La luz de la esperanza brilló –aunque muy brevemente- con los resultados electorales del 6 de Diciembre del 2015. El pueblo que expresó su voto, pensó que el año 2016 sería un año para encontrar el inicio de soluciones a la profunda crisis existente, gracias a los contundentes resultados de una nueva mayoría de 2/3 de los curules con los cuales -en base a las reglas de la Constitución Bolivariana- se asegurarían los pasos para lograr una transición democrática y social.
Pero esa luz de esperanza duró muy poco porque desde el inicio del año 2016, las sombras cubrieron a los integrantes de un régimen que se quitó la careta “democrática” para optar por una opción dictatorial al desconocer cada una de las Leyes aprobadas por el Parlamento e incrementar el número de presos políticos. Pero además debido a la ineficiencia de una administración pública colapsada, aumento la ya escandalosa diferencia cambiaria situando una diferencia entre los 10 bolívares por dólar definido a nivel oficial –con todos los efectos de una corrupción incontrolada- por una realidad paralela que sitúa el cambio del dólar a mas de 4000 bolívares; el aislamiento de Venezuela de la comunidad internacional, como demuestra la suspensión de Venezuela de MERCOSUR por incumplimientos de las normas del patrimonio comunitario; los escandalosos asesinatos masivos hechos caprichosamente por la OLP que viola todas las disposiciones de Derechos Humanos, sin tener ningún efecto en controlar la inseguridad, entre otras escandalosas situaciones que ponen a nuestro país al borde de una sociedad civilizada.
La sombra de la desilusión popular aumenta un año después, cuando el 6 de Diciembre del 2016 cumpliéndose un año exacto después de las elecciones, se evidenció una complicada mesa del “dialogo-no dialogo” que no pudo imponer las cuatro condiciones básicas exigidas por la oposición, es decir: elección Presidencial anticipada o revocatorio y elección de Gobernadores que tenían que realizarse este mes; libertad de los presos políticos; respeto a las Leyes adoptadas por la Asamblea Nacional y solución a la crisis humanitaria especialmente en materia de alimentos y de medicinas. A pesar de los mecanismos del “dialogo”, lo cierto es que tal como destaca la comunicación confidencial del Cardenal Parolin en su condición de Secretario de Estado del Vaticano, no se han cumplido los acuerdos suscritos. El Gobierno solo quiere “dialogar” para mantenerse indefinidamente en el Poder y oxigenar a un Gobierno acorralado, que demostró que no quiere aceptar ni las elecciones del referéndum revocatorio ni ninguna fórmula electoral; no quiere cumplir con darle libertad a los presos políticos más relevantes; no acepta la potestad legislativa de la Asamblea Nacional; ni tampoco desea asumir los pasos necesarios para cambiar el modelo económico que es lo único que podría solventar a fondo la crisis humanitaria que aplasta a los venezolanos de todas las clases sociales, en especial a los más pobres. Este sombrío panorama es el que se presenta a fines de un año 2016 que ningún otro país del Mundo aceptaría, y con el que se inicia el tenebroso 2017. Si no se resuelve por vía pacífica y urgente, abriría las puertas de una implosión o una explosión social, cuyas consecuencias serian imprevisibles, cubriendo de sombras el transcurso del año 2017.
@milosalcalay