El día 17 de mayo, el Vice Fiscal General de los Estados Unidos Rod Rosenstein nombró a un fiscal especial para investigar “cualquier vínculo y/o coordinación entre el gobierno ruso e individuos asociados a la campaña del presidente Donald Trump” además de cualquier otro asunto conexo o que surja con motivo de la investigación, de acuerdo con una orden emitida por la oficina de Rosenstein, disponible en la página oficial del Departamento de Justicia. Para dicha investigación fue elegido Robert Mueller, director del FBI entre 2001 y 2012, oficial condecorado de la guerra de Vietnam y una figura altamente respetada por el grueso de ambos partidos.
Los fiscales especiales en los EEUU gozan de autonomía, tienen su propio presupuesto y pueden contratar personal, además de poder utilizar los recursos del Departamento de Justicia con relativa facilidad. Así mismo, de forma informal tienen una posición de fuerza a la hora de pedir al Congreso de que se abstenga de citar testigos y continuar investigaciones que puedan interferir con su labor. Esta figura es normalmente nombrada por el Fiscal General; sin embargo el titular de esta posición, el ex senador Jeff Sessions, decidió abstenerse de cualquier investigación relacionada al tema Trump-Rusia después de recibir mucha presión por parte de los Demócratas del Congreso y la opinión pública.
Esta investigación ya estaba siendo llevada a cabo por el ahora ex director de la CIA James Comey, quien fue despedido por el presidente Trump el día 9 de mayo, lo cual generó una intensa polémica y acusaciones de obstrucción de la justicia. A raíz de esta situación, sumada al hecho de que han circulado en la prensa reportes de que Comey había pedido más recursos para la investigación de la conexión entre Trump y Rusia, y que en marzo Trump le había mandado un memorándum “pidiéndole” a Comey que dejara de investigar a su ex Asesor de Seguridad Nacional, Mike Flynn (al cual Barack Obama recomendó a Trump no contratar) no le quedó otra opción a Rosenstein, quien a su vez ha sido criticado por su rol en el despido de Comey, que tomar la decisión de nombrar a Mueller. Hubiese sido un claro conflicto de interés que la investigación la continuara el siguiente director del FBI, quien será nombrado por Trump.
Anteriores investigaciones por parte de fiscales especiales, especialmente el famoso escándalo de “Whitewater” durante la administración Clinton, muestran que estas investigaciones ponen mucha presión sobre la Casa Blanca. Cualquier miembro del equipo de gobierno, esté involucrado o no, puede sentir dicha presión debido al temor de que una sola declaración desafortunada de su parte lo involucre en la investigación y dañe su reputación de forma permanente. Esta situación suele llevar a que la agenda de los presidentes se estanque tanto por el mencionado elemento interno como por la pérdida de capital político que tiene la administración para influenciar al Congreso, haciendo gobernar bastante complicado.
Los republicanos del Congreso, que se habían mantenido hasta hace poco mayormente fieles a Trump, a pesar de unos bastante difíciles primeros 100 días de gobierno, han empezado a romper filas y criticar duramente la posibilidad de que la supuesta relación con Rusia sea cierta; este giro es sobre todo importante en los republicanos que vienen de estados o circuitos moderados, es decir, más vulnerables de perder sus puestos arrastrados por la impopularidad del Presidente, la cual estaría alrededor del 54%, cifra históricamente alta para un Presidente tan temprano en su administración, más aun considerando que las encuestas aún no han tenido tiempo de registrar las reacciones del público a este desarrollo, cenit del escándalo Rusia-Trump que se ha ocupado un importante centimetraje en la prensa estadounidense desde incluso antes de la elección.
En este mismo orden de ideas es bastante revelador que el representante Carlos Curbelo de Florida, un congresista republicano moderado en un de circuito vulnerable, mencionara en una declaración el día 16 la posibilidad de abrirle a Trump un procedimiento de ‘Impeachment’ o juicio político, en caso de que el informe final de Mueller probará alguna falta imputable. A pesar de que esta posibilidad es aún bastante lejana, considerando que la investigación puede durar más de un año, es una muestra del poco respeto que actualmente tienen los miembros del partido por el Presidente, y del hecho de que su apoyo al mismo está condicionado a la posibilidad de que este se pueda volver o no un lastre para los republicanos en las elecciones generales de 2018.
En sentido más amplio, este tema había venido siendo investigado en EEUU tan temprano como junio de 2016 por el FBI, e incluso desde finales de 2015 en el exterior, gracias a algunas grabaciones obtenidas por los servicios de inteligencia británicos mientras realizaban vigilancia de rutina a elementos de interés rusos. Así mismo, según reportajes del medio británico The Guardian, varios Estados aliados a EEUU habrían compartido con la inteligencia estadounidense información en este mismo asunto, incluidos Polonia, Francia, Países Bajos, Australia, Alemania, Nueva Zelanda y Canadá. La interferencia de Rusia en la política interna de Estados occidentales no es nueva, aunque es bastante preocupante la posibilidad de que el Kremlin ahora esté activamente tratando de sabotear elecciones, caso que aparte de EEUU parece haber ocurrido, sin éxito para los rusos, durante las recientes presidenciales francesas.
Este momento en que la administración Trump parece generar profunda desconfianza en sus aliados occidentales y en sus propias agencias de inteligencia, pues para ponerle la guinda al pastel ha salido a la luz la supuesta revelación de material clasificado por parte del Presidente durante su reunión con funcionarios rusos, EEUU pareciera vulnerable a ataques sobre su seguridad interna o intereses externos. En ningún gobierno el escándalo y el caos son bienvenidos, y aunque los resultados de esta investigación puedan tardar bastante, y el tema se calmará de forma temporal mientras inicia la investigación, es una espada que flota arriba de la Casa Blanca, y que podría desencadenar en un desastre para Donald Trump y el partido Republicano.
@Ivanrojas92