La visión iliberal: ¿un proceso glocal? – Por Félix Arellano
En un mundo globalizado, interdependiente y con profundas asimetrías; lo global tiende a incidir, en la mayoría de los casos, a condicionar lo local; empero, desde lo local también se aprecian condicionamientos a la globalización. Tal dinámica definida como “glocal”, se aprecia en múltiples casos, entre ellos, el debate sobre la situación actual y perspectivas de los valores liberales está ocupando un papel privilegiado.
El orden global tiene un fundamento liberal. Se requiere de libertades en la economía internacional, para lograr que el comercio de bienes, servicios y las inversiones puedan fluir eficientemente. Esa dinámica tiene sus orígenes en los llamados Acuerdos de Bretton Woods (1944), que dieron origen al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial; además del viejo acuerdo sobre aranceles definido como GATT (1947); proceso que ha logrado su mayor expresión con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) (01/01/1995), que surge como resultado de los llamados Acuerdos de Marrakech, con los que culmina la Ronda Uruguay (1986-1994) del viejo GATT.
El escenario de libertades económicas que fundamenta la globalización, es importante, pero limitado, si no complementa el amplio conjunto de libertades políticas, las instituciones democráticas y los derechos humanos. Este conjunto constituye el llamado orden liberal internacional, que inicia finalizada la Segunda Guerra Mundial y cuyas bases se establecen en la Carta de San Francisco, que da origen a la Organización de las Naciones Unidas (junio 1945).
El orden internacional que se conforma en la post-guerra, privilegia las libertades económicas, lo que facilita el progresivo desarrollo de la globalización de la economía mundial, pero conceptualmente está complementado con las libertades políticas, las instituciones democráticas y los derechos humanos.
No olvidemos que una de las primeras resoluciones de las Naciones Unidas, fue la Carta de los Derechos Humanos (Res. 217 A III, del 10/12/1948), que en diciembre pasado ha cumplido 75 años de existencia.
Estamos conscientes que el orden liberal internacional ha influido para que los países asuman en sus dinámicas internas los valores liberales, contribuyendo en la conformación de las olas democráticas y la promoción de los derechos humanos a escala mundial. Pero también desde el nivel local se afianza la tendencia, en la medida que avanza el proceso de descolonización en África, Asia y en El Caribe. Algunas de las nuevas repúblicas adoptan sistemas democráticos y van conformando una sociedad civil, con la activa participación de sindicatos, gremios y organizaciones no gubernamentales.
En la conformación de un orden de libertades se han conjugado los esfuerzos desde el plano internacional y el interés local de los pueblos de gozar de libertades y oportunidades en un contexto de convivencia y respeto a la diversidad. Como se puede apreciar, la dinámica liberal ha sido el resultado de un proceso glocal. Ahora bien, en estos momentos, desafortunadamente, estamos enfrentando un nuevo proceso glocal, pero inverso, que tiene que ver con el avance de tendencia iliberal que busca desmontar los valores liberales, donde también se conjugan acciones globales y locales, recurriendo a instrumentos sofisticados y complejos.
En ese contexto, destaca la llamada guerra híbrida, en la que ejércitos de “guerreros del teclado”, aprovechan las nuevas tecnologías de las comunicaciones, para promover campañas agresivas y sistemáticas para captar inocentes, ingenuos y mantener a los radicales consolidados en la narrativa destructiva de los valores liberales. La guerra híbrida contra la visión liberal, cuenta con el activo respaldo de las potencias autoritarias (China, Rusia, Irán), que están desarrollando una hábil estrategia de presión orientada, entre otros, a descalificar y debilitar las instituciones liberales a escala local.
Al respecto cabe recordar que en recientes procesos electorales se ha denunciado el papel destructivo desde las redes sociales y se ha alertado sobre las conexiones rusas o chinas, encargadas de descalificar tanto los candidatos, como las instituciones democráticas. Un caso ilustrativo fue la campaña destructiva contra la Sra. Hillary Clinton, en elecciones presidenciales de EEUU en 2016, cuyo perfil no convenía a los intereses de los iliberales, particularmente a Vladimir Putin.
La cruzada iliberal se ha fortalecido con la estrecha vinculación que están desarrollando entre China y Rusia, después de la invasión rusa a Ucrania. Pero, el gobierno chino lleva años desarrollando una campaña acuciosa de destrucción de los valores liberales y, el llamado Libro Blanco del partido comunista 2021, representa un documento fundamental, que consagra la tesis manipuladora de la democracia de partido único, como un sistema político más eficiente y, la sustitución de los derechos humanos que, por su naturaleza individualista, deberían ser sustituidos por unos abstractos derechos colectivos, definidos discrecionalmente por quienes detentan el poder.
Como se puede apreciar, desde el plano global se va conformando la tendencia iliberal, que está penetrando subliminal y agresivamente en las sociedades democráticas; pero, también desde el plano local, los gobiernos autoritarios están impulsando iniciativas para perpetuarse en el poder y, de esa forma, contribuyen a consolidar la tendencia iliberal que avanza a escala global.
El proyecto del “Sur global” y la tesis de la multipolaridad que promueven las potencias autoritarias, pero también el grupo de los BRICS y se suman movimientos que se califican de progresistas, como el Foro de San Pablo o el Grupo de Puebla; evidencian la complejidad de la guerra hibrida que enfrentan los valores liberales.
El supuesto orden multipolar que promueven las potencias autoritarias se caracteriza por excluir a los que piensan diferente y perpetuar en el poder a los autoritarios. Es una manifestación del orden definido por el poder y la fuerza, en detrimento de los más débiles, lo que recuerda viejas experiencias, como el llamado “Concierto Europeo”, donde las potencias europeas de la época se repartían el mundo en sus juegos de poder.
Cabe recordar que Vladimir Putin, en su estrategia expansionista, retoma la perversa tesis imperialista que “la ocupación genera derechos”. Al respecto, resulta sorprendente que un país en desarrollo o los llamados movimientos progresistas, puedan apoyar tal expresión de autoritarismo. Un orden multipolar sin libertades y derechos humanos representa una coartada en beneficio del autoritarismo.
Pero no podemos desconocer que los promotores del orden internacional liberal, los gobiernos democráticos occidentales, en particular EEUU, no han mantenido una posición sólida y coherente en la defensa de tales valores. Con la tesis de defender sus intereses, han apoyado gobiernos represivos en los países en desarrollo para expoliar sus recursos.
Por otra parte, más recientemente, la política exterior del Presidente Donald Trump, con su America First, golpeó seriamente las instituciones liberales, particularmente, el sistema multilateral que lo sustenta, y las instituciones que defienden los derechos humanos.
También desde lo local, los autoritarismos nacionales, están impulsando, con diversos mecanismos, la tendencia iliberal que se expande a escala global. Las elecciones de partido único en la dictadura comunista cubana; la represión contra las instituciones políticas y de la sociedad civil en Nicaragua; las leyes para impedir el funcionamiento de sindicatos, partidos políticos y organizaciones no gubernamentales; representan aportes fundamentales para consolidar el orden iliberal que avanza a escala global.
Las democracias se debilitan, los autoritarismos crecen y con ellos la pobreza, la exclusión y la represión. Los iliberales desarrollan una narrativa antisistema, pero aprovechan tanto los avances de las tecnologías de las comunicaciones, como las bondades de las democracias para llegar al poder y luego iniciar el desmantelamiento de las instituciones liberales.
La amenaza está en pleno desarrollo, pero en la defensa de las libertades, la democracia y los derechos humanos también juegan a favor las tecnologías de las comunicaciones y, en particular, el desastre que en términos de bienestar, paz social y convivencia proyectan todos los gobiernos autoritarios.
La tarea es dura, pero la realidad y la historia juegan a favor de las libertades y el respeto a la dignidad humana.