, disminuir las sospechas mutuas y beneficiar a empresas estadounidenses –como General Electric y Honeywell que ya participan vendiendo equipos–, aunque esta vez Washington no esté al volante. Nos queda esperar por los resultados efectivos que tendrá el trato comercial bilateral y si EEUU participará activamente en OBOR: iniciativa globalizadora con rasgos chinos.
@NogueraVJose