No resulta exagerado afirmar que el 10 de enero ha representado un punto de inflexión en el conflicto venezolano, el proceso bolivariano ha perdido la apreciada legitimidad de origen; un significativo número de países democráticos del mundo están desconociendo su autoridad. Por otra parte, la internacionalización del conflicto se ha intensificado, como lo evidencia su consideración en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y, la estrategia de la comunidad internacional está cambiando, del carácter persuasivo inicialmente promovido, tanto por el Grupo de Lima, como por las organizaciones multilaterales, a una orientación más dura (coercitiva) bajo el liderazgo del gobierno de los Estados Unidos que asume la premisa “todos los escenarios están en la mesa”. Naturalmente tales cambios son complejos y generan diversas lecturas.

Desde sus inicios, el conflicto venezolano ha tenido un carácter internacional, no olvidemos la importancia que le ha asignado el proceso bolivariano a la conformación de un entorno favorable y complaciente a sus arbitrariedades, proceso en el cual la chequera petrolera ha jugado un papel determinante. En la medida que los abusos del autoritarismo han crecido, la Comunidad Internacional, en el contexto interdependiente que vivimos, se ha involucrado más activamente.

Nuestra oposición democrática también ha influido significativamente a la internacionalización del conflicto, pues requiere del apoyo activo y decidido de la Comunidad Internacional para avanzar en la estrategia de recuperar la democracia.

Formalmente, la decisión de Luis Almagro, Secretario General de la OEA, de utilizar el Articulo 20 de la Carta Democrática Interamericana, representó un paso importante en la internacionalización del conflicto y lo transformó en un tema hemisférico. Luego, las dificultades para lograr consensos en la OEA, por el papel de los países caribeños, muy comprometidos con Petrocaribe y las dádivas del proceso bolivariano, conllevó la creación del Grupo de Lima, un mecanismo informal, que ha jugado un papel muy activo en la proyección internacional del conflicto.

En este contexto, la estrategia se ha concentrado en la adopción de acciones político diplomáticas de carácter persuasivo, tratando de debilitar el proceso bolivariano como bloque en el poder, reconquistar la democracia y el respeto a los derechos humanos, por la vía pacífica en el marco de una negociación. Pero, la soberbia del autoritarismo no ha permitido que esta estrategia avance y, con su agresividad característica, ha pateado dos importantes esfuerzos de negociación el primero en manos del Vaticano y con el compromiso directo del Papa Francisco y el segundo coordinado personalmente por Danilo Medina Presidente de República Dominicana.

Ante la debilidad de la estrategia persuasiva frente a un gobierno dispuesto a perpetuarse en el poder al costo que sea necesario, los Estados Unidos iniciaron gradualmente la estrategia dura, con la aplicación de sanciones directas a los individuos responsables de las violaciones de los derechos humanos, fase a la que se sumaron países como Canadá y la Unión Europea. Tal estrategia ha ido avanzando con la aplicación de sanciones financieras puntuales contra el gobierno de Venezuela.

Luego del 10 de enero y bajo el liderazgo de los Estados Unidos la estrategia de la Comunidad Internacional se está endureciendo, el cerco crece y como lo ha indicado todo el alto gobierno norteamericano: “todos escenarios están en la mesa”. Un nuevo paso que parece evidente tiene que ver con la suspensión de la compra de petróleo, lo que elimina la principal fuente de ingreso de divisas para el proceso bolivariano, que le permite, tanto la colosal corrupción, como mantener el show antiimperialista.

La nueva estrategia global ha conllevado una mayor participación de otros actores en el ámbito mundial.

En la sesión del Consejo de Seguridad se pudo apreciar la agresiva posición del gobierno ruso que juega al caos y busca mayores beneficios que la exclusiva venta de armamentos; pero también, la cautela del gobierno chino.

Recordemos que China promueve una estrategia de liderazgo económico a escala mundial, tiene importantes intereses en toda la región y se encuentra actualmente en una compleja negociación económica con Donald Trump.

Por otra parte, debemos tener presente que la globalización del conflicto también le conviene al procesos bolivariano, que ha perdido respaldo en el hemisferio y ya no controla la OEA, por eso decide su retiro. En las Naciones Unidas tiene más aliados como el Movimiento de Países No Alineados y los vetos de Rusia y de China a su favor.

El endurecimiento de la estrategia ha conllevado algunos movimientos importantes del gobierno norteamericano, tales como: incrementar su participación y al más alto nivel (Vicepresidente y Secretario de Estado coordinando); lograr mayor apoyo político interno, como se infiere de las recientes declaraciones de la Sra. Nancy Pelosi del partido demócrata y Vicepresidenta del Congreso; promover mayor cohesión tanto a nivel internacional, como de nuestra oposición democrática.

Resulta acertado utilizar las dos facetas de la estrategia, la persuasiva, entre otros, con la ley de amnistía y la dura con las sanciones que van creciendo; orientadas al objetivo de debilitar y fragmentar el proceso bolivariano. Ahora bien, conviene tener presente, que una estrategia coercitiva dura (sanciones comerciales), por largo tiempo, puede tener resultados contradictorios, altos costos sociales (hambrunas) y promover potenciales salvavidas (China), lo que puede consolidar el autoritarismo (Cuba, Corea del Norte).

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