A mediados de febrero, el Presidente de PDVSA, Eulogio del Pino, y el Vicepresidente de Planificación, Ricardo Menéndez, se reunieron con representantes de la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), en la antesala de la instalación de la XV Reunión de la Comisión Mixta de Alto Nivel China-Venezuela, iniciándose así un nuevo proceso de revisión de las relaciones bilaterales con el propósito de “fortalecer el proceso de industrialización nacional”, dejando entrever la inquietud del gigante asiático ante la creciente morosidad del gobierno venezolano en la entrega de crudo y productos refinados como forma de pago a los préstamos financieros desde 2014.
Recordando el pasado, específicamente el año 2001, el entonces Presidente Hugo Chávez buscó impulsar las relaciones bilaterales con China abogando a la hermandad ideológica, a partir de la cual ambos países se veían comprometidos en la defensa de la soberanía nacional y del socialismo. Venezuela pasó a ser el primer país de América Latina en crear una “asociación de desarrollo estratégico” con dicho país, viendo China en esto claramente la oportunidad de posicionarse en una región donde no cuenta con fuertes lazos históricos, y que representa la tradicional esfera de influencia de EEUU. En el año 2014, se produce una mejora de dicha asociación -ya con Nicolás Maduro en el poder-, que evoluciona a una “asociación estratégica integral”. A lo largo del ciclo chavista, se han subscrito numerosos proyectos bilaterales en materia de transporte, infraestructura, tecnología y energía, las exportaciones chinas a Venezuela han crecido exponencialmente desde 100 millones de dólares en 1999 hasta 5,7 millardos de dólares en 2014, y China se ha transformado en el primer prestamista del gobierno venezolano proporcionando alrededor de 60.000 millones de dólares en diferentes tramos y modalidades, estando el grueso sujeto al pago con petróleo.
Hasta aquí la historia transcurre sin dificultades. Sin embargo, se produjo la dramática caída de los precios del petróleo desde 115 $/Bl en junio de 2014 hasta 45 $/Bl en enero de 2015, lo que se traduciría en dificultades para que Venezuela cumpliera con las deudas adquiridas. China aceptó flexibilizar los pagos en 2014, y otorgó nuevos préstamos.
Empero, con el petróleo apenas estabilizado a finales de 2016 tras el Acuerdo entre países OPEP y No OPEP en torno a 55 $/Bl, y con expectativas de no aumentar más allá de este nivel hasta finales de década, sumado a la caída de la producción petrolera nacional en los últimos dos años (alrededor de 300 mil barriles diarios), una mayor politización de la directiva de PDVSA y el inmovilismo del gobierno venezolano en medio de una severa crisis económica; voces en Beijing han develado la preocupación existente por el reembolso de los numerosos préstamos hechos a Venezuela y el creciente riesgo que supone una oposición venezolana que ha señalado que no reconocerá deudas que no sean aprobadas por la Asamblea Nacional que controla desde enero de 2016. Aunque los acuerdos aún se mantienen vigentes, y más allá de la retórica, China parece haber asumido una posición más cauta hacia Venezuela.
Por otra parte, ha trascendido que al 31 de enero de 2017, suman un total de 27 envíos retrasados -por hasta diez meses- con un volumen total que asciende a alrededor de 13,2 millones de barriles a empresas chinas y rusas, debido a problemas financieros y operacionales de PDVSA.
Por tanto, para Beijing, la XV Reunión de la Comisión Mixta China-Venezuela supuso un buen momento para exigir discretamente los pagos pendientes. Esto pone en jaque la continuidad de financiamiento para proyectos de infraestructura e inversión social con los cuáles cuenta el Presidente Maduro para mantener sus utópicas políticas enmarcadas en el socialismo fracasado del siglo XXI. Desde PDVSA, algunos han atribuido la cancelación de los envíos al impago por el alquiler de espacio de almacenamiento en Bahamas o al impedimento de la circulación de buques venezolanos deteriorados debido a regulaciones ambientales. No obstante, lo cierto es que el 2017 no ofrece perspectivas de mejora, ya que no se avizora ni una recuperación de los precios del petróleo más allá de su actual nivel, ni un aumento de la producción nacional que permita a Venezuela cumplir puntualmente con sus obligaciones a China, ni la toma de medidas económicas que permitan mejorar la severa crisis venezolana.
Con la negativa tanto del gobierno venezolano y de PDVSA, como de CNPC, a pronunciarse claramente al respecto, y con declaraciones del portavoz de la Cancillería china señalando que “el suministro de petróleo a China por parte de Venezuela para pagar los préstamos es básicamente normal”, queda abierta la ventana para las conjeturas sobre la postura de Beijing y el futuro de la relación sino-venezolana.
Por otra parte, es muy probable que al atravesar una fuerte desaceleración económica, China aminore su papel como prestamista del Mundo en este 2017 y sea más cauta al momento de apostar en países con alto riesgo como Venezuela. De hecho, algunos reportes apuntan que Beijing empieza a enfocarse en las oportunidades que ofrecen otros mercados de la región como Cuba que implementa las reformas de Raúl Castro, y México en medio de sus desavenencias con la Administración Trump. La Habana es un mercado que Beijing intenta penetrar en el sector infraestructura, telecomunicaciones y turismo a modo de créditos blancos con la isla, con lo cual la “hermandad” con una Venezuela morosa puede pasar a un segundo plano.
Más allá de la retórica del gobierno venezolano al afirmar que es grande el vigor estratégico entre ambas naciones y que bajo cualquier circunstancia de dificultad China y Venezuela permanecerán la “solidaridad” y las “relaciones fraternales”, lo que se evidencia es que el gigante asiático vela por sus propios intereses económicos por encima de la afinidad política y calcula con mucha prudencia el costo que representa continuar apoyando a un gobierno que no muestra suficientes garantías de cumplimiento con los acuerdos suscritos. El dragón toma distancia.
@NogueraVJose