Hoy, martes 8 de noviembre, se están celebrando las elecciones presidenciales en EEUU. El promedio de las encuestas muestra a Hillary Clinton por delante de Donald Trump por apenas 1,8%, lo cual implica un empate técnico. ¿Cómo es posible que un candidato tan polémico como Trump haya llegado tan lejos? Por un lado, Trump ha jugado bien a la política del espectáculo, y ha empleado la carta populista para movilizar al electorado blanco caucásico de bajos ingresos que aún se encuentra golpeado por la gran recesión de 2008. Por otro, Clinton a pesar de tener una vasta experiencia, genera desconfianza y no emociona lo suficiente. En todo caso, estamos ante una elección donde los índices de rechazo son altos; y donde ganar el favor de un grupo étnico no resulta decisivo. Además, el desgaste del Partido Demócrata tras ocho años en la Casa Blanca pesa. Aún así, lleva la delantera en la intención de voto de las minorías, de las mujeres y en estados clave. Ergo, Clinton tiene 65% de probabilidades de triunfo. Empero, esta noche, el Mundo contendrá el aliento. Para mitigar la incertidumbre respecto a Venezuela, hemos venido discutiendo a lo largo de este año en el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI), sobre las plataformas de política exterior.

En primer lugar, tenemos a Donald Trump con su America First. Una propuesta neo-aislacionista que implica quebrar el consenso globalista que ha tenido la élite de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial. Considera que EEUU se encuentra en declive por excesivos compromisos y malos acuerdos que le han llevado a la sobre-expansión militar y el estancamiento económico. Estima necesario defender los intereses nacionales de EEUU sobre la defensa de valores abstractos. Ha señalado que EEUU debe evitar promover la democracia en el Mundo e intervenir en conflictos por motivos humanitarios. Tiene un fuerte enfoque geoeconómico neo-mercantilista, reconociendo las esferas de influencia de otras potencias y exigiendo a los aliados pagar por su seguridad. Piensa que China es el gran rival, y Rusia es un problema menor: de allí, su controvertido “me llevaría bien con Putin”. Plantea la renegociación o abandono de los tratados de libre comercio por considerarlos perjudiciales, del NAFTA al TPP. Ha propuesto la construcción de un muro en la frontera sur y la deportación masiva de inmigrantes ilegales, causando alarma en México. El gran objetivo sería recuperar el poderío de EEUU, lo cual es tan grandilocuente como contradictorio, ya que sus propuestas debilitarían el orden mundial que ha construido desde hace 7 décadas. No tiene experiencia ni asesores de prestigio en esta materia. En definitiva, una plataforma que responde a la tradición jacksoniana de política exterior centrada en la búsqueda de seguridad y bienestar para EEUU con rasgos nativistas y unilaterales.

En segundo lugar, tenemos a Hillary Clinton con su Indispensable Nation. Una propuesta globalista que considera que el poder de EEUU sigue siendo incomparable y central para mantener la estabilidad y el progreso global. Estima que EEUU debe utilizar el smart power (“poder inteligente”, es decir, todos los instrumentos según cada caso), así como el multilateralismo para promover sus intereses y liderar globalmente. Así, Clinton es mucho más proactiva que Obama en la defensa de la democracia y los derechos humanos en el Mundo, siendo crítica de los autoritarismos de Rusia y China. Aunque ha criticado el TPP, todo indica que es una impostura para obtener votos en sectores críticos del libre comercio por su impacto ambiental y social. Estima que el “Pivote al Pacífico” para encarar el ascenso de China debe ser la prioridad. Tiene más de 50 asesores en esta materia, donde destaca Madeleine Albright (Ex–Secretaria de Estado). En definitiva, una plataforma que responde a la tradición wilsoniana enfocada en la promoción de la democracia para crear un orden mundial favorable.

América Latina no es una prioridad para la política exterior de EEUU, ya que se encuentra relativamente estable respecto a otras regiones. Empero, Venezuela debido a la aguda crisis en que se encuentra y a la importante inmigración de venezolanos en la última década, ha sido mencionada. Clinton escribió un artículo titulado Por una mayor unidad con América Latina donde señaló: “Necesitamos mantener la presión sobre Venezuela y trabajar para encontrar una solución pacífica a la actual crisis política y humanitaria, como resultado del legado del régimen autoritario de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. No dudaremos en sancionar a los individuos que violen los derechos humanos o roben a sus conciudadanos, o en hablar a favor de los prisioneros políticos. A la vez que los venezolanos expresan su derecho constitucional a emprender un cambio de rumbo (…) utilizaremos nuestro liderazgo en Latinoamérica para asegurar que el resto de la región también se una en solidaridad”. Por su parte, Trump ha pasado de ignorar a Venezuela, a mencionarla recientemente en Florida por la necesidad de arañar votos: “Nosotros mostraremos solidaridad con los pueblos sufridos de Cuba y Venezuela, contra la opresión de los regímenes de Castro y Maduro”.

Más allá de la retórica electoral, resulta evidente que Clinton tendría un mayor compromiso con la democracia y los derechos humanos en Venezuela, teniendo además experiencia en el tema al haber sido Secretaria de Estado (2009-2013). Mientras es muy probable que Trump sea negligente hacia la crisis venezolana y cometa errores con México que polarizarían la región beneficiando indirectamente a los gobiernos ALBA y su discurso anti-imperialista; Clinton desde un marco multilateral emplearía incentivos y sanciones para impulsar cambios en Venezuela. Clinton incluso puede lograr construir un amplio consenso regional e impulsar un fortalecimiento de la OEA en la VIII Cumbre de las Américas en Lima en 2018 que aislaría completamente a los gobiernos ALBA. En conclusión, Trump le convendría mucho más que Clinton al madurismo. ¿Y usted qué opina?

@kenopina

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