Venezuela vive tiempos agoniosos. La caída de los precios del petróleo ha vuelto a dejar al desnudo nuestros problemas nacionales: subdesarrollo económico y rentismo; autoritarismo, déficit democrático y militarismo; pobreza y desigualdad; violencia y rezago cultural. La gravedad de nuestra crisis recuerda aquella que sufrió la generación de españoles tras el desastre de la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898. La pérdida de Cuba y las últimas colonias de ultramar, significó para España, el fin del espejismo de la otrora grandeza imperial y una dolorosa toma de conciencia de su devaluada posición en Europa. Un país estancado en lo económico y cultural, e inmerso en un proceso de aislamiento, inestabilidad y fagocitación política; que colgaba del extremo de Europa más que formar parte de ella. En ese contexto, José Ortega y Gasset acuñó una de esas frases que se imprimen en la conciencia colectiva para siempre: “España es el problema; Europa la solución”. Se trataba de combatir los males españoles con la integración en Europa. Más que diagnóstico intelectual, la frase resumió todo un programa político; el cual fracasó bajo el reinado de Alfonso XIII y la Segunda República, fue suspendido por Francisco Franco, para imponerse definitivamente con la transición a la democracia. Esto le permitió a España dar un gran salto a la modernidad en los últimos “treinta gloriosos años” desde su adhesión a la Unión Europea en 1985. Todo un éxito histórico, hoy agotado por consumación.
Tomando el caso español como inspiración, Venezuela puede regenerarse con un proyecto de integración moderno y vibrante. He aquí el rol estratégico del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) –primera economía de América Latina y quinta a nivel mundial- que acaba de cumplir -el pasado 26 de marzo- su vigésimo quinto aniversario. No obstante, a diferencia de España con la Unión Europea, Venezuela no puede asumir pasivamente el MERCOSUR para recibir garantías de seguridad, libertad y prosperidad. Hoy por hoy, el MERCOSUR requiere un fuerte reimpulso, donde Venezuela también debe contribuir dinámicamente. Es decir, la relación de Venezuela con MERCOSUR debe ser de virtuosa retroalimentación, con una estrategia que permita al tiempo reconstruirlo y beneficiarse de sus potenciales oportunidades para así “ponernos al día” en pleno siglo XXI. Veamos.
MERCOSUR ha experimentado grandes cambios desde su fundación. En primer lugar, el giro desde su dinámica fenicia inicial hacia una agenda centrada en temas políticos y sociales. Y, en segundo lugar, su ampliación más allá del Cono Sur primigenio –sirviendo allí inicialmente para superar la rivalidad geopolítica entre Argentina y Brasil-, donde se inscribe el polémico ingreso de Venezuela en 2012 y la aún inconclusa adhesión de Bolivia de conformidad a la estrategia “MERCOSURx9”. Estas transformaciones han dado como resultado que el MERCOSUR haya ganado en el plano político-simbólico, pero haya perdido efectividad económica y atractivo a nivel regional y global. Conscientes de esto, los Estados miembros en la XLIX Cumbre de Asunción celebrada en diciembre de 2015, manifestaron su voluntad de relanzar MERCOSUR tomando en cuenta la experiencia acumulada y los cambios suscitados en el sistema internacional. Para ello, resulta necesario una nueva visión que promueva la convergencia hacia objetivos comunes y conecte las múltiples dimensiones en juego.
En materia política y social, es necesario fortalecer las instituciones del MERCOSUR y el cumplimiento de su reglas; impulsar una agenda común de promoción y protección de la democracia y respeto a los derechos humanos -previsto en los Protocolos de Ushuaia I y II, y en el Protocolo de Asunción que acaba de cumplir su décimo aniversario-; consolidar el rol del Fondo de Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM) para combatir las asimetrías; el impulso al Estatuto de Ciudadanía del MERCOSUR para fomentar una integración profunda entre nuestras sociedades; y la necesidad de desplegar una agenda de relaciones externas ambiciosa que privilegie la búsqueda de un acuerdo entre MERCOSUR y la Alianza del Pacífico en el marco de las estrategias “unidad en la diversidad” y “convergencia con UNASUR”, así como la conclusión del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea y nuevos acuerdos con EEUU, Canadá, Rusia, China, Japón y Corea del Sur –permitiendo la inserción del bloque en las grandes negociaciones multilaterales en marcha y pivotar al Pacífico.
En materia económica, se requiere trabajar en cuatro condiciones para construir un espacio económico efectivo que fomente la industrialización y fortalezca la clase media de la región: la conectividad física a través del desarrollo de infraestructuras, eliminar las barreras comerciales que aún subsisten entre los socios, la creación de cadenas productivas regionales, y la compatibilidad entre las estrategias de desarrollo y las políticas económicas y comerciales aplicadas.
En este contexto, el gobierno de Venezuela, en el marco de su presidencia pro-témpore del MERCOSUR –que asumirá por segunda ocasión a partir de julio de este año- y en coordinación con la nueva Asamblea Nacional, debe completar la adopción de toda la normativa comunitaria y catalizar el citado relanzamiento del bloque. Esto a su vez implica cambiar urgentemente nuestro modelo económico para aprovechar las potenciales oportunidades que ofrece el MERCOSUR –a diferencia de lo que ocurre actualmente, ya que Venezuela tiene un déficit comercial con los socios del bloque que asciende a 5 millardos de dólares anuales-, respetar las reglas democráticas y los derechos humanos, y abrir los espacios de este mecanismo a todos los actores políticos y sociales –empezando por la elección directa de los diputados al PARLASUR. De esta manera, el MERCOSUR podría ser un instrumento útil para superar nuestra crisis nacional y promover la regeneración de Venezuela. ¿Y usted qué opina?
@kenopina