Londoño Paredes, Julio.
Colombia en el laberinto del Caribe,
Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, 2015, xxi – 311 pp.
Para ningún diplomático venezolano del último tercio del Siglo XX resultaría desconocido el autor de esta obra. El Coronel don Julio Londoño, Ex-Canciller de Colombia, fue, como él mismo lo recuerda en el exordio a su obra, actor o testigo directo de las negociaciones y controversias fronterizas que marcaron a lo largo de esos años la historia de las relaciones diplomáticas de Colombia. Siempre respetado en Venezuela, aunque no siempre visto con simpatía, como corresponde a quien defiende con buen ánimo, dedicación, profesionalismo y constancia los intereses territoriales de su patria en el escurridizo escenario de la política, de la diplomacia y de la defensa nacional, complejo trasfondo de las relaciones entre las hermanas repúblicas. Su excepcional continuidad en el escenario negociador de las fronteras de Colombia hace del autor una fuente invalorable e ineludible de información y opinión. Si, como afirma el autor, el riesgo de pérdida en los anales de la memoria histórica de Colombia lo motiva a dejar esta valiosa reseña y testimonio, cómo no será de importante también su testimonio para Venezuela, país donde el inmediatismo más acendrado, la manipulación de la historia y un obtuso sectarismo se han convertido una vez más en pandemias de la vida política.
Las negociaciones de fronteras, como el autor tiene también la sabia prudencia de recordar al lector, es un terreno en el cual escasean los conformismos y abundan las opiniones, cuando no los alegatos de incompetencia o traición. Hecha esa salvedad y asumido un reto de objetividad – no exento de opiniones – nos presenta su testimonio de las fronteras de Colombia sobre el Mar Caribe, crisol calificado con razón de laberinto y rompecabezas a la hora de definir jurisdicciones territoriales en un espacio geográfico donde se solapan todo tipo de realidades, aspiraciones y reclamos; un Caribe que Colombia, país en esencia continental, poco entendía y poco cuidaba hasta que el nuevo Derecho del Mar puso al Palacio de San Carlos, como a todas la cancillerías de la región, a tratar de dilucidar derechos de soberanía, a menudo a costa de reabrir casos que habían caído en un acomodaticio letargo.
El autor dedica la primera mitad de la obra al examen exhaustivo de la larga controversia entre Colombia y Nicaragua por las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y los cayos Roncador, Quitasueño y Serrana, desde sus raíces históricas en tiempos del Virreinato de Nueva Granada, pasando por aquéllos en que Panamá era provincia de Colombia y tenía frontera con Costa Rica, hasta la dilucidación tras muchos avatares en 2012 de la controversia de soberanía por la Corte Internacional de Justicia, caso en el cual el autor fungió de agente del Estado colombiano y cuya perspectiva es por tanto invalorable. La exposición abunda en las complejidades del caso, y por su intermedio, en las posiciones y sensibilidades de Colombia en temas de delimitaciones territoriales y solución de controversias. Por el escenario geográfico caribeño en el cual se desarrolló la controversia, por las características insulares de los territorios y sus espacios marítimos, por estar Colombia involucrada y por crear precedentes o situaciones de hecho de indudable interés, el caso, y la reseña del mismo por el autor, bien merecen la atención de los estudiosos de estos temas y de la opinión pública venezolana.
La segunda mitad de la obra la dedica el autor a las delimitaciones marítimas, conclusas o inconclusas, de Colombia con sus vecinos caribeños: Venezuela, Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Haití, Honduras, Jamaica y Gran Caimán. Añade a éstos, los casos de sus fronteras marítimas en el Pacífico con Ecuador y Panamá para presentar así un cuadro completo de los avances logrados por la diplomacia colombiana para definir sus jurisdicciones marítimas. Del conjunto bien puede deducirse una doctrina, sin perjuicio de detectar también un pragmatismo que lleva forzosamente a lo que pudieran calificarse de incoherencias útiles o necesarias, como por ejemplo sucede con los derechos de formaciones insulares o de la aplicación casuística de líneas de división.
El caso de la frontera marítima con Venezuela recibe particular atención. Recuerda no sólo los aspectos diplomáticos y jurídicos de la negociación sino también y sobre todo sus facetas de política interna y opinión pública en uno y otro país, aspectos que determinaron no sólo la ausencia de solución en que el tema se mantiene sino también los condicionamientos que lo enmarcan hacia el futuro. Las nuevas generaciones en ambos países encontrarán sin duda de menor interés los ocasionales comentarios al margen críticos de Venezuela, que el autor no logra poner de lado de un todo, que la sustancia de un desencuentro en buena medida resultante más de delicadas realidades domésticas que de imposibilidades técnicas, jurídicas o económicas. La “Hipótesis de Caraballeda” y el “Incidente del Caldas”, famosos en la relación bilateral, reciben una reseña de la cual ambos países, pero quizá Venezuela más que Colombia, deben aún sacar las lecciones que dejaron. De igual interés resultan los escarceos de ambos países con terceros para asegurar fronteras marítimas que reforzasen, por los antecedentes que creasen, sus derechos en la disputa bilateral. El caso de República Dominicana, con la cual ambos países suscribieron tratados de delimitación, diferentes entre sí aunque sobre espacios que no lo son, que el autor califica de “extraña situación”, debe ser único en el Mundo. Esta estrategia colombiana, que caso por caso reseña el autor, no sólo incluía el frente insular caribeño sino también el continental centroamericano, resultando notable los casos de las fronteras con Nicaragua y Honduras, condicionadas en su trazado por la disputa en torno al archipiélago de San Andrés, disputa que a su vez impidió un acuerdo con el territorio británico de las Islas Caimán, y el frente sobre el Pacífico.
La obra tiene el mérito, no sólo de la importante materia que aborda, sino también como ya señalado, de su carácter testimonial. Añadamos su notable esfuerzo de síntesis en temas que son muy proclives a caer en la prolijidad, anecdótica o tecnocrática, y también de divulgación pedagógica, ambos facilitados por una meritoria ilustración cartográfica caso por caso. En lo sustantivo, la reseña de la experiencia colombiana de la cual el autor deja testimonio, pone en claro que en última instancia, más allá de lo estrictamente jurídico, es un pragmatismo razonable lo que hace viable soluciones mutuamente satisfactorias en materia de disputas territoriales, y que en ausencia de entenderse o quererse aceptar esta realidad y las responsabilidades que lleva conexas, el recurso a terceros tampoco exime de acerbas críticas al gobierno y personalidades a quienes les toque asumir la responsabilidad histórica de un fallo o sentencia judicial, como fuese el caso para Colombia con la Corte Internacional de Justicia y la demanda nicaragüense, sino que lleva asociados imponderables que mantuvieron en vilo a las partes antes, durante y después del proceso. A la lectura de su obra, sólo cabe felicitar al autor por el descargo de estas responsabilidades en nombre y en beneficio de Colombia, que entró así al Siglo XXI con buena parte de esa tarea cumplida con éxito.