Ya Trump ganó. Nos equivocamos. Hoy, algunos buenos amigos dicen que lo importante es que fueron los estadounidenses los que se equivocaron. Veremos más adelante. Por ahora, el efecto de su triunfa se une al BREXIT, como problema; toda una sinfonía de hechos están en el horizonte de las relaciones internacionales del siglo XXI: la explosión del nacionalismo de Marine Le Pen en Francia y la derrota de Sarkozy, el fortalecimiento de Viktor Orban en Hungría, el fortalecimiento del nacionalismo en Austria –a pesar de la victoria de Alexander Van der Bellen-, la derrota de Renzi en Italia, el terrorismo, la crisis migratoria global, el caso de un Irán nuclear y las locuras de Corea del Norte, luego, Rusia, China presionando para marcar sus esferas de influencia, en fin son los problemas graves que enfrentará Trump. Todos son consecuencias de la globalización. El triunfo del populismo de Trump, requiere de explicaciones. El mismo, hasta ahora, ha sido insuficientemente explicado, por lo menos en Venezuela; tanto por el gobierno, con su “extraña” e ideologizada política exterior y, cuyo pobre comunicado, evidenció una respuesta aparentemente conservadora y cauta. Le faltó no algo, sino mucho. Igualmente vemos que la oposición venezolana enseña una escasa compenetración con lo que ocurre en el Mundo. Lo que demuestra que Venezuela está a la deriva en materia internacional. No sabe cómo enfrentar esta realidad.
Sin descuidar al gobierno, mi interés se centrará en la oposición, organizada en la MUD, la cual no ha respondido, repetimos, con la consistencia que se requiere. Apenas una que otra muletilla, alimentada por sectores nostálgicos de la vieja Cancillería y quienes abordan el tema de buena fe; no obstante, huérfanos de los instrumentos necesarios para comprender los cambios que ocurren al interior de las relaciones internacionales; comprensión que requiere de voluntad e inspiración alimentada por la audacia e innovación; todos ellos, hasta ahora, están ausentes en la MUD. El tratamiento del escenario internacional es muy débil; creemos, se debe fundamentalmente a la conducción de quienes aconsejan a esa directiva en materia internacional. Hay que decirlo: el Mundo de hoy no es el del siglo XX, el cual fue respondido, según su época y sus instrumentos teóricos-políticos de entonces. Hoy, en la MUD su comprensión de hecho internacional, no pasa de ser sino un mero diletantismo versallesco. Hay que comprender e internalizar: estamos en el siglo XXI.
Comencemos con el discurso de Trump al encontrarse éste, con su triunfo como Presidente electo de EEUU. Para muchos fue una sorpresa el relativo cambio de tono de su discurso. “Toda escoba nueva barre muy bien” decía Evarista, mi abuela paterna. El caso es que esa escoba ya viene con partes muy dañadas por el agresivo discurso de Trump y empujado por el de la Hillary Clinton durante la campaña electoral. El aparente tono, visible en su lenguaje corporal, es conciliador. Hoy, él busca cerrar, parcialmente, las heridas que dejó su desempeño en la campaña electoral. Hoy, observamos una misma tónica, aunque agresivamente aumentada de cuando Bill Clinton fue candidato. “Es la economía estúpido, es la economía”, decía éste. Esa frase fue una clarinada de cómo evolucionarían los discursos políticos. En ese entonces fue aceptado como correcto.
Se sostiene que la diplomacia fue la Némesis de Obama. Pensamos lo contrario. Aún cuando la economía se percibía próspera y a pesar de ello no se explica el desenlace de la derrota de Hilary Clinton. Son las condiciones de la globalización; realidad que no debe ser vista sólo a través de la lente de la economía. En este caso, podríamos parodiar a Clinton, el Bill: “Es la cultura, estúpido, la cultura”. Por lo que ese elector estadounidense, el simple, poco proclive a los cambios, blanco éste, fundamental y fuertemente misógino, racista, inculto e ignorante de la realidad geográfica y política internacional, incluso la suya; por ejemplo, la del peso cosmopolita de sus élites artísticas, fundamentalmente las de Hollywood. En mi opinión el fantasma, hecho recuerdo del Senador McCarthy en Hollywood, todavía se pasea por sus escenarios y por ello rechazaron razonadamente a Trump. El drama norteamericano es un problema de cultura y específicamente la de los cambios, cambios que genera la globalización. Por lo que no son sólo los musulmanes, los pocos proclives a éstos, sino los WASP, y otros en Europa y en todo el Mundo.
En nuestra opinión, todos estos elementos sirvieron de catalizadores de la campaña de Donald Trump. En resumidas cuentas, los WASP creyeron en la demagogia de Trump: los extranjeros, mexicanos y fundamentalmente los musulmanes, son la causa de las problemas de los EEUU. La idea de la America First, como slogan, caló hondamenteen esa parte de lo sociedad norteamericana, la cual duerme los sueños justos generados por la tranquilidad que ofrece la condición de ser la primera economía del Mundo. Ese simplismo, como consigna, se apoderó de los votantes estadounidenses.
Los ataques terroristas de los fundamentalistas islámicos preocupan a EEUU. Ellos ya fueron atacados un 11 de septiembre de 2001. Hoy, el estadounidense medio, cree en la realidad del peligro musulmán. Donald Trump, romovió ese temor durante su campaña y ganó. Sobre esto último habría que agregar el impacto en los jóvenes, bautizados como la generación Milenium, quienes por su propia naturaleza, sus edades y entorno social, al desconocer muchas de las cosas planteadas en los debates, mas, preocupados, por el manejo simplista de la vida, gracias a la tecnología; el mensaje paradigmático de Trump, fue de mayor impacto; llegó con mayor facilidad a sus computadoras y aparatos telefónicos de última generación. En buena medida ello explica el triunfo de Trump. Hoy, éste se observa atrapado por el triunfo. En nuestra opinión es una victoria pírrica, pues el costo de dividir a la sociedad americana fue muy grande para los resultados que obtendrá. Él, no podrá cumplir buena parte de sus promesas; a lo interno, lo alejará del centro gravitacional de los electores. Será percibido, inferior a Obama: fue insuficiente, luego, será avistado como un político más del sistema e incluso peor, su populismo lo perseguirá durante su mandato. Será su talón de Aquiles: “No es lo mismo pedir agua que dar agua”, dice la vieja conseja popular.
Trump intuyó cierto malestar en los EEUU, sobre todo en la clase obrera blanca, frustradae incluso insatisfecha con el sistema actual, con la legislación, la globalización, las minorías, los inmigrantes, la pérdida de trabajos y fundamentalmente por perder ese nivel de vida que el estadounidense disfrutó durante décadas y que orgullosamente se llamaban baja clase media (lower middle class).
Trump destapó la Caja de Pandora. El estadounidense se debatía entre: probar algo nuevo (Trump) y más de lo mismo (Hillary). El deseo de cambio de América determinó ese voto por Trump. La escogencia entre el sistema y el antisistema en lo político; entre el americanismo y el globalismo en lo económico y entre la correctitud política y la supremacía blanca marcaron esa arriesgada apuesta de cambio paradigmático en las elecciones en EEUU. Vamos a ver, pues la economía no es un juego de bienes y raíces.
En lo internacional se verá enfrentado al mundo. Sus propuestas, quizá serán atenuadas, mas ellasapuntan enfrentar al Mundo. Surgen preguntas e inquietudes. Si nos apoyamos en Renouvin, veremos que las fuerzas profundas de la historia están en el tapete ¿Cómo Trump podrá trabajar con los aliados para hacer ver su entendimiento con Putin? ¿Cómo podrá trabajar con ese factor que, tarde o temprano, podría aliarse con China, pues, ésta, es en el fondo es aliada de Rusia en su cosmovisión anti-atlántica?
La Unión europea encendió las alarmas. Su marginación de la lente de la nueva política exterior de la Casa Blanca será evidente. Podemos decir, más allá del estilo poco “diplomático” deTrump que el problema es la política. Trump prometió, y por allí van los tiros, un neo-aislacionismo de EEUU de los problemas del Mundo. Al mismo tiempo habló y habla del establecimiento de unas nuevas relaciones con Putin. Éstas serán mejores dice Trump. Se habla de una futura división “descarnadamente y brutal” de las esferas de influencia. Churchill, sería un niño de pecho. Las realidades del siglo XXI apuntan al rediseño de los acuerdos de Sykes-Picot, pero globalmente. Se espera la fotografía para ver su voluminosa figura abrazar al diminuto Putin con la cual piensa mostrar al Mundo su disposición de llevar a cabo la “cooperación constructiva”.
Una estrecha relación de los EEUU con Rusia significa una amenaza para la seguridad global, dicho esto en palabras de Jean-Claude Juncker, actual Presidente de la Unión Europea. Putin apuesta por el reconocimiento definitivo de EEUU de la anexión rusa de Crimea. Luego vendrá el resto de Ucrania. Europa ve esto como muy peligroso. También veremos la conjunción de sus ejércitos, para combatir a los fundamentalistas islámicos en el Medio Oriente. Ello fortalecerá al dictador sirio. Son las esferas de influencia, percibidas muy a lo show mediático. Se cree que ambos ejércitos (EEUU y Rusia) combatirán al ISIS que se mueve con el petróleo bajo las arenas de Siria, Irak.
El Kremlin mueve las estrellas de rubí de sus torres en la dirección que le garantice beneficios geopolíticos en la política internacional. Veremos si el “neo-aislacionismo” que propone Trump, será permitido por las fuerzas profundas de la historia. También veremos, si más adelante lo “tragarán” las realidades internas de ese país, el país del excepcionalismo estadounidense, palabras de Alexis de Tocqueville.
No todo está dicho. Observemos cómo evolucionan las relaciones de Putin y Trump para dictar un veredicto sobre esa propuesta de crear una cooperación pragmática, recíprocamente ventajosa en beneficio de los intereses de ambos países que genere estabilidad y seguridad a todo el Mundo. Amanecerá y veremos.
@eloicito