La política energética del Presidente Trump denominada America First Energy Plan, reproduce en esencia el discurso que pronunció en mayo de 2016 en Dakota del Norte, símbolo de la “revolución de las lutitas” (shale oil). En consecuencia, como en muchas otras políticas de la Administración Trump, encontramos muchas incógnitas y falta de detalles; ya que lejos de un programa concreto, estamos ante una serie de ideas-eslóganes para consumo de su base electoral (blancos de bajos ingresos, edad madura y sin estudios universitarios que representan el 62% de los electores). Estas ideas no siempre responden a hechos objetivos dado que en los últimos tiempos influyen menos en la opinión pública, que apelar a las creencias generalizadas y las emociones: la llamada “pos-verdad” (post-truth, neologismo designado palabra del año 2016 por el Oxford Dictionary).
El America First Energy Plan tiene dos objetivos como prioritarios: alcanzar la “supremacía energética estadounidense” y la “independencia energética” para que EEUU “no dependa de las decisiones de la OPEP o de otros países hostiles”. Frases que sin duda recuerdan a la retórica de Richard Nixon. Empero, la verdad es que EEUU disminuyó su dependencia petrolera en la Era Obama gracias a la “revolución de lutitas” que lideraron las empresas petroleras -las importaciones respecto al consumo total, pasaron desde 50% en 2009 hasta 24,2% en 2015-; y seguirá reduciéndola hasta alcanzar 7% en 2040, aunque se convertirá en exportador neto de energía hacia 2026 –primera vez desde 1952. Según el Departamento de Energía, esto ocurrirá a menos que los precios del petróleo caigan por debajo de 45 $/Bl. De manera que, EEUU puede seguir mejorando su situación, pero no eludir la interdependencia del mercado petrolero global.
La Administración Trump ha prometido remover todos los obstáculos para la exploración y producción de hidrocarburos. Aunque Obama colocó algunos frenos como la eliminación de incentivos fiscales y nuevas reglas de manejo de aguas (Clean Water Rule) para los productores de lutitas, resulta dudoso señalar que limitó el sector petrolero. Desde una política energética con sesgo anti-petróleo en su primera administración -la llamada New Energy for America-, Obama se desplazó hacia el pragmatismo en su segunda administración manteniendo ciertas restricciones ambientales. Desde 2008 hasta 2015, EEUU incrementó su producción petrolera de lutitas en 5 millones de barriles diarios (MMBD), convirtiéndose, tras casi tres décadas de liderazgo saudita, en el principal productor mundial. Por otra parte, Obama levantó la prohibición de las exportaciones petroleras en diciembre de 2015 –en vigencia desde 1973-, lo que permitió a EEUU a exportar 700 mil barriles diarios en 2016 –tanto como Qatar. Tump promete suavizar las regulaciones, y que el Departamento del Interior otorgará más licencias para explorar en tierras públicas (100 millones de acres). Con esto pretende impulsar el desarrollo de reservas no explotadas de petróleo y gas por 50 billones de dólares. Wood Mackenzie considera que faltan detalles, aunque existen oportunidades como abrir el área costera de la Reserva Nacional de Alaska (por sus siglas en inglés, ANWR), lo cual significaría 7,7 millardos de barriles de petróleo en reservas, de las cuales se pueden producir 1 MMBD en una década. Además, Trump ha prometido movilizar hasta 1 billón de dólares en inversiones e incentivos fiscales para construir infraestructuras críticas. De hecho, el pasado 24 de enero, emitió una orden ejecutiva para acelerar la construcción del oleoducto Keystone XL (transportará 830 mil barriles diarios desde Canadá hasta Nebraska, para conectar desde allí con el Golfo de México), y el Dakota Access (450 mil barriles diarios desde Dakota del Norte hasta Illinois).
Trump apoya el carbón, lo cual le permitió ganar en varios estados clave. Para ello, ha propuesto eliminar el Clean Power Plan de Obama que busca reducir 32% las emisiones de las centrales termoeléctricas para 2030 respecto a 2005, favoreciendo su conversión de carbón a gas natural. Aunque Trump puede mantener la porción del carbón en la generación eléctrica (33%), difícilmente podrá aumentarla, ya que encara la competencia del gas que se ha abaratado en los últimos años. En materia de renovables, aunque Trump las considera “ridículamente costosas” y desmantelará programas de investigación del Departamento de Energía, difícilmente podrá cancelar los incentivos fiscales blindados hasta 2020. En materia climática, Trump desea desmantelar el rol asignado por Obama a la Agencia de Protección Ambiental, cancelar la oferta de Obama de reducir las emisiones totales de CO2 en 28% para 2025 respecto a 2005, y retirar a EEUU del Acuerdo de París -no le resultará difícil porque no fue aprobado por el Senado y esto ha causado gran preocupación a nivel global.
En resumen, la política energética de Trump ofrece aumentar la oferta petrolera de EEUU y debilitar las restricciones climáticas globales, garantizando un futuro menos limitado para el petróleo –en línea con los intereses de la industria petrolera y carbonífera, grandes donantes de su campaña- y anticipando fuerte oposición ambientalista. Por otra parte, añade presión bajista sobre los precios del petróleo –aquí debemos sumar su política comercial proteccionista que puede afectar el crecimiento económico mundial y su política fiscal expansiva que puede apreciar el dólar. Finalmente, coloca a la OPEP ante la difícil tesitura de replantearse su estrategia justo cuando acaba de cambiarla. ¿Y usted qué opina?
@kenopina