El juicio político a DilmaRousseff, el triunfo de Mauricio Macri en Argentina, las protestas frecuentes en Ecuador, y la decisión del Presidente Rafael Correa de no presentarse a una nueva reelección; el acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC; el Acuerdo del 17 de diciembre de 2014 entre Cuba y los EEUU para iniciar la “normalización de las relaciones bilaterales” que han hecho posible el encuentro de ambos mandatarios en la Cumbre de las Américas de Panamá (2015) y la apertura de misiones diplomáticas en ambos sitios… La llegada de Luis Almagro a la Secretaría General de la OEA y su sucesiva potenciación; las elecciones parlamentarias y el resultado de las mismas en Venezuela… Todo esto es sin duda un cambio de época en América Latina, hacia lo que hemos de llamar una “Era Post-Ideológica”.
Nuestro continente viene de una década (1999-2010) marcada por el ascenso de gobiernos de corte izquierdistas / progresistas cuyo factor común ha sido sin duda, hacer énfasis en la visualización y sucesiva atención de las grandes mayorías desposeídas y sumidas en la pobreza, y tratar de desarrollar estrategias y políticas asistencialistas dirigidas a la distribución equitativa de la riqueza para cerrar la brecha entre ricos y pobres, y por ende, generar una sociedad más justa e igualitaria. De igual forma, -y bajo distintas intensidades en la mayoría de los países del Hemisferio- se ha tratado de fomentar un cambio de las relaciones sociales por vía dela transformación de valores en la superestructura para de esta manera alejarse del capitalismo liberal y de las dinámicas imperialistas desarrolladas por EEUU.
Así, frente al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en la Cumbre Social de las Américas, fue lanzada la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP); frente a la Organización de Estados Americanos, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos –considerados como instrumentos de EEUU para la dominación imperialista- fue creada UNASUR y la CELAC, y producto de los altos precios del petróleo en los mercados internacionales, se generó la plataforma de cooperación económica-energética PETROCARIBE. Todo ello para crear, fortalecer y expandir la propuesta del Socialismo del Siglo XXI, que buscaba “generar un mundo pluripolar, pluriétnico con Relaciones Internacionales más equitativas y justas y libres de Imperialismo”.
Hasta acá puede verse que la política internacional del Hemisferio estaba sustentada en una visión ideológica de izquierda, que si bien tuvo logros en la reducción de la pobreza en países como Brasil con los programas sociales o “Bolsas” para los más necesitados, o las “Misiones” en Venezuela; no es menos cierto que también se desarrollaron tendencias negativas como los controles de precios, control de cambio, inamovilidad laboral y el incremento exponencial en muchos casos de la deuda –tanto interna como externa-; acompañado de procesos políticos de persecución a la disidencia, desequilibrio de los poderes públicos a favor del poder ejecutivo, restricciones a la libertades de expresión, información y pensamiento; expropiaciones, confiscaciones, etc., fenómenos estos que junto a las denuncias crecientes de corrupción, hicieron que el pueblo, pero sobre todo millones de habitantes de clase media, les quitaran su apoyo a estos gobiernos de izquierda a través de los votos.
Podemos tratar de buscar múltiples razones “sistémicas” –desde la perspectiva de la Teoría de las Relaciones Internacionales- a este proceso de “Movimiento de las Estructuras Políticas en América Latina”, que cual placas tectónicas mueven el piso de la Geopolítica Regional; empero, vayámonos a la perspectiva de que es lo que quieren los ciudadanos.
Desde nuestra perspectiva, la “Era Post-Ideológica” en América Latina, es un proceso impulsado desde las clases medias latinoamericanas, aquellas olvidadas por la izquierda al considerarlas también como “Oligarcas”, cuando al contrario, han sido producto de la movilidad social fomentadas por las políticas públicas diseñadas otrora. Ellos, -la clase media, a través de “la Revolución de las Habilidades” en palabras de James Rosenau y Mary Durfee-, hoy exigen, a través de una visión consciente de la realidad continental, Políticas distributivas, que generen bienestar, y haya una distribución más justa del ingreso para romper con dinámicas como la de las “Trampas de la Pobreza”, pero que al mismo tiempo, se trabaje en pos del Progreso Económico y Material, que sólo es posible a través de un aparato productivo pujante, activo en cuanto a la producción nacional para poder competir en el marco cada vez más exigente de la globalización.
Finalmente, pero no menos importante, en la Era Post-Ideológica de América Latina, todo este proceso “Armónico” entre PRODUCCION-DISTRIBUCION, sólo puede ser sustentable en el tiempo en el marco de un Sistema Democrático y de Libertades tanto individuales y colectivas, con un ciudadano activo, corresponsable y activo en la contraloría de un Pacto Social que sea con visión incluyente de Estado, y no un plan para favorecer solo a una parte de la población. Este nuevo Pacto Social es la única vía para garantizar Paz Social, Desarrollo y Bienestar.
Así, en América Latina, estamos quizás, ante la inminente llegada de una “Era Post-Ideológica” signada por “gobiernos pragmáticos”, que hagan menos énfasis en los dogmas derivados de las nomenclaturas de Izquierdas y Derechas –propios de la Guerra Fría que ya quedó atrás-, y trabajen más enfocados en la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos, en términos de políticas públicas, para poder afrontar de mejor manera, el juicio de unos ciudadanos electores, cada día más conscientes del Mundo que los rodea, y que juzgan, premian y castigan, no a través de las armas, sino a través de los votos.
@carlosjrlunar