En este año se ha tornado un lugar común, la opinión emitida por el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump: “en el caso venezolano, todas las opciones están en la mesa”. Debemos reconocer que tal afirmación es inteligente y estratégica, lo delicado es hablar de todas y concentrarse en una sola.
Sorprendentemente, no está muy claro, cómo está manejando el gobierno de los Estados Unidos la estrategia frente a la crisis venezolana; lo que sí parece evidente en este momento, es que buena parte de nuestra población, en particular la más sensible o radical (los guerreros del teclado, que pudieran estar infiltrados), se ha formado la opinión que la opción única y verdadera, es la más dura, de carácter militar; empero, las señales de norte son confusas y tienden a eliminar el escenario militar, ya que para los expertos electorales tal opción tiende a chocar con la prioridad del Presidente: su reelección.
En situaciones de crisis resulta estratégico trabajar bajo escenarios, con distintos equipos operando de forma exhaustiva y complementaria, cualquier avance en un escenario, siempre contribuye con el objetivo final que los unifica a todos. Ahora bien, al considerar la opción militar se debe tener presente que sus consecuencias sociales son impredecibles. Un ejemplo reciente y terrible es Siria, con la destrucción de ciudades, el significativo número de muertos y la población huyendo en búsqueda de refugio. Frente ese dramático caso, seguramente se está pensando en otra expresión que se ha popularizado: “la intervención debe ser quirúrgica”.
Tampoco está claro cómo se fue construyendo la narrativa de lo quirúrgico, pero lo evidente es que no se corresponde con la realidad
En el imaginario se ha identificado el caso de Manuel Noriega en Nicaragua, como “quirúrgico”, entendiendo como tal: rápido y económico; pero en la realidad eso no es correcto, ya que no fue tan corto en el tiempo e implicó importantes recursos humanos y económicos. La situación en Venezuela es mucho más compleja que la panameña del momento.
Acá tenemos presentes una diversidad de grupos armados, como grupos paramilitares, colectivos, irregulares, ELN, FARC disidente y, adicionalmente, un discurso oficial que por muchos años ha cultivado la violencia, como la “guerra asimétrica”. Ya ha circulado información que estima que una operación en Venezuela implicaría varios años y un alto costo, panorama temible para los asesores electorales del Presidente Trump.
Conviene recordar que durante la campaña electoral el candidato Trump cultivó un categórico rechazo a las intervenciones extranjeras de los Estados Unidos, eliminar el papel de “policía mundial”, por sus costos humanos y económicos; de hecho, y en contradicción con sus aliados, ya se retiró de Siria. En estos momentos tiene serias dudas sobre el uso de la fuerza militar en el caso de Irán y, seguramente, no le resulta tan fácil convencer a su electorado en una nueva acción militar que no sea breve.
Ahora bien, trabajando en escenarios les correspondería a los expertos de este escenario (que no está plenamente descartado), despejar las dudas. Otras inquietudes en el ambiente tiene que ver con: la posición de las diversas agencias gubernamentales, en particular el Congreso de los Estados Unidos y, obviamente, el partido demócrata, que tiene la mayoría en la Cámara de Representantes, apoya la lucha por la recuperación de la democracia en Venezuela, pero no apoyaría fácilmente una acción militar.
Naturalmente todos los obstáculos se pueden trabajar; empero, se necesita que el grupo que promueve este escenario se aboque de lleno a su tarea y eso no se aprecia
Si las condiciones para un escenario militar no se presentan favorables a interior de los Estados Unidos, en el contexto internacional la situación es más severa, ya que la gran mayoría de la comunidad internacional, en particular el Grupo de Lima y la Unión Europea, han cuestionado tal opción. En tales condiciones, resulta indispensable contar con otros escenarios en pleno funcionamiento, lograr avances en cualquier plano beneficia al objetivo final.
Entre los potenciales escenarios encontramos: el Grupo Internacional de Contacto creado por la Unión Europea, una potencial mediación de Noruega (en estos momentos se encuentra en fase exploratoria), o el manejo del problema en el contexto multilateral, más concretamente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Estamos conscientes que la vía pacífica de la negociación encuentra profundas resistencias y eso tiene su justificación, pues el proceso bolivariano ha utilizado esta opción para ganar tiempo y perpetuarse en el poder. Al respecto, cabe recordar la burla a los esfuerzos de mediaciones realizados por el Vaticano y República Dominicana. La desconfianza debe fortalecer la organización, no debe desembocar en la satanización de los escenarios.
Ahora bien, en esta oportunidad, para que el proceso no resulte en un esfuerzo ingenuo y fracasado se debe establecer condiciones tales como: i) es una negociación para la salida, no es un diálogo interminable; ii) se debe mantener y profundizar la presión en sus múltiples expresiones tanto al bloque en el poder, como a sus aliados; iii) se debe establecer una coordinación entre todos los actores, con particular importancia de la acción de los Estados Unidos por la efectividad de la presión; iv) se requiere de cláusula gatillo, de tal forma que las sanciones se disparan si se incumplen los acuerdos; v) otra condición fundamental tiene que ver con la necesidad de mantener la oposición democrática unida, creativa y promotora de propuestas; construyendo la hoja de ruta para la democracia de la mano con la comunidad internacional.