Hace poco más de un mes, el pasado 6 de abril para ser exactos, tuvo lugar en la “Casa Blanca de invierno”, como es llamada la residencia Mar-a-Lago del Presidente Trump en West Palm Beach (Florida), el tan esperado primer encuentro cara a cara con el mandatario chino Xi Jinping. Dicha Cumbre había generado bastante expectativa sobre todo por el contexto de tensión e incertidumbre donde la relación sino-estadounidense venía desarrollándose.

Desde la campaña electoral, Donald Trump no ocultó su inclinación hacia políticas proteccionistas; apuntando claramente al gran dragón asiático como su principal rival en materia comercial, así como responsable de llevar a cabo una política monetaria injusta que perjudica a EEUU, lo cual provocó ciertas respuestas como el discurso realizado por Xi Jinping en Davos donde se pronunció a favor de la globalización.

En este encuentro en particular, eran diversos los temas que estos dos actores se dedicaron a tratar. Como tema principal en la agenda se encontraba la cuestión comercial, caracterizada por la clara interdependencia existente entre las principales potencias económicas del Mundo. Y es que, desde 1979 cuando China retoma relaciones diplomáticas con EEUU, su intercambio comercial ha pasado de 2.500 dólares a casi 520 millardos de dólares en la actualidad. Sin embargo, prevalece un saldo desfavorable para EEUU que asciende a 347 millardos de dólares, siendo la razón de las continuas disputas comerciales que han afrontado estas naciones a lo largo de los años.

Si bien la relación comercial ha sido mutuamente beneficiosa en términos generales; por causa de los subsidios, el robo de propiedad intelectual, la fijación de un valor artificialmente bajo para el Renminbi y la imposición de barreras comerciales por parte de China, han sido perjudicadas las empresas y trabajadores estadounidenses. Trump solicita reciprocidad argumentando que las empresas estadounidenses no poseen el mismo acceso en el mercado chino que lo que gozan las empresas chinas al mercado estadounidense.

En esta oportunidad Trump manifestó no querer hablar de aranceles “por ahora”, un tema esperado por su constante retórica proteccionista especialmente referente a Beijing, a quien acusó en reiteradas oportunidades de manipular su moneda y aplicar políticas que hicieran sus exportaciones más competitivas, pero tal parece que la intención del republicano en este encuentro fue bajar el tono y centrarse más en el tema más urgente que implica Corea del Norte.

Washington en este aspecto pretende la colaboración de Beijing, dado que las recurrentes pruebas de misiles balísticos que ha venido realizando Pyongyang representa una clara amenaza no sólo para la superpotencia, sino además para China y todo el sistema internacional. Se espera que China tome acciones para controlar a su aliado tradicional pues de lo contrario, EEUU actuaría de manera unilateral frente a Pyongyang.

Por supuesto que China entiende que la situación se ha salido de control, y que ha llegado a un nivel de amenaza que requiere de medidas claras e inmediatas. Xi asegura el cumplimiento de las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU, y es que aunque mira con mucho cuidado el desarrollo del programa nuclear del país vecino, está claramente en contra de cualquier tipo de inestabilidad en la Península Coreana. Para EEUU, la solución más rápida seria acabar de una vez por todas con las instalaciones nucleares coreanas, pero no puede obviar las exigencias de su aliado, Corea del Sur, pues una operación de este tipo pondría en riesgo a Seúl y por supuesto su relación bilateral con China.

No es la primera vez que los dichos del candidato Trump se estrellan contra la realidad que ahora tiene que encarar el Presidente Trump; pero en definitiva, aún no ha articulado una política coherente hacia China, lo que podría deberse a la existencia de diferentes facciones dentro de su equipo asesor. Por un lado cuenta con Peter Navarro, Director del Consejo Nacional de Comercio, y Stephen Bannon, Jefe de Estrategia Política, quienes ejercen una posición de fuerza en relación a Beijing, enmarcado en nacionalismo económico y abogan por la aplicación de medidas proteccionistas que perjudiquen el comercio con China, demostrando hostilidad a su ascenso económico y militar. Mientras, por otro lado, tenemos la facción más pragmática, liderada por Jared Kushner, su yerno, quien se ha encargado de establecer una relación de cordialidad con el Embajador chino en EEUU, Chi Tiankai, con el fin de lograr un acercamiento entre ambos líderes y así reducir las tensiones causadas durante la campaña y los primeros meses de gobierno. Asimismo, el Secretario de Estado, Rex Tillerson, posee una inclinación más pragmática, con un enfoque de negocio e inversión.

Por su parte, China ha sido prudente respecto a Trump, y ha actuado de manera inteligente al acercarse por medio de Jared Kushner. Asimismo, Xi Jinping sale de la reunión de una manera mucho más segura y paciente pues su prioridad actual es la de su estabilidad social y económica interna, y esta reunión le conviene para alejar las posibles distracciones que podría acarrear un conflicto con EEUU, que pudiesen afectar los preparativos de la renovación de los principales cargos en el Partido Comunista.

Son múltiples, sin duda, las maneras de interpretar el resultado de la Cumbre Trump-Xi. No obstante, que casi inmediatamente el grupo de ataque del portaaviones estadounidense Carl Vinson haya zarpado de Singapur con rumbo a la Península Coreana en medio de una nueva escala de tensión en la zona, es un dato que no se puede perder de vista.

En este contexto, cabría pensar que los misiles lanzados por EEUU contra Siria cuando compartía el postre con Xi, también llevaban un mensaje para China. Dicho ataque fue muy embarazoso para Xi Jinping. China siempre se ha posicionado claramente en contra de una intervención militar estadounidense en dicho país. El ataque se perpetró sin esperar a la investigación de Naciones Unidas que China exigía “completa e independiente”. En definitiva, Trump quiso aquí fortalecer su liderazgo frente a Xi y demostrarle que no es un “Tigre de Papel”.

La Cumbre culminó con algunos acuerdos de cierta relevancia, en especial la creación del mecanismo de diálogo bilateral y una nueva estructura de negociación de alto nivel que incluye relaciones diplomáticas, seguridad nacional, economía, ejecución de leyes, seguridad cibernética y diálogo humanitario. Este rumbo satisface a Beijing, y por ello Xi enfatizó la cordialidad del encuentro, la transcendencia del diálogo y la idea de que ambos países pueden cooperar a pesar de las diferencias. Pero cabría decir que hubo más simbolismo que sustancialidad.

El hecho de que no se celebrara una conferencia de prensa conjunta (como si se produjo con Shinzo Abe o Ángela Merkel) es un síntoma de que no sólo no lograron resolver los desacuerdos existentes sino que su negociación será larga. No obstante, el estilo de negociación Trump de amenazar y luego dialogar parece mostrar frutos al menos en el tema comercial, donde recientemente ha sido anunciado un acuerdo que dará acceso a la carne y el gas estadounidense al mercado chino, lo cual puede ayudar a equilibrar el déficit existente.

@HelenaMendozaM

 

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