China enfrenta al Genio de Occidente en Venezuela
– Por Eloy Torres Román
Hace algún tiempo, en el COVRI, en un curso, se destacó el papel geopolítico de China. Como expositores, fuimos, el Dr. Kenneth Ramírez, Presidente de esta institución y quien escribe estas líneas. Hicimos hincapié en el impacto geopolítico de la China del siglo XXI. Han pasado varios años y creemos, quedamos cortos en lo señalado. La realidad va mucho más rápido de lo que pensábamos. Ese gigante, muestra una agresiva proyección en sus objetivos geopolíticos. En el libro “Mi pasión por la diplomacia y la historia” de mi autoría, destaco que ella “…es un actor tan importante que la salud de la economía global está inextricablemente ligada a la economía china, en general. Ella se ha convertido en el motor que impulsa la recuperación de otras economías asiáticas de los reveses de la década de 1990. Por ejemplo, Japón se ha vuelto el mayor beneficiario del crecimiento económico chino y sus principales indicadores económicos, entre ellos, el gasto del consumidor, muestran, en consecuencia, una mejoría” (Mi pasión por la diplomacia y la historia, pág. 102. Editorial Punto, 2019).
En dicho trabajo y bajo la misma tónica, expresamos, que ésta, ha irrumpido en las relaciones internacionales desde mediados del siglo XX con gran fuerza, por lo que hoy “…China moderniza sus fuerzas armadas, tanto para mejorar su capacidad ante un conflicto con Taiwán, pero, también para disuadir a los EEUU” (Mi pasión por la diplomacia y la historia, pág. 104. Editorial Punto, 2019).
Su creciente poder económico junto con su evidente y consecuente poder militar hace que su desempeño geopolítico sea visto muy agresivo a futuro. El mundo occidental muestra fisuras y su capacidad de reacción es cada vez menor. El genio de Occidente exhala señales de agotamiento.
Citamos el libro, cuyo título está presente en el párrafo superior, “El genio de Occidente”. Su autor, Louis Rougier, compara la civilización occidental con las orientales; esto es, la hindú, islámica y la china. Rougier estudia los elementos, presentes en el progreso, propios de los aportes que Occidente ha brindado al mundo. Rougier, estimulado por el racionalismo, proveniente de la cultura griega, cree estos elementos exudan riesgos. El niega la “mitología” de Marx, convertida ésta, en un icono, por los “marxistas” acerca del progreso; Rougier concluye que éste, no existe como fin y además no hay certeza que el mismo se mantenga firme y pueda permanecer sin enfrentamientos internos. Occidente, es una realidad que alberga y enfrenta, en su interior, fuerzas, alimentadas desde el exterior que buscan su destrucción.
Está la UE, la cual sufre un acoso desde distintos ángulos de su geografía. Confronta dos casos endógenos, relativamente peligrosos: Hungría y Polonia; ambos, con sus bemoles, mantienen diferencias y enfrentamientos con Bruselas. Esos gobiernos, antiguamente de la órbita soviética, argumentan que la UE se comporta como la vieja URSS al imponerle sus políticas internas y externas. La UE les ha respondido que ellos entraron a la UE, por su propia voluntad y pueden irse cuando lo deseen; ya Inglaterra lo hizo. No obstante, por ahora, ambos dieron un paso atrás y se están amoldando a las indicaciones de la UE; pero, el problema persiste y no se sabe hasta cuándo será posible su permanencia en ese tinglado político, sin causar un ahondamiento a la crisis. Mientras China se apresta a degustar el tokay (vino húngaro) y el gulasch (plato típico de la gastronomía de ese país) como a escuchar la “Polonesa” de Chopin, disfrutando de la vodka wyborowa. Budapest y Varsovia, ambas esperan por China, con sus alforjas repletas de dinero. Ella utiliza su “soft power”, con la diplomacia de las mascarillas. Está el caso, “recién salido del horno”, es decir, el espectáculo que los EEUU ofrecieron al mundo, con Trump a la cabeza, cuyo plan de desafiar a la realidad, lo que le brindó mayores argumentos para confirmar su evidente debilidad. Éste, se observa acosado por distintas fuerzas, en lo interno y externo, pero también por su propia culpa.
China, aunque no lo exprese abiertamente, apunta a minar económica, política, militar, geopolítica y axiológicamente al Occidente. Ella no está sola. Concurren otros elementos culturales: Rusia y los países islámicos. La guerra en su contra es manifiesta. Sin embargo, felizmente no todo es “color de rosa”, entre esos tres factores. Cada uno tiene sus objetivos y a la larga, como, en toda alianza política, siempre hay tensiones. Éstas, podrían servir de apalancamiento para Occidente a fin de retomar las riendas del control de los factores políticos internacionales. Occidente debería jugar con esas debilidades. O, como dice la tan manida frase: “aprovechar las contradicciones del enemigo”. Entre Rusia y China hay serias contradicciones; así como entre Rusia y los países islámicos y éstos últimos con China. El Islam es una amenaza para las culturas china y rusa.
Por lo pronto China se prepara para asumir el control del mundo, mediante un conjunto de elementos de alta tensión con el surgimiento de serios conflictos militares. Se observa un juego global. Su lema: “la guerra por la reunificación”; lanzado en 2011, cual globo de ensayo silencioso e imperceptible, comienza dar frutos. Sus movimientos en materia de desarrollo económico y político apuntan a sus vecinos. Está Rusia y su extenso territorio despoblado, por demás. Es algo presente en la mente de los chinos. Para China es inminente resolver ciertos “detalles” de su geografía. Ella es un Estado-civilización y no un Estado-Nación, como somos en Occidente. Ella despierta del letargo, provocado por la humillación de las guerras del opio (1839 -1842 y 1856-1860) Hoy, mueve sus fichas, de la mano del Partido comunista chino para hacer validar su presencia imperial. Buscarán imponer sus valores. Está por verse. El quid de la cuestión: ¿se les permitirá? Su poderío económico automáticamente, así no lo exprese abiertamente, la impulsará a generar influencia en lo político y en lo militar. Basta observar los pasos suyos para posicionarse definitivamente del archipiélago disputado por Vietnam, Filipinas, Brunei: las islas de Spratly y Paracel. Hay tensiones entre China y Vietnam por este archipiélago. Ella sostiene que esas islas le pertenecen y Vietnam que son suyas.
No obstante, China ha realizado movimientos militares que aumentan la tensión entre ambos países. Por ejemplo, ha construido pistas, para sus aviones militares, en dicho archipiélago. Vietnam, molesto, ha denunciado que esas pistas fueron construidas ilegalmente. Esas islas son vietnamitas. China replicó que ellos son los soberanos de éstas, y que, en efecto, han construido pistas de aterrizajes para su aviación civil. Es sabido que sus pretensiones territoriales abarcan el Mar de China en su integridad. Ello ha aumentado las tensiones, no solamente con Vietnam; sino con Filipinas y Japón.
En todo caso Vietnam ha iniciado ejercicios militares. Un claro mensaje a China. No será fácil para el gigante asiático. Se está incubando un conflicto en la zona. Diplomáticamente hablando, Australia, Vietnam y los propios EEUU han acordado enfrentar a China por “apropiarse” definitivamente de ese archipiélago, para lo cual se apoyan en una decisión de la Corte permanente de arbitraje de julio de 2016, a petición de Filipinas y la cual establece que China no tiene como probar, un “control histórico” sobre esas aguas y sus recursos; por lo cual no hay bases legales para hablar de “derechos” de China sobre estas islas.
Llama la atención, que China, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, exprese que su país no va aceptar que este caso sea tratado en un tribunal de arbitraje de la Haya. Estamos ante un momento de tensión diplomática, de orden y seguridad en el área y en la cual se obvia el derecho internacional. Veremos qué pasará más adelante. Por lo pronto China se apresta a continuar con sus planes para dar cumplir, sus sueños de reunificación.
Hay otro elemento de tensiones geopolíticas en la región. Se trata de China frente a la India. Ambos colosos, poblacionalmente hablando, resumen un tradicional disenso que nace de la religión: el hinduismo y el budismo. Es evidente que la religión no es aliciente para generar un estado de tensión en la región. Simplemente, ambos, cada uno, por su parte, lo tienen inserto en sus fuerzas profundas, como diría Renouvin y en sus proyecciones geopolíticas. En el caso de China, repetimos, su objetivo es la conquista del Tíbet, el cual, según ellos, es suyo; para la India, simplemente evitarlo y luego, frenar la expansiva influencia china en la región, concretamente, impedir que Beijín, apoye a un Pakistán, presto a atacarla en su afán de recuperar la región de Cachemira. A pesar de algunos incidentes militares, con la muerte de varios soldados, de parte y parte, la sangre no ha llegado al río. Por ahora, China y la India han comprado tiempo, -como dijeron en un comentario periodístico desde la BBC- al evitar que el conflicto militar alcanzase mayores proporciones. Saben que la guerra genera mayor pobreza, y ambos, con palabras y expresiones distintas, parten de la idea que ser rico es muy bueno y que ser pobre es muy malo.
No hay que descartar la posibilidad de que China inicie otro movimiento para generar tensión, pero con Japón, concretamente por el control definitivo de las islas de Uotsuri (archipiélago Diaoyu Dao) y Ryukyu. Tras finalizada la segunda guerra mundial, fueron ocupadas por las tropas de los EEUU y entregadas al Japón en 1971. China las reclama. Son suyas, dicen ellos. El tema es aún más complicado, pues hay petróleo y gas en estas islas. Por otra parte, ello pone de relieve la práctica china de alcanzar agresivamente lo que, según ellos, le pertenece. Sus reclamos territoriales, tanto en el mar de China Oriental como en el Mar del Sur en los últimos tiempos, lo demuestran.
Por la mente de todo chino se pasea el recuerdo del asedio e invasiones a sus tierras por los mongoles; comandados, a caballo, por Gengis Khan. Seguramente todavía está fresca la sentencia del sanguinario y terrible líder mongol: “¡La mayor felicidad en la vida humana es vencer a los enemigos y perseguirlos! ¡Cabalgar sus caballos y quitarles todo lo que poseen! ¡Hacer que vean, bañados en lágrimas, los rostros de los seres que les fueron queridos y estrechar los brazos a sus mujeres e hijas!”. Esa frase debe estar presente en la mente de todo chino. Razón por la cual, hoy, Beijín, aprovecha su inmenso poderío económico, político y militar, para la búsqueda de la anexión definitiva de Mongolia. La muralla china, majestuoso monumento a la resistencia, frente a la barbarie de Genghis Khan, hoy, abre sus puertas para anexarlos. Es un tema en su agenda geopolítica.
Está Rusia, sobre la cual, como dijimos anteriormente, calza varios puntos a considerar. ¿Es factible un conflicto militar con Rusia? Para China, es parte de su agenda discutir temas territoriales con Rusia. Hay que tomar en consideración que después de la segunda mitad del siglo XIX, en medio de su gran debilidad, China fue acosada por varias expediciones rusas, a fin de obtener territorios adicionales para el Imperio Zarista. Entre los varios temas, destacamos, algo que señalamos en el respectivo curso del COVRI, acerca de China y su impacto geopolítico; se trata del Tratado de Aigun en 1858, impuesto por Rusia para controlar todo el lado izquierdo del río Amur, hasta desembocar en el mar de Ojotsk del océano Pacífico (recordemos que este río fue escenario de unos combates entre las tropas, entonces soviéticas y las chinas, cuyo saldo no pasó de 2000 muertos, repartidos, desigualmente entre ambos bandos. Más muertos chinos y menos soviéticos, es verdad. Ello, no obsta, para prefigurar la eventual reiteración de un conflicto militar de mayor envergadura entre ambos actores internacionales) Éste, tratado de los rusos con unos debilitados chinos es considerado por los historiadores, el primer “desigual tratado” entre Rusia y China que emanó de la infausta guerra del opio, lo que confirma que China fue humillada por distintos factores imperiales y Rusia fue el principal beneficiario. Los chinos, estudian esto en sus escuelas y lo tienen en mente.
La debilidad de un determinado actor, puede no ser eterna. Es factible que éste, logre revisar su situación y retomar su papel dominante en los territorios que le fueron arrebatados, con violencia o con triquiñuelas jurídicas, producto de su transitoria debilidad interna. El ejemplo chino es evidente. Hay que observar adecuadamente, entre Rusia y China, la diferencia en las poblaciones es de 10 a 1, amén del poderío económico y militar alcanzado, por ésta, en los últimos años. Nunca, nada, está dicho definitivamente en materia internacional. Todo corre y todo cambia, decía Heráclito.
Esto último viene a cuento, pues el caso venezolano tras 22 años de revolución bolivariana con la destrucción de su entramado institucional, económico, político, militar, social y cultural, hoy, está en la perspectiva, geopolíticamente hablando, de ser víctima de una birla, por parte de Guyana, inspirada en Inglaterra, para desconocer lo acordado en Ginebra, en 1966.
Nuestra debilidad ha sido propicia para que distintos elementos; políticos, estratégicos, geopolíticos, crematísticos y de resentimiento contra Venezuela, por parte de los países del área del Caribe, se hayan coaligado en contra nuestra. A lo que se suma, la lenidad, ignorancia, descuido, tardanza en reaccionar frente a los excesos de Guyana y por supuesto la ideologización de nuestra política exterior, colocada al servicio de factores extraños al país. Todo un rosario de decisiones que emanan de la manera de como los venezolanos actuamos en política exterior. Idealismo político e ingenuidad que raya en lo absurdo. Culpa de este gobierno y de la oposición. Ésta, por cierto, no atina a entender que se trata de un tema clave para los intereses del país. En cambio lo que vemos es un cardumen de factores opositores que bailan al son de toda una feria de vanidades” y de presuntuosos egos.
El gobierno, se cubre con la bandera nacional, para mostrar, muy tarde por cierto, un nacionalismo y patriotismo, nunca percibido, cuando centenares de cubanos “invadieron”, con la complicidad oficial, la administración pública para dar órdenes a nuestros funcionarios; o bien cuando los chinos, iraníes y rusos, participan en la búsqueda de su “Dorado bolivariano y revolucionario” en pleno siglo XXI, sin importarles el daño ecológico que ocasionan a nuestra flora y fauna; nuestros ríos son contaminados por la voraz “hambre” de oro, bauxita, coltán, diamantes y uranio.
La decadencia del Genio de occidente, izó su bandera en Venezuela, un país deshilachado y desmontado, enfermo de anomia, el cual se alimenta a duras penas con una caja de clap´s. Ello duele, y describirlo, genera mayor dolor. Para quien ha sido testigo del desastre que significó el régimen comunista rumano de Nicolae Ceausescu y lo comparamos con el nuestro, creemos que aquel, fue un “niño de pecho”. El Drácula de los Cárpatos, jamás permitió que bandas de delincuentes invadieran y ocuparan territorios en Rumania, como ocurre con los guerrilleros y narco traficantes colombianos, insertos en nuestra geografía.
Venezuela es aprisionada por la fatalidad geopolítica. Las adversidades crecen a diario. Nos convertiremos en el manjar de los chinos. Es cuestión de pocos años. Mientras, el Occidente observa con estupor nuestro desenlace. Otros factores geopolíticos harán de las suyas y tomarán su pedazo de pastel. Los entendimientos entre los distintos factores a nivel global nos pueden dejar en el aire, como quien dice. Estaremos, sin Esequibo, trancados en el Mar Caribe, pues estamos rodeados de factores que, tranquilamente, pueden ser considerados, nuestros enemigos; nos referimos al conjunto de islas, ex colonias inglesas, que respiran, al igual que Guyana, el mismo oxígeno imperial británico. El cinismo y la maña los acompañan para alcanzar sus objetivos. Aunado a todo este dantesco cuadro, hay otro elemento que si se suma, sería definitivamente desastroso para la Nación: la enfriada, por ahora, intención de Colombia de incursionar en el Golfo de Venezuela. Es un problema a resolver para el Estado venezolano que apenas existe, pues fue destruido por los 22 años de desidia bolivariana. Es un tema.
En conclusión, Venezuela, enfrenta, internacionalmente, obstáculos, derivados de su nula política exterior. Son 22 años enfrentados al mundo e ideologizando su actuación internacional. No sabemos qué es lo que queremos, ni para dónde vamos. Solo frases vacías: “dignidad, soberanía, la patria en peligro, Bolívar y Chávez nos guían y el pueblo manda”. Palabras huecas, sin contenido realista. Por otra parte, internamente, tenemos un gobierno irresponsable e ignorante y desprovisto de ideas para manejar la economía y generar riqueza, en su lugar, lo que han hecho es “repartir miserias” a los “descamisados” de siempre. Aunado a ello, tenemos una oposición, fraccionada, perdida y enceguecida por las luces de la espontaneidad y creídos en la rapidez de posibles soluciones mágicas, condimentadas por el ego y la vanidad de sus líderes. Esa oposición, no alcanza a comprender la dinámica política en la que el país está envuelto, e incluso, en materia internacional. Ella, muy mal aconsejada, por los eternos “dueños de la verdad” que circundan a los grupos que manejan la labor opositora. Hay que reconocer que El Genio de Occidente, en Venezuela, nunca estuvo en su totalidad; apenas algunos gestos suyos; los cuales hoy, se han esfumado del país, con la ayuda de los Notables y los chafarotes de turno. Éstos, jamás quisieron construir un país; en cambio lo que hicieron, gracias a sus fatuas vanidades e ignorancia manifiesta, fue destruir la democracia y aquí estamos, empobrecidos, débiles, solos e íngrimos.