Trump y Putin

El sueño bolivariano de lograr una relación amigable, o como mínimo tranquila, con Donald Trump en la Casa Blanca, se desvanece al ritmo que se va agravando el caso de la “conexión rusa”, sobre el cual, rememorando el viejo Watergate que conllevó la renuncia del Presidente Richard Nixon en 1974, ya se habla de un posible Putingate, pues la mentira y el encubrimiento parecen actitudes inherentes al autoritarismo. También afecta a los bolivarianos, el papel estratégico de los parlamentarios republicanos de la Florida, encabezados por Marco Rubio, con gran influencia en Washington, bien informados sobre las sistemáticas violaciones a los derechos humanos y al orden constitucional en Venezuela.

Varios temas del discurso populista y anti-sistema de Trump en su campaña electoral, fueron rechazados por un grupo significativo de sus compañeros en el Partido Republicano; en particular, los que afectaban la seguridad nacional y, entre ellos, la sorprendente admiración por el autoritario Vladimir Putin. Luego, organismos de seguridad alertaron sobre el hackeo de información del Partido Demócrata por cibernautas rusos, lo que parece un programa deliberado del gobierno ruso contra la democracia, no sólo en los EEUU, parece que también en varios países europeos.

Trump y su equipo han negado sistemáticamente las acusaciones de vinculación con la “conexión rusa”, pero cada día se va comprobando la estrecha relación entre su equipo de confianza y jerarcas rusos, particularmente el Sr. Serguei Kislayk, Embajador ruso en Washington. Manifestaciones de la gravedad del problema lo constituyen: la renuncia del General (r) Michael Flynn a los pocos días de haber sido designado Consejero de Seguridad Nacional. Más recientemente la vinculación del Sr. Jeff Sessions, Fiscal General, quien había negado en el Senado su vinculación con la conexión rusa; ahora, ante la gravedad de los hechos, el Partido Demócrata y voceros importantes del partido republicano, han exigido su inhibición en la investigación de este caso. Pero el problema se incrementa y está circulando el nombre del yerno del Presidente el Sr. Jared Kushner, como parte de la conexión.

La luna de miel con Putin pareciera que se desvanece y un eventual Putingate se vislumbra en el horizonte. Por lo pronto, están abiertas varias investigaciones sobre la “conexión rusa” en los organismos de seguridad nacional y el Congreso está designando una comisión especial, con el apoyo de varios republicanos influyentes. Sería conveniente que el Sr. Trump recuerde que la renuncia del Presidente Nixon se produjo para evitar el inicio del juicio político que le abriría el Congreso, por el delito de mentir y encubrir. Es prematuro pensar en un juicio político, pero la soberbia, que también caracteriza al autoritarismo, puede propiciar tales delitos.

En este contexto, la esperanza del proceso bolivariano de lograr que Putin asumiera la labor de buenos oficios, intermediario y benefactor ante el Sr. Trump, se va diluyendo y la presión del gobierno de EEUU contra el proceso bolivariano va creciendo. Las sanciones contra el Sr. Tareck El Aissami, Vicepresidente bolivariano, fue el resultado de una investigación del Departamento del Tesoro, iniciada en la presidencia de Barack Obama, pero el nuevo gobierno ni la paralizó, ni impidió la aplicación de la sanción. Por otra parte, la foto de la Sra. Tintori con la cúpula del poder estadounidense, evidencia la influencia de los republicanos de la Florida, que han logrado otro éxito, con la declaración bipartidista aprobada por el Senado contra el proceso bolivariano. Adicionalmente, el Departamento de Estado ha denunciado la irresponsable labor del gobierno bolivariano en materia de drogas.

Por lo pronto, todo indica que el gobierno del Sr. Trump se suma a la presión internacional contra el proceso bolivariano, que está creciendo intensamente. Son varios Congresos democráticos, organismos internacionales, partidos políticos, ONG que están denunciando la grave situación venezolana por violación tanto de los derechos humanos, como del ordenamiento constitucional. En este contexto el Vaticano representa otro importante factor de presión y la carta del Cardenal Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, resaltando los cuatro compromisos que asumió el gobierno bolivariano y que no quiere respetar, debería convertirse en una de las hojas de ruta. En estos momentos pareciera que la OEA, con su Carta Democrática, se presenta de nuevo como epicentro de la presión democrática contra el proceso bolivariano.

Pero la presión internacional por sí sola no es suficiente, resulta fundamental la unidad nacional, todo el país con una sola voz luchando por la democracia, los derechos humanos y el cumplimiento de la Constitución. No son tiempos de personalismo o agendas ocultas y cualquier posible negociado lo cobrará duramente nuestro pueblo.

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