Venezuela será sede de la XVII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (NOAL) y presidirá el mismo durante los próximos tres años, tomando relevo a la República Islámica de Irán. Al estado Nueva Esparta, preferido por su carácter insular para la seguridad de los invitados a eventos de esta singularidad, le cabe ser el anfitrión de la cumbre. Serlo de delegaciones de unos 120 países, algunas a nivel de Jefes de Estado, otras ministeriales y muchas a nivel de embajadores ante Naciones Unidas, rodeadas de cohortes de seguridad y prensa, es un reto cuya prioridad para un país y en una entidad federal en los que atender las necesidades más básicas son una aventura incierta para la población, resulta poco comprensible y aceptable. En la actual coyuntura política, social y económica de Venezuela, ser sede de esta cumbre es una extravagancia que linda en el dislate.
Para atender el reto de tener una reunión “exitosa” en términos de logística y resultados, el régimen bolivariano cuenta con un aliado capaz de brindarle una asesoría permanente en este campo: el gobierno de Cuba. Desde hace muchos años, el castrismo hizo del Movimiento de los No Alineados su plataforma de trabajo internacional, necesaria para romper su aislamiento, protestar a coro sanciones, cohonestar su intervencionismo crónico en otros países, y pretender una influencia en los asuntos mundiales que no tenía ni tiene otro respaldo en la realidad que aquél que da la propaganda.
Como país sede también contamos para el éxito del encuentro con la naturaleza misma de los NOAL: un conglomerado variopinto de naciones, unidas más por sus resquemores y recelos mutuos que por intereses compartidos. Durante décadas los NOAL ni siquiera lograban ponerse de acuerdo en reglas de procedimiento para llegar a entendimientos en ocasión de estos multitudinarios encuentros. Para cualquier observador siempre fue evidente que el Movimiento era incapaz de tomar decisiones que tuviesen impacto operacional en la vida internacional. Aunque su contribución siempre tuvo aspiraciones éticas, en la realidad no ha pasado de ser un grupo de opinión cuya opinión cuenta poco más allá de los vericuetos de la diplomacia onusiana. Larguísimas declaraciones y “planes de acción”, conocidas por su lugar de adopción, marcan a lo largo de la existencia del NOAL su relativismo sistemático. La ilusión de una visión teóricamente compartida queda desvirtuada por las frecuentes salvaguardias y equilibrios verbales forzados con que intentan traducir los supuestos consensos que tendría el Movimiento sobre los complejos temas de la paz, el desarrollo y la cooperación internacional. Después de agotadores escarceos gramaticales y enfrentamientos nada disimulados, las cumbres se limitan a endosar textos que ya vienen decididos por años de precedentes con lenguaje trillado, revisado o actualizado por las reuniones ministeriales que se celebran entre cumbres y puesto a punto por el “Buró”, que sesiona en Nueva York bajo la hospitalidad de la ONU, su principal escenario de trabajo.
Siendo esto así, ¿de qué le sirve a Venezuela ser miembro, sede y además presidir en adelante de Margarita el NOAL? Coordinar perspectivas sobre los temas en la agenda internacional no lo hace necesario. Perfectamente podríamos ser país observador sin que en nada nos perjudique dejar de ser miembros para actuar responsable y constructivamente en las Naciones Unidas y para tener una línea independiente en política exterior. En respuesta sólo cabe recordar por qué Venezuela ingresó al movimiento. Lo hizo en interés a promover por vía del Acuerdo de Ginebra su derecho a una solución justa al expolio del Esequibo: dar a conocer, explicar y conseguir buenas voluntades, si no aliados, en un conglomerado de países en los que predominaban las excolonias, las británicas en particular. No fue fácil ser admitido. Cuba tuvo a bien sabotear sistemáticamente a la democracia venezolana y favorecer a sus aliados marxistas de Guyana. Así son las ironías de la historia. Incluso siendo ya miembros de reconocida trayectoria en temas de relevancia para el Movimiento, como la descolonización o el combate por un orden económico internacional menos sesgado, Venezuela, como casi toda América Latina, fue siempre vista en su seno como un tanto ajena a las realidades y exigencias de un “Tercer Mundo” en el cual los nacionalismos y la Guerra Fría hacían de las suyas. Era una convivencia de conveniencia pero, en realidad, nada le era más ajeno a Venezuela que compartir tribuna con regímenes dictatoriales de derechas e izquierdas. Ahora pareciera que la afinidad es algo mayor. Pero el Esequibo lo exigía. ¿Valió la pena? Es dudoso que Venezuela haya obtenido algún avance en su intento por hacer entender la justicia de su reclamo. Cada declaración de los NOAL, al tomar posición sobre el tema, nos deja igual sino peor. Nos ayuda que, como dicho, los NOAL tienen tantos problemas entre sí que para tales casos ya es tradición entre ellos no tomar partido, limitarse a glosar las posiciones de las partes y remitirse a un futuro mejor de manos de la indiferencia colectiva. ¿Será así en esta ocasión? ¿Será promover el apoyo de los NOAL a una solución venezolanista del diferendo una prioridad del gobierno nacional? A diferencia de lo que acontecía durante muchos años, hoy Guyana y Venezuela disienten sobre cómo debe aplicarse en adelante el Acuerdo de Ginebra. ¿Los NOAL darán razón a Venezuela o a Guyana? Ciertamente, no les corresponde hacerlo. Es un asunto que no compete sino a las Partes, pero la opinión de los NOAL, expresada en una declaración de jefes de estado no es de importancia subsidiaria.A la cumbre de Margarita habrá que evaluarla desde esta perspectiva. Para Venezuela no cabe otra de mayor relevancia.
Sin embargo, para Margarita, a juzgar por los antecedentes, el Gobierno Nacional tiene quizás otras prioridades, más propias al régimen que a la Nación: usar el escenario y tribuna de una cumbre de los NOAL para una ofensiva propagandística y denunciar lo que alega ser una escalada de agresiones imperialistas por parte de EEUU, presentarse como víctima por las sanciones dirigidas a sus personeros y, al mismo tiempo, como héroe de la resistencia en un conflicto titánico del bien contra el mal; posesionarse de un discurso similar al que ha explotado hasta el abuso Cuba y hacer de ello el soliloquio reiterativo para una presidencia de un Movimiento cuyo nombre y alcances son rémoras de tiempos pasados. Cooptar los NOAL para estos propósitos tiene larga tradición pero difícilmente se equipara a la lucha por la soberanía que inspirara la fundación del mismo.
La política internacional del país es reflejo de su crisis actual y la cumbre de Margarita, y más aún la presidencia del Movimiento que vendrá asociada con la misma,parecieran responder más que todo a la búsqueda de una anacrónica y costosa plataforma propagandística. Es un compromiso que no tiene sentido para una Venezuela democrática en la cual estado y gobierno sepan diferenciarse.
Venezuela merece y necesita en lo internacional asociaciones que le abran caminos a un destino mejor y no sean simplemente canales de subsidio para aliados circunstanciales. El NOAL no ofrece estas ventajas. Para ser independiente y soberana en su política exterior Venezuela no lo necesita.
@cbivero