Recientemente se cumplieron 25 años de la desaparición de la URSS. Un acontecimiento, hay que decirlo, que en Venezuela pasó casi inadvertido. Los datos periodísticos y analíticos en nuestro país, estuvieron ausentes para ese tema. Seguramente, quienes se ocupan de los análisis políticos internacionales estuvimos ocupados en las colas para comprar comida o para escondernos del hampa que nos azota, ésta, aumentada exponencialmente durante estos 18 años del socialismo del siglo XXI.
En efecto, el 26 de diciembre de 1991, la URSS, tras existir casi 70 años, desapareció. Ella representó el gran poder que sirvió de equilibro a Occidente. Nació en 1922. Fue concebida en 1917, cuando Lenin tomó el poder. Luego de varios años de una sangrienta guerra civil la URSS fue creada como un Estado federal fuertemente centralista. Pretendió ser un referente ideológico, político, económico, cultural y militar, alternativo a Occidente.
Lenin la fundó, sobre la base de los antiguos territorios que dominaba el zarismo, pero fue Stalin quien la desarrolló y fortaleció, especialmente tras la finalización de la II Guerra Mundial. Ella rivalizó con el mundo occidental durante la así llamada “Guerra Fría”. Fue el enfrentamiento entre bloques. Ella se extendió en Europa gracias a la guerra. Stalin, la lideró hasta su muerte en 1953. Luego por Jrushov (1953-1964). Posteriormente se inició la decadencia política, vale decir, la muerte de su tiempo histórico con Brezhnev (1964-1982), Andropov (1982-1984), Chernenko (1984-1985) y Gorbachov (1985-1992). El 26 de diciembre de 1991 el Soviet Supremo (Parlamento soviético) declaró su desaparición y creación de la Comunidad de Estados Independientes (C.E.I.). Gorbachov hubo de renunciar un día antes. Comentaba Vladimir, un amigo moscovita: “Estaba frente al Kremlin a las 19 y 32 minutos y mis ojos fijaron su atención como se arriaba la bandera roja, con la hoz y el martillo, la soviética e izarse la tricolor, la rusa, y lloré”. Un día histórico, como quien dice.
Algunas de esas antiguas repúblicas soviéticas que formaron parte de la URSS, tras su desaparición continuaron su relación con Moscú. Se crearon organizaciones multilaterales, todas con Moscú en el centro; destacan entre ellas: la Comunidad Económica Euroasiática, la Unión Aduanera Euroasiática, la Unión Estatal de Bielorrusia y Rusia y la Unión Euroasiática.
La desaparición de la URSS hizo a decir a su actual hombre fuerte: Vladimir Putin, que su desaparición había sido la “catástrofe geopolítica más grande del siglo XX”. En efecto, su desaparición cambió el orden mundial y en consecuencia las relaciones internacionales. Aparentemente desapareció también el enfrentamiento entre los EEUU y ésta. Se habló del fin de la historia. Había triunfado el liberalismo. Boris Yeltsin, el nuevo hombre fuerte de Moscú se posicionó en el poder, a fuerza de vodka y sentó las bases para la creación de una realidad no deseada por los rusos: el abandono de su liderazgo internacional. Éstos, sienten que ese abandono permitió a los EEUU convertirse en la gran y única potencia mundial. Mientras los rusos observan su realidad desde la perspectiva del derrotado, cuando que ellos no lo fueron, sino que abandonaron el escenario. Hoy lo lamentan.
La URSS se disolvió sin una guerra civil, “gracias a Dios”, comentan los individuos racionales, puesto que por lo general procesos similares generan mucho ruido, guerras y muertes. Aunque falta mucho para contabilizar y revertir los daños colaterales de esa desaparición; por lo que vemos en Putin un esfuerzo por minimizarlos, mediante la reinstauración del poderío ruso y en consecuencia la elevación de su estatura estratégica. Nadie le puede negar ese derecho.
Hoy Rusia, la de Putin busca reinsertarse en el selecto club de los grandes. Busca alianzas en todos los terrenos con China. Ello es factible, máxime que Trump promueve tensiones con el naciente gigante asiático. Luego, ésta, calmada y reflexiva no duda en pensar esa posibilidad, mientras observa cómo cambia el mundo frente a sus narices y lo hace meditando las lecciones de Lao Tse, al pensar en voz baja: Tao no lucha, pero Tao siempre gana.
Rusia, después de 25 años de la desaparición de la URSS, posiblemente busca reconstruirla. Esto es un acto voluntario, pero que no responde a la realidad actual. Las condiciones no son las mismas. El propio Gorbachov lo declaró al diario ruso The Moscow Times. Hay una nostalgia por la extinta URSS. Sólo eso. A pesar que Vladimir Putin se esfuerza por reconstruir o reconquistar su grandeza de otrora. Aunque su plan no es sino construir una Rusia grande. En esto lo acompaña ese pueblo cuya visión mesiánica la exudan desde sus huesos. Basta citar los estudios de opinión del Centro Lebeda (Cisne en ruso), el 56% de los rusos lamentan la desaparición de la URSS y que la misma ha podido ser evitada. También, hay quienes fuera de sus geografía lo lamentan, por ejemplo, Carlos Andrés Pérez, en una ocasión dijo: “de no existir la URSS, habría que haberla inventado”. Claro, su visión se inscribía en la creencia que la existencia de la URSS, como contra poder de los EEUU, ofrecía a los países pequeños desarrollar una política exterior autónoma, pero que respetara los límites y las proporciones de la realidad internacional; en cambio, los “socialistas del siglo XXI” añoran la URSS, la que ganó guerras, desarrolló el mejor y más moderno metro del Mundo y compitió por la supremacía de la investigación del espacio extraterrestre, pero no, lo hacen para asociar a su régimen a las predicas rusas contra EEUU. Buscan desesperadamente un aliado que justifique, tras 18 años, “la catástrofe política más grande del siglo XXI”, pero en Venezuela.
@eloicito