Sir Winston Leonard Spencer Churchill, fue el gran Primer Ministro de Gran Bretaña en dos ocasiones 1940-1945 y 1951-1955. Considerado uno de los más importantes y significativos líderes de guerra del siglo XX. Oficial en la Armada británica, historiador, escritor y pintor;  Premio Nobel de Literatura en 1953 y ciudadano de honor de los EEUU. Nació un 30 de noviembre de 1874 en una familia aristócrata. Su padre el Lord Randolph Churchill, un político que ocupó la cartera de Finanzas y su Madre, Jenny Jerome, una americana. Churchill fue un apasionado de la historia.

Es recurrente la conversación con ciertos amigos sobre los políticos. ¿Están ellos motivados por sentimientos? Algunos amigos consideran faltos de sentimientos sólo a Hitler, Lenin, Stalin y Mao TseTung, mientras que estos mismos amigos, consideran, por ejemplo, que Winston Churchill, sí tenía sentimientos. Para colmo, éste hacía pública su inclinación a practicar la virtud de ser útil en vez de ser sólo importante.

Con mis amigos mantengo un disenso. La política tiene una condición desvinculada de los sentimientos. El político fundamenta su praxis sólo en el interés por el poder. Con ello no se ha  descubierto el agua tibia. No obstante, los políticos deben tener “cuero de caimán y garra de tigre”, además poseer una condición, por demás relevante: la valentía física e intelectual. Pocos la tienen. Ella, además, sirve para comprender la praxis del político. El político debe ser valiente, y Churchill lo fue.

Luego de tomar el cargo y jurar ante el Rey George IV, en mayo de 1940, pronunció en la Cámara de los Comunes, un muy corto, pero intenso discurso, el cual está inscrito en la historia de las relaciones internacionales, como una brillante pieza de oratoria y a la vez de sencillez. Mostró valor y grandeza de quien tenía el don de anticiparse a los acontecimientos, a la realidad. En ese mencionado discurso, recurrió a una arenga del otrora gran líder estadounidense, Teodoro Roosevelt, quien en su presentación ante el Colegio de la Marina de su país, dijo ofrecer (I have nothing  to offer but blood, tail, tears and sweat) “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Churchill, conocedor de la historia recurrió a esa emblemática frase para presentarse ante su pueblo y ante el Mundo como el líder que enfrentaría a los totalitarismos nazis, fascistas y comunistas incrustados en la Europa de años 30 y 40, para lo cual no había tiempo ni descanso. Era un poseedor de un fino “olfato político”.Por lo que, durante la guerra con Hitler, mantuvo la idea de que el objetivo principal no debe ser otro que “la victoria, victoria a cualquier precio frente al terror, no importa lo largo y difícil que sea la vía a tomar: victoria”.

Churchill,fue pragmático y adepto al realismo político, pero sin dejar a un lado su concepción conservadora del Mundo. Su desempeño durante la segunda guerra mundial fue ejemplo de resistencia que le valió el reconocimiento a su liderazgo, convirtiéndole en uno de los grandes hombres del siglo XX, junto con Franklin Delano Roosevelt, Stalin y De Gaulle.

Presionado por el cansancio y el debilitamiento de su país y toda Europa por la guerra contra Hitler, convino con Stalin el reparto de Europa en esferas de influencias. Para Churchill, no fue problema jugar al ajedrez, la suerte de los países europeos: Rumania por Grecia, Polonia por Austria. Esa era la realidad. Un acuerdo para lograr la paz en el Mundo. La URSS estaba cansada y el Mundo también. Se logró un respiro con esos acuerdos. Mas, hoy el Mundo observa que la respiración se pierde en determinados espacios. Urge un replanteamiento de acuerdos. Es la política. Mas, ello no fue obstáculo para que, en virtud de su enorme capacidad de anticiparse a la realidad, Churchill acuñase la frase Iron curtain (“la cortina de hierro”) para bautizar a toda esa zona que había quedado bajo el puño rojo de hierro de Stalin.

Con Churchill aprendimos que los sentimientos no cuentan en política. La política es así. Son las circunstancias las que determinan su desempeño. Por ello no es casual que el propio Churchill advirtiera que “…. Los hombres y los reyes deben juzgarse por su actuación en los momentos críticos de sus vidas”. Otro detalle que debe tomarse en cuenta es que para Churchill lo importante era ganar espacio y tiempo para las generaciones venideras y no ganar elecciones. Para lo cual había que tener valor y no caer en el ofrecimiento barato del populismo. De ahí que los sentimientos en los políticos, no tienen cabida; lo que importa es lo que hagan o dejen de hacer en el interés por el poder y por sus pueblos.

Churchill a propósito siempre decía que para ser político habría que ser capaz de anticiparse a lo que ocurrirá mañana, la semana que viene, el mes y el año próximo; luego explicar por qué no se produjo nada de lo dicho. Por su actitud fue bautizado como un “buldog inglés”, por su semejanza con esa raza de perro, el más querido y preferido por los habitantes londinenses. Fue un hombre lleno de valor físico, tenacidad, cultura, fue vigilante y de una extraordinaria inteligencia, pero también hay que agregar: tenía un gran sentido del humor, un humor elevado y ocurrente; era inglés, por supuesto.

Por esas cualidades, fue el emblema ingles durante la segunda guerra. El símbolo de la derrota de Hitler. Un hombre que jamás perdió la esperanza ni el buen humor. Poco después de culminar esa masacre se dejó crecer el bigote. En una de las primeras apariciones públicas, fue invitado a una cena de gala y una señora que se sentó junto a él, le abordó y evidentemente que le desagradaba, le expresó: “Sir, debo manifestarle que no me importa cuán negras sean sus uñas, ni su política ni sus bigotes. Churchill con su mirada puesta en los acontecimientos europeos, le respondió: ‘No se preocupe, señora, no tiene ningún chance de acercarse jamás a ellas ni a las otras cosas’”.

En una ocasión un Winston Churchill ya acosado por el tiempo y cuya vejez era visible, un joven periodista le preguntó: ¿podría realizar con Ud. alguna entrevista el año próximo?Churchill le respondió: ¡No veo porque no. Ud. se ve joven, sano y fuerte, por lo que probablemente sobrevivirá hasta entonces!

En otra oportunidad en el Parlamento, Churchill ya no era el Primer Ministro, pero sí miembro de éste; durante un receso, se dirigió al baño y ensimismado en sus necesidades observó que el entonces Primer Ministro Clement Attlee quien le había ganado las elecciones, también había ingresado al baño. Este, era un laborista, enfermo por el estatismo y propiciador de expropiaciones de empresas. Churchill al observar su presencia en el retrete, se separó de él. Attlee, lo observó y extrañado le preguntó: ¿Sir, qué ocurre; por qué se distanció de mí? Churchill, respondió: ¡Sir, lo que pasa es que Ud., cuando ve algo grande, bueno y funcional, automáticamente lo confisca y lo expropia!

“La historia nos juzgará amablemente” le decía a Roosevelt y Stalin en la Conferencia de Teherán en 1943. Estos, preguntaron por la certeza de esa expresión: y respondió: ¡Porque voy a escribir la historia! Tuvo razón: Escribió seis volúmenes dedicados a la historia de la Segunda Guerra Mundial. Fue un visionario. Se anticipó a los acontecimientos. No cargaba consigo el remoquete “generación de relevo”. Actuó políticamente con sus argumentos y jamás se paseó por el boulevard de los insultos, e incluso en los momentos más duros de su soledad política, pues era el único que proponía enfrentar a Hitler.

El tema central de sus libros: mostrar la futilidad de conciliarse con Hitler. El recorrió todo un camino en soledad y escribió que los países occidentales fueron los culpables del rearme alemán y en consecuencia de la guerra que les acogotó durante 6 años. El Acuerdo firmado por Chamberlain y Daladier en 1938 con Hitler fue un gravísimo error.

Chamberlain hubo de rechazar las ideas de Churchill. Les consideraba “faltas de profundidad” pues, no tomaba en consideración que no había alianza con los EEUU ni que éstos tampoco estaban preparados ni listos para un conflicto. Los EEUU estaban “casados” con su aislacionismo. La URSS y Stalin, en palabras del mismo Churchill eran un enigma. El régimen bolchevique no mostraba sus cartas. Ella significaba un problema en la estrategia contra Hitler. Europa era muy complicada. Nadie en ella confiaba en Stalin. Todos acordaron que la política exterior soviética no era sino una máscara que escondía los viejos planes del imperialismo ruso. Luego, ¿cómo confiar en un país que había descabezado a su elite militar, por razones de purgas internas? Había una soledad total y la sombra de la guerra cobijaba a Europa y al Mundo.

En 1940, nadie quiso ser asociado con la política de conciliación. Fue un fracaso. Luego, a partir de 1945, todos afirmaron que sin la fuerza, voluntad y tesón de Churchill y sus política no se hubiera triunfado. La evolución de los hechos históricos lo confirmó. La resistencia a Hitler fue correcta. Por lo que después de 1945, nadie puso en duda la actitud de Churchill en oponerse a Hitler con firmeza. Esa actitud es ejemplarizante. No se puede transar con dictadores o como les llaman “dictadorzuelos”. Ello es válido también para los que emergen de la voluntad popular y traicionan los principios democráticos. Churchill tuvo abierta  razón. Hoy en día, hay que leer historia para hacer política. Churchill fue visionario, incluso con sus desplantes humorísticos, como cuando comentó a Stalin y Roosevelt: “La historia nos juzgará amablemente”. Lo ejemplarizante es que él abordó la política con la frialdad y pasión a la vez en términos del interés general. La política es para hacer política y no para ejercicios retóricos. Una vez tomado un camino hay que ser lo suficientemente sólido para sumar y no restar en alianzas; sobre todo cuando nos enfrentamos a un enemigo poderoso y tramposo. Él se anticipó a Mario Puzo, quien escribió en su novela “El Padrino”: “la fuerza de una familia reside en la lealtad”. Por eso y por otras cosas más, la historia ha tratado amablemente a Churchill, exactamente como él quería.

@eloicito

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