El libreto del nacionalismo nos acompaña desde el surgimiento del Estado-Nación, es su ideología, pero ha variado en el tiempo, desde la versión más radical que fundamenta la tesis de la soberanía absoluta, a visiones más flexibles que se fueron adecuando a los cambios en el contexto internacional, en particular al globalismo, al multilateralismo y a la integración económica. Ahora bien, paradójicamente, nos enfrentamos con el resurgimiento del nacionalismo en su libreto radical, como una opción equivocada para enfrentar los efectos negativos de la globalización. Conviene resaltar que la visión radical no resuelve los problemas existentes y sólo crea nuevos, entre ellos, generar un falso discurso que encubre posturas autoritarias orientadas al control más amplio del poder.
Luego de la II Guerra Mundial, las complejas transformaciones técnicas y tecnológicas contribuyeron a estimular nuevas visiones y formas de organización del escenario mundial, lo que conllevó cambios en el libreto del nacionalismo. En el plano teórico destacan las versiones del neo-institucionalismo y el neorrealismo político. En la práctica, nos encontramos con un Estado más flexible, de acción más limitada y vulnerable. Es un Estado que no domina exclusivamente el escenario internacional y debe coexistir con nuevos actores tales como: las corporaciones transnacionales, las organizaciones gubernamentales internacionales y las organizaciones no gubernamentales (ONG).
Por otra parte, con la expansión de interdependencia y la globalización los temas fundamentales para el funcionamiento de las sociedades y, en particular, para su bienestar, se encuentren cada día más interconectados, podríamos mencionar por ejemplo: el comercio internacional, las telecomunicaciones, las finanzas o los procesos productivos que se van estructurando en cadenas globales de valor a escala mundial.
Pero entre los retos más desafiantes para el libreto del nacionalismo radical destacan, entre otros, los graves problemas que se han desarrollado en el marco de la dinámica global, en el ámbito ecológico: calentamiento global, capa de ozono o el agua dulce por mencionar algunos; también encontramos la vulnerabilidad de los derechos humanos o los llamados ilícitos internacionales tales como: tráfico de estupefacientes, tráfico de órganos humanos, tráfico de personas, tráficos de armas; o los ilícitos financieros, entre ellos la creciente corrupción. Y no podemos dejar de mencionar los desafíos sanitarios globales como el VIH/SIDA, la gripe aviar o el ébola.
El resurgimiento de un nacionalismo radical se presenta como una reacción simplista y equivocada a los problemas que generan la globalización, la apertura económica y la integración. Las fuerzas que buscan conformar nuevos Estados independientes en España, Canadá o Bélgica por citar algunos; o los Estados que buscan un mayor aislamiento, con el supuesto objetivo de fortalecer su capacidad de acción y de bienestar; parecieran olvidar que la realidad técnica y tecnológica que vivimos nos interconecta, nos hace interdependientes. Claro que podemos aislarnos, pero con costos sociales muy altos.
Nos enfrentamos con visiones extremas y equivocadas. Por una parte, los globalistas radicales que consideran a la apertura e inserción económica global como un proceso lineal e inexorable; por la otra, los nacionalistas radicales que estiman que cerrando las fronteras se resuelve todo. Es evidente que la apertura global está generando problemas, pero la solución no tiene que ver con la destrucción de las máquinas o de los centros de investigación o los acuerdos de integración.
Adicionalmente, también nos encontramos con otra versión del libreto nacionalista radical, la que tiene que ver con el falso discurso para manipular y controlar el poder, manifestación que ha desarrollado ampliamente el proceso bolivariano.
En este orden de ideas, no es el aislacionismo, ni la soberanía absoluta con barreras y muros lo que puede resolver los problemas sociales que estamos enfrentando; por el contrario, ante la heterogeneidad y complejidad técnica que vivimos, las soluciones exigen más diálogo, negociación, participación, cooperación, multilateralismo e integración. Frente a los problemas globales, se requieren soluciones negociadas globalmente, la experiencia del Acuerdo de Paris para enfrentar el cambio climático suscrito en diciembre del 2015 representa una gran lección que deberíamos fortalecer y desarrollar en otros ámbitos.