¿Región democrática?
Luego de la intensa jornada electoral efectuada en cuatro países latinoamericanos y, observando a la región en su conjunto, creo que, con pocas y penosas excepciones, la respuesta es positiva. En la jornada, excluyendo la lamentable situación de Bolivia, en los otros países Argentina, Colombia y Uruguay se ha fortalecido la democracia, su funcionamiento e institucionalidad; incluso, ahora se enfrentan con el desafío de construir gobernabilidad, la necesidad de negociar con los oponentes en el marco de los cuerpos legislativos para poder avanzar en sus proyectos, lo que debería fortalecer el juego democrático.
Abordar el tema de la solidez de la democracia no es tarea fácil, menos en los actuales momentos, cuando el oasis de la estabilidad chilena enfrenta una irracional crisis y grupos radicales fortalecen sus estrategias en la región para, aprovechando las bondades de la democracia, genera caos y destrucción, buscando alcanzar el poder, desmontar la institucionalidad democrática y perpetuarse.
En estos momentos la estrategia se encuentra en pleno desarrollo en Bolivia, siguiendo los ejemplos de la revolución bolivariana en Venezuela,la sandinista en Nicaragua y los Castros en Cuba.
Con las limitaciones que genera la compleja e impredecible realidad social, podríamos afirmar que en el caso de Uruguay se va consolidando una democracia competitiva, respetuosa de las diferencias y de los derechos civiles y políticos. Donde el Frente Amplio, partido con 15 años en el poder, representa una izquierda democrática, que respeta el principio básico de la alternabilidad en el poder, consciente que en el caso de perder la segunda vuelta, que se efectuará el 24 de noviembre, mientras se mantenga la sólida democracia uruguaya, podrá actuar activamente en el órgano legislativo y tendrá la posibilidad de asumir de nuevo el poder ejecutivo, en otra elección que debe ofrecer las garantías a todas las partes.
En estos momentos la oposición democrática uruguaya, tradicionalmente dividida por diferencias, básicamente personales,tiene el reto de alcanzar los acuerdos que permitan, no solo ganar las elecciones, sino desarrollar un gobierno eficiente, orientado a fortalecer tanto la economía, como el funcionamiento del sistema político. Ahora bien, no pueden olvidar que el Frente Amplio también juega y, no obstante su agotamiento, tiene hábiles capacidades negociadoras. Los resultados de la segunda vuelta no están totalmente definidos.
En Argentina, no obstante su compleja dinámica peronista, también se ha fortalecido la democracia, y el Presidente Mauricio Macri ha actuado como un estadista, con grandes probabilidades de volver al poder y un amplio margen de acción en el Congreso. El nuevo Presidente Alberto Fernández se enfrenta al desafío de realizar una gestión autónoma, en el marco de una severa crisis, evitando ser una marioneta de las equivocadas estrategias del peronismo radical y, en particular, de su Vicepresidenta la Sra. Cristina Kirchner.
El caso colombiano, también cargado de complejidades, ofrece señales positivas, entre otras, el surgimiento de nuevos liderazgos políticos con diversas propuestas, pero, en general, defensores de la democracia. Conscientes que representa el sistema que hace posible participar en la construcción de sus proyectos. Partidos relativamente sólidos, como el Centro Democrático o el Partido de U, han experimentado la dura experiencia del voto castigo, y eso, como lo han reconocido entre otros el expresidente Uribe, es una alerta para realizar los cambios necesarios.
La contundente derrota al partido de las FARC también suma a la solidez democrática.El electorado colombiano quiere franqueza, no la manipulación del falso discurso.La pesadilla bolivariana está presente; por el contrario, no pareciera ser el caso en Chile o México, donde el populismo radical está logrando espacios. Pero quienes creen en la democracia deben estar conscientes que en Colombia existen condiciones de pobreza y exclusión que pueden cultivar propuestas mesiánicas y destructivas, creyendo que con la expropiación de la riqueza se logra justicia social. Olvidando que la justicia es el resultado de instituciones imparciales y sólidas, que enfrenten efectivamente la corrupción, los privilegios y la impunidad.
Bolivia representa la lección negativa en el proceso.La candidatura de Evo Morales por cuarta vez, es inconstitucional y, no obstante haber perdido el referéndum consultivo de febrero del 2016, la soberbia del poder se impuso. Controlando las instituciones, su candidatura fue impuesta. Luego, como era de esperar, controlando las instituciones, paralizó el conteo de los resultados que ya demostraba que se requería de una segunda vuelta y, consciente que no existe la remota posibilidad de ganar en esa segunda fase, ha preferido promover la destrucción del país, antes que reconocer su derrota.
Evo, como otros gobernantes autoritarios, no le resulta confiable que otros respeten y acepten las diferencias y permitan la alternabilidad en el poder. Desde esa perspectiva,la derrota es la muerte política. Evo está imponiendo plenamente el autoritarismo. Los positivos resultados económicos y los posibles avances de multiculturalidad los destruye con tal de perpetuarse en poder. Mucha soberbia, malos consejeros. Pero no la tiene fácil, su liderazgo se desvanece, los recursos son escasos, le quedan los aliados que juegan al caos, sin la menor preocupación por el bienestar del país.
El panorama se presenta complejo para movilizar el apoyo de la región en la lucha por el restablecimiento de la democracia en Venezuela, pero corresponde a nuestra oposición democrática el mayor esfuerzo para la innovación y articulación de las acciones.