Releyendo el monumental trabajo de Eric Hobsbawm, el escritor e historiador inglés, nos encontramos con ciertos pasajes los cuales nos confirman lo que siempre se ha dicho de Lenin, un pragmático que supo navegar a través de los tiempos en función de su visión acerca del poder. Es decir,  “En 1917, Lenin, que en 1905 sólo pensaba en una Rusia democrática-burguesa, llegó desde el principio a una conclusión realista: no era el momento para una revolución liberal”. Rusia hervía por la guerra absurda en la que el Zar la había metido, por lo que Lenin comprendió que había que apagar ese fuego anárquico que consumía a Rusia, desesperada por salir de la guerra. Su mérito, según indica Hobsbawm,“…consistió en pasar de ese incontrolable y anárquico levantamiento popular al poder bolchevique” (Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX).

El caso es que este hombre de mirada mongoloide, culto y dueño de una extraordinaria condición: dominaba varios idiomas, luego,  pequeño de estatura, siempre bien vestido. En ruso existe la expresión “stileaga” que se acuña a quien viste con elegancia, bueno, Lenin fue, aparte de un líder diabólicamente inteligente y culto, fue un hombre “elegante”, un “stileaga”. Él logró despertar a sus camaradas de Partido con un puño sobre la mesa, al exclamar, cual ultimátum: ¡debemos tomar el poder ya!

Era la insurrección que sobresalía en las calles de San Petersburgo. Como quiera que ese nombre observaba una inclinación pro-germánica, y estaban en guerra con Alemania, era evidente, según la lógica de los rusos, cambiaran por uno en  ruso: Petrogrado. En todo caso, ésta y otras ciudades de Rusia clamaban por la paz. Rusia estaba enferma por la guerra. El fanatismo y la creencia en la victoria definitiva se impusieron, gracias a Lenin cuya aspiración, justa o no, se hizo dominante en todos los miembros de la dirección política bolchevique. Había que tomar el poder.

El 10 de octubre de 1917, se preparó minuciosamente la insurrección, propuesta por el diminuto “stileaga”. El plan era colocar la insurrección en la historia, antes de que se llevase a cabo el segundo congreso de los Soviets, programado para el 25 de octubre. Lenin, hubo de sortear el disenso en varios de sus camaradas. Entre los cuales destacan: Kamenev y Zinoviev, quienes escribieron en la prensa pública acerca de su desacuerdo con alterar la evolución de los hechos. Para Lenin era traición y una delación abierta de los planes acordados en secreto. Los elementos teleológicos del bolchevismo estaban en peligro.

Estos, en opinión de Lenin, actuaron cuales esquiroles. Felizmente, la insurrección se llevó a cabo y ambos miembros de la dirección bolchevique enderezaron sus posturas y se aliaron a Lenin para el plan insurreccional. Por cierto esa postura política previa a la  insurrección, fue utilizada por Stalin, años más tarde, para justificar la eliminación física de ambos dirigentes rusos, quienes fueron acusados como esquiroles. El texto de una carta del mismísimo Lenin sirvió como prueba atenuante. Sobre ese elemento escribiremos en otra ocasión.

Winston Churchill en una ocasión, tras conocer sobre el heroísmo de un grupo de soldados ingleses dijo: “Nunca en el ámbito de un conflicto humano, tantos debieron tanto a tan pocos”. Por lo que si invertimos esa sentencia, podemos decir: Nunca en la historia un grupo tan reducido ha tomado decisiones tan importantes para decidir la suerte de millones de personas, en tan poco tiempo: La Revolución Bolchevique.  Como sentenciase Trotsky, si bien la nobleza rusa “…ha introducido barbarismos tales zar, progrom, nagaika, Octubre (la Revolución Bolchevique) ha internacionalizado palabras como bolchevique, soviet y piateletka. Los arquitectos: Lenin, Trotski, Kamenev, Zinoviev, Sverdlov, Stalin, Bubnov si Dzerjinski. No obstante, según palabras del mismo Trotsky, Lenin sobresalía en ese escenario en calidad de primus inter pares. Para él, Lenin fue el cerebro y motor de los acontecimientos que observaron su desarrollo en ese inédito y complejo revolucionario. Éste, quizá, permitió observar una de las pocas cosas en las que coincidieron Stalin y Trotsky, los más grandes enemigos y rivales entre sí.

La guerra, el principal alimento de la Revolución Bolchevique, completó lo que la de febrero no resolvió. Las indecisiones marcaron el fracaso de Kerenski, como señalamos en otros textos. La proliferación de partidos, tras la desaparición del poder del Zar, desde febrero de 1917, se hizo extensa e intensa. Sin embargo, ninguno atinó a comprender el deseo de las mayorías: acabar con la guerra.

Rusia, para ese entonces, era un país, sociológicamente hablando, estructurado por una población, mayoritariamente rural cercana al 90% y ésta, no quería otra cosa que un reparto equitativo de los terrenos agrícolas y acabar con la guerra e instaurar la paz.

Entra las indecisiones mencionadas de los gobiernos de Príncipe Lvov y especialmente el de Kerenski, destacan las oscilaciones, en lo internacional  entre el respeto a los acuerdos con la “Triple alianza” (Rusia, Gran Bretaña y Francia) o ponderar la mayoritariamente indiferencia de las soldadesca rusa, cansada por la guerra o bien, en lo interno cómo enfrentar el peligro de una imposición arbitrariamente de derecha y otra de izquierda. Su indecisión, evidentemente, en ambos casos, permitió el triunfo de la segunda.

Los bolcheviques, y especialmente Lenin y Trotsky, mostraron una musculosa voluntad de poder. Ésta, se expresó con el arribo de Lenin a Rusia, proveniente de Suiza en abril de ese tumultuoso año 1917. Ya se ha dicho hasta la saciedad, acerca del apoyo germánico al líder ruso a fin de que éste ingresase, en un tren blindado, a la gran Rusia. Evidentemente, interesada en minimizar las desventajas que le generaba combatir con Rusia. Alemania le apoyó y creyó en este diminuto hombre de mirada mongoloide, además quien había prometido sacar a Rusia de la guerra y disminuir la autoridad de ese Estado cuya postura anti germánica era evidente.

Ya la crisis está horneada, dice Lenin. Se había superado el fracaso de julio de ese año 1917. Lenin había huido a Finlandia, tras ser acusado de ser agente de Alemania. Pero, luego regresó clandestinamente para ponerse al frente de su partido e instigar la revolución que triunfaría meses más tarde.

Lenin fanatizado montó su estrategia en tres elementos claves y muy poderosos; a saber: los soviets de Petrogrado y Moscú; luego, la marina del Báltico, totalmente bajo el control de los bolcheviques (Trotsky la bautizó, como la crema y nata de la Revolución) y todas aquellas organizaciones de masas bajo la influencia bolchevique. Lenin consideró que las tropas militares no se opondrían al despliegue de aquellos que buscan la paz.  Lenin se comportó como todo un populista. Prometió, como quien dice, a cada santo una misa a fin de alcanzar el poder. Tras la victoria se impuso el terror rojo y la dictadura del proletariado, la cual, como todo régimen totalitario se transformó posteriormente en la dictadura de un partido y luego en la de un solo hombre. Seguiremos con otros ensayos.

@eloicito

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