El mes de diciembre generalmente es propicio para hacer balances analíticos y dibujar  pronósticos. Nos quedaremos con la primera parte porque aún faltan pocos días para culminar el año 2016, ya que pueden surgir algunos eventos que afecten los cambiantes pronósticos para la dinámica internacional y doméstica de los países, en particular del área que nos ocupa: la región del Caribe

Son variados los eventos a considerar en un primer balance. Corriendo el riesgo excluyente solo por razones analíticas destacamos los siguientes. Primero: El restablecimiento de relaciones diplomáticas Cuba-Estados Unidos y la consecuente agenda de negociaciones para la normalización de las relaciones entre ambos países que pasa por dos variables claves: el embargo y los derechos humanos. Segundo: La entrada en vigencia del Acuerdo de París relativo al Cambio Climático y los escenarios que se plantean para la implementación de los compromisos que dicho tratado prevé tanto para las transformaciones en distintos ámbitos así como por las demandas de las naciones vulnerables que ven amenazada su supervivencia. Tercero: La expectativa de “alivio” económico con la baja en los precios del petróleo y el contraste con las restricciones crecientes sobre los movimientos financieros internacionales que regulan de manera indiscriminada e interesada las calificada zonas grises y paraísos fiscales,  así como las derivadas del repliegue geográfico de la banca internacional alegando problemas de transparencia y seguridad cibernética.

A estos deben sumarse dos eventos cuya cronología tiene diferencias pero que podemos considerar como relevantes en expectativas e impacto para la agenda de relaciones internacionales de los países de la región del Caribe.  Por una parte, los resultados del Brexit (junio 2016) y el desarrollo complejo de la salida del Reino Unido como miembro fundador y las negociaciones en la redefinición de las relaciones de este país con las instituciones comunitarias así como con los países miembros de la Unión Europea.  Por la otra, los cambios que se “dibujan” con el ascenso de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos el próximo mes de enero 2017. Su sola elección (noviembre 2016) y los preparativos de enlace de transición, los anuncios del próximo gabinete y declaraciones sobre política doméstica y de política internacional, han traído respuestas inmediatas: movilidad  migratoria, previsiones financieras y, sobre todo, las “movidas diplomáticas” que apunten a una evaluación crítica de los cambios que efectivamente se generarán en la dinámica de relaciones entre Estados Unidos y la región del Caribe, tanto en el marco regional en el desarrollo de la “normalización” de relaciones con Cuba, pero muy particularmente en relación con la agenda estratégica que se está desarrollando entre Estados Unidos  y la CARICOM tanto en cooperación para el desarrollo como en materia de seguridad y en materia de cooperación energética.

La reciente muerte del líder de la revolución Cubana, Fidel Castro, es vista como una punta de lanza para cambios acelerados en Cuba y el consecuente impacto regional-global. Creemos que es una sobredimensión analítica de un hecho que tiene su trascendencia, pero no necesariamente determinante en un proceso complejo de cambios en la isla que también pueden cambiar de curso según sea la estrategia de la nueva Administración republicana  y la Presidencia de Donald Trump en Estados Unidos. Los escenarios se dibujan en el ejercicio académico,  analítico y de salas situacionales de cancillerías, pero también de otros actores y fuerzas cambiantes de la dinámica internacional y transnacional.

Cada uno de estos procesos que podemos ver por separado de manera analítica pero que están interconectados de manera compleja ha generado un calendario de negociaciones en visitas, cumbres, declaraciones de los países del Caribe considerablemente prolífico pero queda arropado por  “infoxicación” así como por las definiciones de la cobertura mediática de la que no escapa esta región del Caribe. Posiblemente lo que altera un poco esta tendencia es las secuelas la constituye la Agenda de los Desastres Naturales y la Ayuda Humanitaria que este año ha tenido como protagonista a  dos nombres, “Mathew” y “Otto”,  dos  tormentas en categoría de huracanes que han impactado en la región caribeña no solo en lo insular sino en territorio continental: Países de Centroamérica, México y Estados Unidos. Hasta en estos casos la cobertura informativa y analítica tiene “nombres propios” según la  fuente que consultemos. En algunas se manejan como “Tormentas del Atlántico” y en otras con las que nos identificamos hacen uso de “Temporada de Huracanes en El Caribe”. Las denominaciones son algo más que un juego caprichoso de palabras ya que esconden las miradas e imaginarios sociales y culturales con la que comprendemos y analizamos. Son algunos de condicionantes de cómo hacemos esos balances informativos y analíticos de las relaciones internacionales.

@mirnayonis

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