200 años de la muerte de Napoleón – Por Eloy Torres

Napoleón Bonaparte murió el 5 de mayo de 1821. Con él murió un exitoso general y un legendario estratega; luego, nació el mito del “hombre fuerte y necesario”. Han pasado 200 años por la historia con innumerables hombres que buscaron emularlo para conducir a la humanidad por nuevos caminos existenciales. Guerras, revoluciones, conflagraciones globales, donde murieron millones de seres humanos, bombas atómicas, construcción y destrucción de regímenes políticos y sistemas internacionales, confrontación por el uso de los recursos naturales, luchas por territorios, poder y gloria. 200 años durante los cuales la humanidad no ha logrado esa paz que Napoleón Bonaparte trató de construir bajo su égida militar; aunque hoy Europa luce como excepción pero gracias a medios pacíficos.

La historia encontró en Napoleón Bonaparte, según Hegel, al “progreso necesario”. La concepción hegeliana ponderó, la fuerza histórica del genial corso, como la expresión encarnada del “espíritu absoluto”, elemento central del sistema filosófico hegeliano que apuntaba la búsqueda del triunfo de la razón universal.

Napoleón Bonaparte nació en 1769 en Ajaccio, Córcega. Dueño de una enorme inteligencia, sobre todo para las matemáticas, se interesó por los estudios militares. Graduado en septiembre de 1785, Bonaparte fue nombrado oficial con el rango de teniente en un regimiento de artillería. Sirvió en las guarniciones de Valence y Auxonne hasta después del estallido de la Revolución Francesa en 1789. Fue un hombre de ideas fijas, acerca del mando y la obediencia para lograr los objetivos propuestos, que supo adaptarlos a la realidad. Sintió el llamado de ésta, al ver la destrucción de Francia, carcomida por sus enemigos externos. Ella era acosada por gobiernos monárquicos que buscaban su destrucción. Igualmente por individuos que emergieron de la Revolución Francesa, proceso, que vistió el traje de la emoción para alcanzar grandes posibilidades. Era la idea de la razón y la luz que brindaba claridad a la ignorancia. Los dirigentes de ese proceso, dejaron escapar la ocasión y construyeron un desorden. “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, síntesis de un sentimiento y de la idea de la Ilustración que dominaba los tiempos, se convirtió en anarquía, promovida por estos dirigentes, bien fueran los radicales jacobinos o los “supuestamente” moderados girondinos, para ser percibidos e identificados por Napoleón Bonaparte como los enemigos internos.

Con la excepción de Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte es considerado, el mayor comandante de la historia. Como estratega, tuvo pocos iguales. Procuraba campañas cortas y rápidas, en las que buscaba manipular a sus enemigos y obligarlos a luchar en el lugar y la hora que él eligiera. El pensamiento de Sun Tzu le acompañaba, aunque lo dejó de lado en la fatídica campaña de Rusia. Su ascenso fue francamente meteórico; pasó del simple rango de Capitán a General de brigada en solo semanas. Ya para el año de 1796 se había convertido en Comandante del Ejército, gracias a sus cualidades militares y a su don de la oportunidad.

Corría el año 1799, Francia era gobernada por un muy débil Directorio, quizá la última fórmula encontrada por los dirigentes franceses para equilibrar las relaciones políticas endógenas. Era un Poder Ejecutivo de cinco miembros. Ese grupo se mostró incapaz de responder a las demandas internas y externas que perseguían a Francia. Los jacobinos se enfrentaban a los girondinos; mientras los factores pro monarquía buscaban imponerse al pugnar por el regreso de la fórmula de la dominación política bautizada por los historiadores, como Ancien Régime. Es decir, la monarquía que fuese 10 años atrás, “decapitada” en el más amplio sentido de la palabra por la guillotina; ese  invento tenebroso y terrorífico que asustaba a todo aquel que simplemente la viera. Ese año 1799, Francia enfrentaba una coalición internacional conformada por Prusia, Austria y Gran Bretaña; éstos, estimulaban a los factores internos nostálgicos por la monarquía, señalados más arriba a fin de restituir el Ancien Régime de los Borbones y su dinastía.

Napoleón, dueño de una aureola ganada en los combates y cuyo carisma reverdecía en el seno de las tropas que hubo de dirigir; todo un encanto que no sólo era visible, sino creciente, pues veían en él, a un líder, a un comandante natural, organizado y preparado que proyectaba, en el campo de batalla, seguridad e ingenio. Era natural que ante tanto desorden, él fuese llamado por la historia de Francia para ocupar el lugar que la dirigencia francesa había descompuesto. Napoleón Bonaparte, aprovechó la crítica situación de Francia para encabezar ungolpe de Estado que derrocó al Directorio; lo que lo llevó al poder, junto a otros dos dirigentes (Sieyès y Ducos, quienes posteriormente fueron reemplazados por Cambacérès y Lebrún). Napoleón constituyó un Consulado inspirado en la antigua Roma. Había consumado una salida política bautizada como el 18 de Brumario, el cual según el calendario republicano francés que surgió con la Revolución Francesa, era equivalente al 9 de noviembre de 1799. Napoleón Bonaparte al retornar del Egipto y contando con el apoyo de sus generales y toda las tropas bajo su férula, consumó el golpe de Estado, el cual contó con el apoyo popular. Selló una alianza con Sieyès, un clérigo que jugó un papel determinante en la justificación jurídica- política para los nuevos tiempos que se iniciaron con el acto revolucionario de 1789. Este clérigo y pensador en materia del derecho, pensaba en un hombre fuerte que fuese capaz de impedir el regreso inminente de los monárquicos y salvar así lo que quedaba de Revolución. Napoleón era el hombre.

Tras el golpe de estado del 18 Brumario se elaboró una constitución acorde con los tiempos, la cual en 1802, aprovechando el delirio que Napoleón generaba en Francia; éste, la modifica y se auto-proclama cónsul único, vitalicio, y con poder hereditario; luego se erigió en “Emperador de los Franceses”. Esa modificación del texto constitucional fue un golpe dentro otro golpe. Napoleón Bonaparte comenzó su papel de gran constructor de su historia. Fue el hombre que interpretó la urgencia de los cambios; no es casual que Hegel lo llamase el “progreso necesario”. E incluso en una correspondencia privada a su amigo Friedrich Niethammer, le expresó una narrativa, muy propia de los intelectuales que se “enamoran de los hombres fuertes”, ver que Napoleón representaba a la Revolución Francesa, ese despertar de la razón sobre la tierra, y sentenció “He visto al Emperador –alma del Mundo– a caballo, qué maravillosa sensación”. Para el filósofo de Jena, la Revolución Francesa, como idea, estaba asentada en la conciencia germánica: Los franceses realizan, lo que los alemanes tienen en la cabeza.

El imperio de Napoleón nació oficialmente en 1804, con su proclamación como Emperador, en la emblemática Catedral de Notre Dame, en presencia del Papa. No obstante, repito, su descollante figura, ya se había puesto en evidencia en forma no oficial, mucho antes, cuando la Revolución Francesa experimentaba la etapa del “Termidor” y se fortaleció durante las varias guerras que le tocó enfrentar y ganar; luego, con las Guerras del Consulado de 1800-1807, para empujar, más allá de sus límites, las fronteras de Francia. Napoleón ya dominaba el alma de Francia, mucho antes de auto coronarse

A diferencia de tantos individuos que se creen la reencarnación de otras figuras históricas; Napoleón fue lo que podríamos llamar un tirano sui generis, por su carácter tendencioso a la disciplina y el orden, propio de los militares. Creemos, sin embargo, fue ambicioso y hambriento de historia. Fue un hombre que alcanzó el rango de “gran hombre” al lado de otros sobresalientes nombres de la historia. Él logró ingresar a ese club reservado, pues edificó obras de valor para la cultura y grandeza de Francia. Por ejemplo, en el campo político-social y militar, dejó su legado, el Código Napoleónico, el cual supuso la extensión de las formas revolucionarias del liberalismo. Ese Código desarrollado en 1804 supuso el fin y quiebre del entramado de estructuras feudales en Francia y procuró exportarla por toda Europa. Ello se concretó con la elaboración de constituciones cuyo signo moderadamente liberal era evidente que modernizaba las naciones que invadía, aún cuando éstas no la quisiesen, por ejemplo el Estatuto de Bayona, España en 1808. Napoleón puso en práctica el Derecho moderno.

Napoleón materializó el ascenso de la burguesía como nueva clase dominante. Minimizó el poder de la Iglesia, como factor decisor del Estado. Napoleón, llevó a cabo lo que se planteó la Revolución Francesa “…poner fin a una sociedad aristocrática. No a la aristocracia en el sentido de jerarquía de estado social distinguida por títulos y otras marcas visibles de exclusividad, y a menudo modeladas sobre el prototipo de tales jerarquías, es decir, la nobleza de <<sangre>>. Las sociedades construidas sobre una carrera individual acogen gustosas esas visibles y tradicionales marcas de éxito. Napoleón, incluso, creó una nueva nobleza que uniría a los viejos aristócratas supervivientes después de 1815. El fin de una sociedad aristocrática no significa el fin de la influencia aristocrática” (Eric J. Hobsbawm, Las revoluciones burguesas, Europa 1789-1848, Guadarrama, Madrid, 1964, p. 225).

Otro elemento a considerar como uno de sus más grandes logros fue la modernización del concepto del Ejército, las tácticas militares y de la guerra, como hecho social.

Napoleón impulsó el nacionalismo en Europa. Más allá del sentimiento de adversidad que le profesaban las monarquías europeas al corso, estaba, el odio por su empeño en “liberar” a las naciones de la tutela de factores extranjeros sobre las nacionales. Él siempre fue visto como el “profeta” de la idea de las nacionalidades y Francia, gracias a su empeño, fue catalogada como la educadora de los pueblos que pugnaban por la unidad de la nación en un territorio, léase Estado. Francia y los Estados que él conquistaba eran siempre llamados a fomentar el nacionalismo.

Su visión de la administración del Estado incluía una educación de primer orden. Napoleón impulsó las bases de una educación laica, sin la interferencia del clero. Realizó una gran reforma de los estudios de educación media y todavía se siente el peso de las reformas napoleónicas en materia de educación, las cuales exudan un prestigio internacional que aún subsiste.

Napoleón consolidó lasreformas agrarias llevadas a cabo durante la Revolución y propició la formación de un campesinado de clase media que transmitió a Francia estabilidad política. Aunque una significativa parte de las tierras expropiadas a la nobleza durante la revolución fueron devueltas a sus antiguos dueños, la operación se materializó bajo formas jurídicas y de explotación capitalistas. Además se sentaron las bases para que Francia iniciara su industrialización.

También hay que reiterarlo, pues este elemento se inscribe en la geopolítica napoleónica; aunque ella no existía, en tanto que disciplina; los logros de Napoleón fueron condicionamientos para calificarlos como elementos constitutivos de esa disciplina. El corso fue el gran forjador de las bases de la legislación administrativa y judicial en la mayor parte de Europa Occidental. Esos aportes, en tanto que elementos axiológicos, quedaron asentados en los territorios dominados militarmente.

Con sus ejércitos, Napoleón, logró victorias sobre Austria en 1805, en la famosa Batalla de Austerlitz, y sobre Prusia en 1806, y enfrentó a casi todas las potencias de Europa, que cayeron una por una. España y su resistencia popular fue un serio problema para Napoleón, el cual evidenció sus debilidades. La única potencia continental,  la par de Inglaterra, que se interpuso en su camino fue Rusia. A pesar que entre ambos en 1807, concluyeron un acuerdo por el cual Europa se la repartieron; el mismo acuerdo no fue óbice para que en 1812, Napoleón hiciese un desastroso intento por invadir a Rusia. No supo comprender la vitalidad que acompañaba a Rusia en su extenso territorio. Esa agresión a Rusia marcó el principio del fin de Napoleón e inspiró posteriormente “La Guerra y la Paz” de Tolstoi. En la batalla de Leipzig en 1813, Napoleón fue derrotado por las cinco naciones y se vio obligado a abdicar y exiliarse a la isla de Elba en 1814, desde donde se fuga y retoma el poder.

Su efímero regreso, duró apenas 100 días. Su figura despertaba odio, rechazo, aceptación, regocijo, alegría y sumisión hacia el carismático General, convertido en Emperador. No obstante, esos sentimientos fueron variando a medida que corrían los días para su regreso definitivo a París. Le Moniteur, principal periódico que le adversaba, publicó un titular, cada día, desde cuando éste, logró evadirse y los mismos fueron evolucionando, consecuencialmente, desde el primer día, hasta que por fin, llegó a París:

1) -«El Monstruo se escapó de su destierro».

2) – «El Tigre se ha mostrado en el terreno. Las tropas avanzan para detener por todos lados su progreso».

3) – «El Tirano está ahora en Lyon. Cunde el temor en las calles por su aparición».

4) – «El Usurpador está a 60 horas de marcha de la capital».

 5) – «Bonaparte avanza con marcha forzada».

6) – «Napoleón llegará a los muros de París mañana».

7) – «El Emperador está en Fontainebleau».

8) – «Su Majestad El Emperador hizo su entrada pública y llegó a las Tullerias. Nada puede exceder la alegría universal ¡Viva el Imperio!»

Tras los 100 días Napoleón buscó enfrentar la coalición que le esperaba en Waterloo, Bélgica. Entonces, la historia, le dio la espalda. El genio de la guerra y estudioso de las matemáticas, para aplicarlas a ésta, fue derrotado. Había surgido un nuevo Mundo, al modificarse el poder en las relaciones internacionales. En 1815 una Santa Alianza convocó el Congreso de Viena. Su inspirador: Metternich, el genio diplomático austríaco, quien buscaba retardar el deterioro del poder austríaco afectado por Napoleón durante 15 años. Rusia fue su aliada.

El objetivo de Inglaterra, Austria, Rusia y Prusia: restaurar el viejo orden y equilibrio europeo. Todos, rechazaban a la Francia “revolucionaria”, cuando ella, había sido la primera víctima de Napoleón, quien con su furor mesiánico, minimizó su estatura estratégica. La Santa Alianza, se benefició de ella, incluso territorialmente, pues hubo de volver a las fronteras de 1792; se observó como: Inglaterra obtuvo relevancia y reconocimiento a su poder marítimo y colonial; Rusia en el Ducado de Varsovia, en la Besarabia y en Finlandia; Austria sobre el norte de Italia y Alemania al reunir 39 principados, como federación y la conjunción de Bélgica y Holanda como reino de los Países Bajos.

Lo significativo de la Santa Alianza, fue la coincidencia de factores distintos entre sí y crear la primera organización para la estabilidad política, la seguridad y la paz en Europa. Sus fundamentos, diseñados por Metternich, buscaba una nueva Europa. Ésta, reprimiría la desestabilización que afectase la realidad, post Napoleón. La Santa Alianza buscaba, extenderse, hacia donde fuere afectado el poder de la monarquía. España lo era en América. Esa intención fue detenida por el desacuerdo británico, pues afectaba sus intereses vitales y por EEUU que rechazaban la Santa Alianza, a pesar de no tener la fuerza militar para enfrentarlos. Pero, su voluntad política y su Destino Manifiesto fueron suficientes a la larga.

Bolívar, admirador de Napoleón, aunque respetuoso de los límites y las proporciones, propuso la idea de un factor distinto que sirviera, según sus palabras, de “Equilibrio del Universo”: La Gran Colombia. Un sueño y no un proyecto, pues los factores internos de ésta, entorpecieron su concreción. La disgregación: su gran debilidad. El Congreso Anfictiónico de Panamá probó que no todos querían participar de ese Equilibrio Universal. Unos buscaban el Estado-Nación, mientras Bolívar la idea continental imposible. Lo demás es historia, la cual se repite en cada día señalado, con discursos elocuentes sobre “hermandad latinoamericana” y cruzada bolivariana. Hay que replantear una estrategia viable para el siglo XXI y no insistir en la retórica y el bonapartismo, que tanto gusta a nuestros Presidentes latinoamericanos, los cuales han reducido nuestra integración a meros grupos de WhatsApp, de los cuales se entra y se sale, se crean y se remodelan, según los liderazgos mesiánicos, caprichos y preferencias ideológicas. Una sopa de letras inefectiva, que diluye el peso de nuestra región a nivel mundial. El ejemplo de la Unión Europea, pletórico de pragmatismo, y a pesar del duro golpe del Brexit, nos invita a construir nuestra propia integración regional a través de una senda práctica, sobria, efectiva y pos-heroica.

@eloicito

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