Hemos definido la política como un escenario difícil, arduo y complejo en el cual los jugadores, para llamarlos de alguna manera, se convierten en forjadores de ideas para maximizar sus pretensiones y ambiciones, y en consecuencia, alcanzar el poder. Ésta, podría, incluso conducir a la guerra. Sabemos que ningún actor racional la desea. Claro, seguro se dirá, con sobrada razón: pero, ¿y los conflictos que ha conocido la humanidad? Conocemos de guerras, violencia, genocidio, exterminio, invasiones, barbarie y otras formas irracionales manifestaciones humanas. El hombre ha sido acompañado de la violencia. Thomas Hobbes, sentenció, en su obra El Leviatán, dos frases que se hicieron dueñas del pensamiento de todo político, a saber: “Bellum omnium contra omnes” (“Guerra de todos contra todos”); y “Homo homini lupus est” (“El hombre es un lobo para el hombre”).

No obstante, el hombre ha encontrado, más allá de ese fatalismo existencial, mecanismos para superar la barbarie. No ha sido fácil, pero la evolución positiva ha determinado el deseo del hombre por racionalizar sus actos, también hay que señalarlo, por el creciente poder de fuego de los actores. Hoy, el miedo al arma nuclear, ha minimizado, la posibilidad de que la guerra, se haga realidad. Salvo en aquellos países donde los actores en su interior deciden jugar a los dados e irresponsablemente cruzan los límites y las proporciones y se embarcan en interminables conflictos.

Hay que aclarar que muchos de éstos, generados por apetencias geopolíticas de otros actores de mayor peso, cuyo interés se proyecta en la aplicación de la geopolítica; ésta, como  disciplina que explica el dato político en el sentido geográfico, es decir, los elementos espaciales como instrumento de la política.

Venezuela no escapa de esta cruda realidad. Nuestro país ha conocido la violencia, la barbarie, la exclusión y la crudeza generado por tanto bicho de uña, nimbado de la creencia de ser “el predestinado” o intérprete del “pueblo”. El país conoció a Boves, luego una serie de caudillos, chafarotes y ridículos individuos vestir los símbolos patrios para, según ellos, encarnar la voluntad del pueblo. Son unos hombres a caballo, seguidos por una multitud que deposita sus sueños en las alforjas de los jamelgos de éstos individuos.

El país en sus 186 años conoció una fauna interminable de chafarotes (término que me gusta por el sonido de la pluma de mi amigo Ibsen Martínez) apenas 43 años, conocimos y probamos el valor de la democracia. Vale decir, el llamado trienio de Acción Democrática y los 40 años de civilidad constitucional. 7 Presidentes constitucionales, ocuparon la majestad presidencial con decoro, errores, aciertos, debilidades, pero con un alto sentido del respeto por los límites y las proporciones. Fueron demócratas en el amplio sentido de la palabra. Expresaron un proyecto civilista, por ejemplo, con el perdón del Dr. Germán Carrera Damas a quien me permito citar en paráfrasis: “El 23 de enero de 1958 es, en este orden de ideas, el segundo acto del 18 de octubre de 1945, con una diferencia sustancial de grado: los factores internos de cambio había evolucionado, y sobre todo habían crecido en forma tal que dominaban la escena”. Interpreto, éstos, crecieron en civilidad; la sociedad lo exigía. En tanto que ese mismo autor, expresa, y así lo interpreto, el 18 de octubre de 1945 fue una gesta democrática, pero  la sociedad no estaba preparada para ello, es decir los “factores internos de cambio no habían crecido y no pudieron dominar la escena”.

El país, en 1992, parecía haber enterrado a los caudillos militaristas, chafarotes, Maisantas, Zamoras y toda esa pléyade de nefastos individuos; e incluso se pensó que se había enterrado la prédica absurda que provenía del dogmatismo estalinista y anti democrático de la izquierda dependiente de factores exógenos. Tremenda equivocación del sistema político, el cual fracasó enfermo de su propio éxito.

El MAS fue el ensayo más serio por introducir una versión nacional de la prédica socialista democrática. Naufragó en su intento, a pesar de la honestidad, valentía, coraje e inteligencia de su generación fundadora, formada por hombres curtidos en la lucha política y quienes abandonaron la lucha armada y el tronco estalinista para abrazar el ideal democrático. También decayeron. Hoy, los pocos que están vivos, observan con estupor cómo sus vivencias fueron confiscadas por este gobierno para enlodar sus años de luchas. Otros pocos de los antiguos líderes, o bien hijos de muchos de los muertos, aprovechan el espacio crematístico que ofrece la corrupción del gobierno para, cual Judas Tadeo, venderse por unos dinares. Carpe Diem se dice en latín. Estos vástagos de esos líderes ya fallecidos realizan un acto de traición a la memoria de sus padres.

Lo que importa destacar es que la sociedad venezolana está entrampada por una pandilla de individuos huérfanos de ética, cultura y conocimiento de la ciencia de la gestión pública. El manejo de los asuntos del Estado, pareciera copiar los dislates de la Locademia de policía. Todos lloramos porque un grupo de ignaros representan la ley. El país en manos de estos individuos va a la deriva y todos nos estamos estrellando poco a poco contra el muro de las tragedias.

Es una realidad. La crisis nos golpea a todos. La oposición lo sabe e interpreta cabalmente a la mayoría de todos los ciudadanos. El gobierno, o sus cada vez más reducidas fuerzas, también. Por ahora el clan que convive en Miraflores detenta dos elementos claves: el dinero y las fuerzas armadas, apoyadas por un tinglado estatal que los blinda institucionalmente. La solución requiere de una dosis de valentía, audacia, inteligencia, y sobre todo de maña. Para el gobierno, el cual por ahora detenta esos factores señalados, corre la arruga y práctica la técnica de Muhammad Ali en el boxeo, la del rope-a-dope», que tenía como finalidad cansar al adversario en las cuerdas, pero, para lo cual se requiere de una gran capacidad de resistencia. ¿Acaso el gobierno la tiene? No lo sabemos.

Mientras ello ocurre, el país, sus ojos acusan hambre, falta de medicinas e inseguridad; busca soluciones rápidamente a sus problemas. El gobierno no los resuelve y la oposición no tiene la fuerza para imponerse definitivamente. Hay dos variantes: la guerra, donde volvemos al escenario de antes de 1864 para maternos todos, o bien impulsar una negociación que busque saldar cuentas pacíficamente y supere los momentos tensos y difíciles que se han incubado en la sociedad. Para ello se requiere de un diálogo. No puedes negociar si no hablas, si no conversas. Cada factor almacena resentimientos. Creemos factible un dialogo y una negociación; éste debe expresar el deseo compartido de superar los malos momentos y encontrar nuevos espacios de convivencia. Chile, Polonia, Vietnam, África del Sur y muy recientemente Colombia, son ejemplos a tomar en consideración.

Hay que establecer una agenda que incluya lo que el Dr. Juan Carlos Rey Venezuela nos dibujó (Revista de Estudios Políticos, # 0 de 1981, Editorial jurídica, pag.7) en un estudio con el cual nos introduce en la teoría de los juegos. En éste, el Dr. Rey nos indica que hay tres tipos de relación, a saber: a) conflictivas) b) cooperativas y c) mixtas. En el primer tipo, el conflicto es abierto y las posibilidades de negociar son nulas. Son suma – cero y las posibilidades de negociar son remotas. Es evidente, cada cual buscar eliminar al otro.

En tanto que el segundo tipo es igual al primero pero, al revés. Como no hay conflicto, no hay negociación, pues, por lo innecesario. Lo que hay es comprensión mutua y no hay nada que negociar.

El tercer tipo de relación es el más interesante y rico y el cual nos ofrece la clave para encontrar  la solución. Creemos, nadie en su sano juicio, busca la guerra. Incluso los más radicales (personalmente, no entiendo ese adjetivo: Ser radical es tomar las cosas por la raíz y la violencia no es nada de eso) por lo que estaríamos ante un escenario de negociación, pero, repito, para ello hay que dialogar. Si no dialogas no hay negociación. No hay que ver el hecho de conversar con el adversario como un peligro o como un prurito absurdo. Se busca una solución. Los conflictos no son eternos. Por la que las partes involucradas deben buscar una solución. El país está en peligro de verse envuelto en una espiral de violencia. Hay que detener su desarrollo. Ambas partes se beneficiarían; pero, lo fundamental es el país, nuestros hijos, padres, hermanos, amigos, sobrinos, escaparíamos de la sangre impuesta por el absurdo de la violencia.

Por lo que ambas partes deben reconocerse y negociar qué es lo máximo y lo mínimo que están dispuesto a ceder. Negociar es ceder y ello implica una dosis de audacia, valentía, inteligencia y maña. Negociar es lo más barato que nos puede ocurrir. Quién quiere violencia debe tener algo escondido en su alma. Los venezolanos queremos vivir en paz, incluso con aquellos que fraguaron este irracional estado de cosas. La carta principal de la oposición es el referéndum en 2016; la del gobierno es la de permanecer hasta 2019 y encontrar impunidad a sus desmanes. Hay que encontrar una salida mediante la negociación civilizada, que no negocios, como maliciosamente deslizan algunos.

@eloicito

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