Hemos aprendido a sentenciar, como dicen los chinos en su milenaria sabiduría, acerca de la necesidad de caminar con los dos pies. El Secretario General de la OEA, Luis Almagro mostró, al Consejo Permanente el año pasado, y hoy lo repite, un acto valiente para evidenciar la necesidad de enfrentar la crisis que acogota a nuestro país. Ahora bien, no pocas voces autorizadas y conocedoras cuestionan la postura del diplomático uruguayo. Unos, la forma y otros el contenido.
Todo mensaje genera consecuencias, dicen los comunicólogos. El caso es que la propuesta de éste, generó una avalancha de opiniones encontradas y enfrentadas entre sí. Vamos a poner orden en lo que queremos decir. Una cosa es la cuestión jurídica o legal; y otra es la política. La primera responde a unos criterios que se mueven en el acuerdo a determinadas situaciones para que no se irrespeten los límites ni las proporciones de los actores. Es un acuerdo que debe, en principio, respetarse; para ello están las reglas, reglamentos, articulados y criterios que dominan el derecho de los tratados; en tanto que la segunda, se hace en función del poder. La política trata de eso, el poder. Éste se mide por las exigencias que le impone realidad a un determinado actor, en este caso, en una organización multilateral, donde el respeto a la forma es clave, pues es su misma esencia.
Vamos a ser sinceros y directos. No creemos que el Secretario Almagro se haya “extralimitado” como dicen algunos, muy preocupados, por allí. Su justa preocupación, la consideramos producto de una percepción que se fundamenta en el ejercicio exclusivamente diplomático. Es un basamento profesional que seguramente obnubila los criterios para interpretar la realidad. La crisis que acogota al país requiere de una solución POLÍTICA. Lo JURÍDICO sirve para atornillar “legalmente” una decisión política basada en un acto de legitimidad. El diplomático uruguayo, tras hacer un balance, concluye que la crisis venezolana no se resuelve sino “presionando” al gobierno a fin de realizar elecciones para destrancar el juego. Más nada. Él actuó de conformidad con el criterio político, tras comprobarse que el gobierno venezolano realiza prácticas dilatorias y evasivas, con un discurso -mayoritariamente agresivo, irrespetuoso, de confrontación y para nada diplomático- en el terreno de la “interpretación” del articulado y los reglamentos que estructuran el funcionamiento del organismo multilateral regional. Lo grave es que analistas y políticos de la oposición no observan esa realidad y sin querer “legitiman” al gobierno, en nombre de una “supuesta racionalidad política”. Creemos, ellos se empeñan en enfermarse del inmediatismo y eluden la perseverancia. La actitud de Almagro se ha desarrollado como proceso, mientras que la oposición venezolana ha sido zigzagueante. No han sido asertivos.
Hemos citado en varias ocasiones una frase de Bill Clinton, durante su primera campaña electoral para minimizar los reiterados argumentos de Bush (padre) acerca de sus logros en la guerra contra Sadam Hussein, Clinton le dijo: “¡Es la economía, estúpido, la economía!”.
Sirva esta frase, mutatis mutandis, para significar que el Informe del Secretario Almagro, responde a una intención política. Es la política, estúpido, la política. Ella es la que determina la realidad y no el reglamento o el articulado. Venezuela requiere de una pronta solución. Ella se deshace, mientras se incrementa una discusión bizantina sobre la juridicidad de las funciones del Secretario Almagro. El Secretario Almagro hizo lo que hizo. Colocó en la mesa su informe para ser estudiado a fin de tomar una decisión colectiva. No pretendió imponer su criterio, como dicen por allí. Es un informe con el cual se busca una solución política; e incluso el polémico “lapso” de 30 días propuesto, apunta a definir el tiempo para no seguir con la práctica de dar más alpiste a un canario que no hace sino piar. Es decir, un gobierno que no responde a las exigencias constitucionales ni a las recomendaciones que se han hecho multilateralmente; en su lugar lo que ha impuesto es una agenda grosera, agresiva y violadora de los límites y proporciones de la propia juridicidad de la Organización de Estados Americanos.
No hay feedback con el gobierno bolivariano. Ello ha determinado que Almagro comprendiera que las realidades cambian y lo de ayer, hoy, ya no sirve. Por lo que él se ha enseriado y ha propuesto – que no impuesto, como tampoco se ha “extralimitado”- una sugerencia política. En Venezuela no estamos jugando a la “candelita”. Es un hecho político muy serio y complejo. Por lo tanto hay que responder políticamente. Ahora bien, no se trata de una postura “radical”- término mal utilizado- pues radical, significa tomar las cosas de raíz, en tanto, que es arbitrariamente convertido y utilizado para estigmatizar ciertas posturaspolíticas.
El informe de Almagro responde a la urgencia de encontrar una solución democrática. Elecciones libres con presencia de observadores internacionales ajustados a la normativa internacional. No son “marines” los que vendrían al país, sino especialistas en superar dificultades políticas en determinados escenarios electorales. No se habla de invasión, revolución o golpes de Estado.
La sugerente conclusión del informe es lapidaria. Es un dato político que perdurará en los anales de las relaciones internacionales de este sigo XXI. El Secretario Almagro, decidió tomar por los “cachos” a este toro de la política venezolana para superar sus dificultades. Repetimos, no mediante la bizantina discusión “diplomática” o acerca de las funciones de los funcionarios internacionales y de una enceguecida lectura de los artículos de la OEA, sino encontrar una solución política a un problema que no se puede resolver “jurídicamente”. Las cosas están sobre la mesa. Esperemos este martes sus resultados, entonces veremos si eso está clarito.
@eloicito