Hace poco más de un año, en el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI), realizamos un curso acerca del impacto de China en las relaciones Internacionales. Hablamos de su historia, cultura y civilización, economía y geopolítica. El temario buscó navegar por los diversos, como polémicos momentos que conforman a la China de hoy.

Hoy, tras el XIX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), nos encontramos, no con una sorpresa, pues estaba prevista la reafirmación del  liderazgo de Xi Jinping. Éste, ha transitado su derrotero, al ganar batallas, tras batallas, para consolidarse cual representante de una idea absoluta, como diría Hegel. La época de hoy, encuentra en él, un nuevo liderazgo, cuyas valencias internas e internacionales todavía no se han sopesado correctamente. Posiblemente es una jugarreta de la historia, parafraseando al citado filósofo. No nos atrevemos a sentenciar una conclusión.

Xi Jinping, un hombre formado, desde el vientre materno, con las indicaciones de su padre comunista, desafió la naturaleza y se convirtió en representante de la idea que abrazare su padre; pero, esta vez para colocar sobre la mesa de la historia, desde la perspectiva, para nada comunista, la “resurrección de China”. Su comportamiento se asemeja a los mandarines clásicos chinos. Lector voraz y conocedor de la literatura universal. Habla, con conocimiento de causa, acerca de Dostoievski, Chejov, Tolstoi; por supuesto conoce a los clásicos chinos. Su conocimiento lo conduce a interpretar a Montesquieu, Voltaire y otros, incluso, autores prohibidos durante su edad de formación. Eran los momentos de la Revolución Cultural. Ella, fue el gran obstáculo para que no continuara sus estudios en estas materias; no obstante, las retomó al desaparecer ese manto obscuro sobre la inteligencia y cultura. También hay que decirlo: él se benefició de su propia realidad. Es un vástago de la aristocracia roja.

Él, apunta a convertirse en el alter ego de Mao Zedong y Deng Xiaoping. Es un liderazgo anclado en el principio del siglo XXI, con miras a proyectarlo más allá. Durante el curso acerca de China en el COVRI, hablamos de ella como realidad y aun más; como la gran potencia emergente del siglo XXI: por lo menos muestra esas intenciones ¿Lo logrará? Es un asunto que las tendencias históricas lo responderán. No todo está escrito, falta mucha tela que cortar. Sin embargo, había necesidad de desafiar el inmovilismo académico, político y burocrático, y desde el COVRI intentamos aportar un grano de arena. China debe ser estudiada en todas sus dimensiones. Venezuela tiene una relación con ella que debe ser estimulada y basada en una perspectiva que base su filosofía en lo que los propios chinos sostienen: beneficio mutuo y ganar-ganar.

Xi Jinping mostró, durante las deliberaciones del XIX Congreso del PCCh, recién culminado, una férrea dentadura comunista, pero amoldada al siglo XXI. Él habló del “socialismo con características chinas para una nueva era” con la mira puesta en 2050, propuso releer a Marx, y señaló que “China se posicionará orgullosa entre las naciones del Mundo” algo que rompe el molde tradicional de la política exterior china, pero como resultado de los valores de toda la sociedad y no de un grupúsculo en el poder circunstancialmente. Xi Jinping no esconde sus intenciones de convertir a China en una superpotencia. Hay que ponderar, en términos racionales, el valor tan preponderante que éste le confiere al PCCh, como órgano conductor de China; no sólo de un gobierno, sino de toda una nación y por qué no decirlo: de una civilización, como gusta decir al historiador inglés Martín Jaques. Tras ese congreso del PCCh, hay que estudiar muy bien los pasos de China, pero sobre todo de Xi Jinping. Sus tesis fueron tomadas al pie de la letra en ese congreso, y su pensamiento fue exaltado al nivel de Mao. Empero, Mao Zedong nunca mostró esa dentadura, a pesar de que la suya estaba siempre manchada de color verde, en el sentido que permitiera “florecer” el poder del partido.

Tal como dijimos en el curso acerca de China en el COVRI, Mao siempre exudó audacia con prudencia. Luego los dirigentes que vinieron después, especialmente Deng, se comportaron con humildad. Para Xi Jiping es clave, y con ello, creemos ha dominado la estructura política del PCCh al ponderar la posibilidad de mantenerlo único e indivisible; luego, convertir  a China en un potencia de primer orden en el proceso de globalización, bajo su mandato. Estos son los elementos que procura al actual líder de China. Su sueño: reforzar al socialismo con las particularidades chinas, no obstante se aleja de éste. Xi Jinping, paulatinamente se ha convertido en la figura más importante de China, después de Mao y Deng.

Es un hombre que lo cubre la ambición. Mientras Mao fue el hombre que, a pesar de sus errores, logró la unificación del país, el cual era percibido como humillado y dividido; en tanto que Deng con sus audaces reformas, montado en una milenaria sabiduría, para nada alimentada por el dogma marxista, según la cual, no importaba el color del gato, sino que cazara ratones. Deng, sentó las bases para su relanzamiento económico. China, hoy, es un país muy rico gracias a sus reformas  políticas. Ahora, Xi Jinping busca, bajo su liderazgo convertir a China en la gran potencia del siglo XXI, e incluso superior a lo que fueron EEUU durante el siglo XX. ¿Lo logrará? Aún no lo sabemos, pero todo apunta a que sí. Lo que sí es cierto es que también se cumplieron las predicciones que desde el COVRI hiciéramos sobre el XIX Congreso en nuestro concienzudo trabajo Perspectivas Globales de 2017 publicado en enero pasado, del cual me permito extraer: “Este 2017, año del Gallo de Fuego en el horóscopo  chino,  estará  marcado  por  los intentos de Xi Jinping de consolidar su poder antes  de  la  celebración  del  XIX  Congreso del Partido Comunista Chino (…) Xi Jinping hará todo lo posible por contener cualquier  inestabilidad  social  o  económica que  pudiera  amenazar  sus  objetivos políticos, un imperativo que incluirá marginar rivales potenciales y mover aliados en puestos clave del gobierno. Hasta cinco de los siete miembros del Comité Permanente del Politburó pueden retirarse este año, por lo  que  Xi  Jinping  intentará  posicionar  a  la ‘coalición elitista’ (la llamada aristocracia del Partido) y la ‘pandilla de Shaanxi’ (amigos cercanos de la época de formación de Xi)”.

Por lo que nos viene a la memoria algo que leímos de Henry Kissinger acerca de este líder; el gran analista norteamericano y tótem de la política exterior de ese país y del realismo político sentenció cuando Xi Jinping resultó escogido como dirigente del PCCh: “China no se ve a sí misma como una potencia que se levanta, sino como una que regresa”. ¿Acaso las implicaciones de lo que hablaban los historiadores Duroselle y Renouvin acerca de las fuerzas profundas de la historia, no han hecho su acto de presencia en la realidad de China  en forma vital? En las tesis de Xi Jinping ante los delegados del XIX Congreso del PCCh destacó la frase: “El gran renacimiento de la nación, como el gran sueño de China”. Esa tesis retumbó en los oídos de los 2300 delegados y se observó en sus rostros que estaban ante un “Emperador”, pero del siglo XXI.

Esas frases del líder chino: “la vía hacia su renacimiento y el sueño chino” serán puestas en práctica mediante: a) la superación definitiva del hambre que aún acosa a buena parte de ese país, para lo cual será necesaria una nueva estrategia económica que apunte a la calidad y supere la cantidad; b) el aumento del esfuerzo contra la corrupción. Éste “esfuerzo”, podría ser utilizado como mecanismo para eliminar a los que se oponen a su liderazgo, aunque serviría de mecanismo purificador de los vicios que florecen en la sociedad china; c) continuar la liberalización de Deng, pero que debe ser “vigilada” por el PCCh, el gobierno, ejército y la sociedad civil y por todos, independientemente del sitio o función; d) y esto es clave: el ejército chino, para el año 2050 deberá alcanzar la condición de primer rango para convertir a China en el centro del Mundo. Este es el sueño de Xi Jinping. Todo hasta ahora ha salido de conformidad con sus propósitos. Falta comprobar si al proponer abiertamente la conversión de su país en una muy poderosa China, no está destrozando y echando por la borda el tradicional paradigma, expresión de su milenaria sabiduría, el cual consiste en esconder tus capacidades militar, económica y cultural, y no exponer tan abiertamente tus aspiraciones. De lograrlo, Xi Jinping tiene reservado un sitial en la historia del mundo y de su país, como el gran Emperador del siglo XXI.

@eloicito

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