The logo of the Organization of the Petroleum Exporting Countries (OPEC) is pictured at its headquarters in Vienna, Austria, August 21, 2015. REUTERS/Heinz-Peter Bader

La II Reunión Técnica de países OPEP y No OPEP (Rusia, México, Colombia, Brasil y Kazajistán) celebrada el pasado 21 de octubre en Viena, culminó sin que se discutieran posibles recortes para apuntalar los precios del petróleo, a pesar del plan presentado por la delegación venezolana para retirar 10% de la producción y establecer un sistema de bandas con un piso de 70 $/Bl. El espíritu del célebre diplomático austríaco Klemens von Metternich parecía recordar a los presentes que “cualquier plan concebido con moderación debe fallar cuando las circunstancias se ponen en los extremos”. La intervención de Putin en Siria determinó, en este caso, las circunstancias.

Por su parte, Irán ya ha anunciado que presentará en la próxima Reunión Ministerial de la OPEP de diciembre, un plan de aumento de producción tras el final de las sanciones, lo cual viene a complicar aún más el panorama. Esto ha llevado a un cambio de mentalidad en la industria petrolera, donde los estrategas hablan de ajustar los modelos de negocio para navegar por un potencial período de precios bajos. Lower for longer se ha convertido en el nuevo mantra.

En primer lugar, tenemos a los “bucaneros”. Pequeñas empresas petroleras que navegaban en aguas desconocidas y tomaban bloques de exploración y producción en casi cualquier parte, desde Mozambique y Tanzania hasta Vietnam y Colombia. Algunas se convirtieron en un éxito espectacular, como Kosmos que hizo un primer gran descubrimiento petrolero en Ghana en 2007, y siguió con otro descubrimiento de gas en Mauritania en abril de este año. Pero otras han mordido el polvo, con una serie de pozos secos en fronteras remotas, o con fracasos en reunir capital y pericia para desarrollar los campos que encontraron. Muchas de estas empresas se hundirán sin dejar rastro o serán presa de empresas más grandes – el caso de Talismán Energy adquirida por Repsol a finales de 2014. Otras se fusionarán y se convertirán en sobrevivientes que pueden beneficiarse del próximo ciclo alcista de precios.

En segundo lugar, están los “tiburones de los esquistos”. Empresas petroleras como Continental, Chesapeake y EOG Resources, que han crecido mediante la adquisición de activos creados por la revolución de la fracturación hidráulica en EEUU. No obstante, los tiburones necesitan cobrar presas para sobrevivir, y con un mercado bajista que ha llevado a una disminución de la producción de esquistos, muchos estarán en problemas. A mediados de septiembre, Samson Resources con una deuda de 3,25 millardos de dólares, se declaró en quiebra -la más grande que ha tenido el sector a la fecha. La paciencia de los bancos se está acabando, los acuerdos de cobertura contra los precios bajos entran en período de renegociación, y la solvencia de estas empresas empieza a ser revaluada. Este sector se enfrentará a una inminente reestructuración mediante quiebras, fusiones y adquisiciones. Los directivos están colocando el énfasis en la reducción de costos y en la explotación de los pozos más rentables. De todo este proceso surgirán empresas más sólidas y eficientes. Las más fuertes sobrevivirán.

En tercer lugar, los “superpetroleros”. Las tradicionales empresas petroleras transnacionales como Shell, BP, Exxon y Chevron, han reaccionado a los precios bajos con nuevos planes que contemplan desinversión en activos estratégicos –Shell ha abandonado el Ártico y el proyecto Carmon Creek en las arenas bituminosas de Canadá-, recortes de producción, paralización de proyectos (por el orden de 250 millardos de dólares, según Wood Mackenzie y Ernst & Young) y reducción de empleos (200 mil empleados petroleros han sido despedidos en todo el Mundo). Todas han asumido como premisa un precio de 60 $/Bl hasta finales de esta década. No están en peligro de naufragio, pero han encarado en los últimos años un aumento de los costos, un abultado pago de dividendos, y la caída de reservas y producción. Su integración vertical ahora les beneficia -los activos de refinación y comercialización muestran mejores márgenes. Además, su solidez financiera les favorece, y por ello, pueden salir de compras –siguiendo el ejemplo de Shell que adquirió BG Group en abril de este año; la mayor fusión petrolera en una década. Por otra parte, se encuentran ante el reto de la lucha contra el cambio climático, lo que llevó a BP, Shell, BG Group, Total, ENI, Repsol y Statoil a firmar un compromiso en junio pasado, para promover el éxito de la Cumbre de Paris que tendrá lugar a principios de diciembre; apostando por la cooperación con la ONU y los gobiernos, el sistema de techo y comercio de derechos de emisión, el gas natural, la eficiencia energética y el desarrollo tecnológico.

En cuarto lugar, tenemos a los “buques insignia”. Las empresas petroleras nacionales alcanzaron mayor crecimiento e internacionalización en la última década. Algunas, como PETROBRAS, ganaron fama llevando sus experiencias a nivel internacional. Otras como CNPC y Sinopec de China y ONGC de India asumieron el rol de garantizar el suministro petrolero a sus dinámicos mercados nacionales, en medio de temores de una declinación de la producción petrolera mundial y “fin del petróleo barato”. El exceso de ambición les llevó a aumentar su deuda, asumir planes de inversión faraónicos -que tenían incluso proyectos no petroleros-, así como incurrir en los pecados de la politización y corrupción. Ahora están racionalizando sus planes y repensando sus proyectos más cuestionables.

Incluso el mejor capitán tendrá dificultades para maniobrar en estas aguas rápidas cuesta abajo, lo cual supone realizar ajustes en sus respectivos modelos de negocio. Los sobrevivientes estarán listos para beneficiarse de la futura recuperación de los precios, la cual puede estar un poco más distante de lo que se pensaba inicialmente. En PDVSA deben tomar nota. ¿Y usted qué opina?

Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios

@kenopina

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